Reprimí mis emociones durante años. Porque era más fácil. O eso creía. No quería lidiar con ellas. Pero ignorarlas no funcionó. Mis relaciones tuvieron problemas por eso. Pero ahora sé que no es así. Estoy trabajando en ellas. Las emociones reprimidas no desaparecen. Ni se quedan calladas para siempre.

Las emociones no expresadas nunca mueren. Quedan enterradas vivas y emergerán más tarde de formas más desagradables. Cuando reprimes la ira, la tristeza o el miedo, la energía no desaparece sin más. Aparece de formas que menos esperamos. Te enojas con alguien por algo insignificante. Te sientes ansioso sin una razón clara. Pierdes la motivación. A veces ni siquiera sientes nada en absoluto; te paralizas. 

Crecí aprendiendo que las emociones «negativas» son malas. Me dijeron que "supéralo" o "supéralo". Me acostumbré a fingir que estaba bien. ¿Pero por dentro? Estaba acumulando presión. Con el tiempo, esa presión encontró una grieta.

Últimamente, cuando me aferro a emociones no expresadas, los síntomas físicos se vuelven insoportables. Me dan dolores de cabeza. Me siento tenso. Y mis músculos se tensan. Mi cuerpo paga las consecuencias cuando me aferro a todas esas emociones. Estoy aprendiendo a hablar de ello. Me permito sentir la frustración, el agobio y todo lo demás que me hace perder tiempo innecesario en mi cabeza. No quiero seguir adelante con el estrés.

Las emociones reprimidas te mantienen estancado. No puedes avanzar si arrastras un saco de dolor no expresado. Y no puedes conectar con los demás si no eres honesto contigo mismo. La ira no expresada puede manifestarse como agresión pasiva. La tristeza no expresada puede convertirse en distancia emocional. Lastimas a los demás sin querer. Lo que resistes, persiste.

Cada decisión que tomas. Cada relación que mantienes. Cada hábito que adquieres. Todo se ve afectado por lo bien (o mal) que gestionas tus emociones. La mayoría de la gente ignora a los demás sin motivo aparente. Y tiende a criticar a sus parejas y compañeros de trabajo sin motivo alguno. Terminan viendo series o series fatalistas solo para "escapar".

Las emociones reprimidas actúan de maneras que ni siquiera conoces. La mayoría de la gente ni siquiera se da cuenta de que lo hacen. No eres perezoso. No estás roto. Cargas con algo que no has dicho. Cuando ignoras esas emociones, reaccionas. Pierdes el control. Te quedas en patrones que te mantienen estancado. Pero cuando las enfrentas, aunque sea un poco, respondes. Recuperas el control. Empiezas a ser intencional. Y consciente de tus interacciones.

Lo que niegas o ignoras, lo retrasas. Lo que aceptas y enfrentas, lo conquistas. Respétate lo suficiente como para enfrentarte a ti mismo. A veces, lo que más te da miedo hacer es precisamente lo que te liberará.

Si sigues reprimiendo lo que sientes, lo más probable es que sucedan tres cosas:

1.-Te desconectas de ti mismo. Dejas de saber qué quieres, qué necesitas o quién eres. Simplemente pasas por lo que estás pasando.
2.-Saboteas tus relaciones. El dolor no expresado se convierte en distancia, resentimiento o bloqueo emocional. Alejas a las personas o las acercas demasiado de maneras poco saludables.

3.-Te derrumbas. Ya sea por agotamiento, una crisis de salud o un colapso emocional total, tu cuerpo y tu mente te obligarán a sentir lo que evitaste.

Nada de esto es para asustarte. Es para despertarte. No es demasiado tarde. Encuentra espacios donde puedas ser honesto. Diarios, notas de voz y paseos en solitario. Permítete sentir lo que necesites. Y luego deja que la presión abandone tu cuerpo.

Las emociones exigen ser sentidas. Ignóralos y no desaparecen, sino que se agravan. El estrés se convierte en dolores de cabeza. La ansiedad en insomnio. El duelo sin procesar se convierte en fatiga crónica. Tu cuerpo lleva la cuenta. ¿Y lo peor? Reprimir el dolor también reprime la alegría.

No juzgues lo que sientes. Simplemente siente curiosidad. "¿De dónde viene esto?" "¿Qué podría estar tratando de decirme?" Empieza a tratar tus emociones como señales, no como amenazas. Los sentimientos necesitan voz. Hablar de ellos es como sanamos. La ira puede mostrarnos dónde se cruzó un límite. La tristeza puede decirnos qué importa. El miedo puede señalar algo que nos importa.

Siéntelo. Observa lo que sucede en tu interior. Nómbralo. Ponle palabras a ese sentimiento: "Me siento enojado", "Tengo miedo", "Me siento solo". Luego libéralo. Escríbelo. Habla con alguien. Mueve tu cuerpo. Haz algo mientras lo procesas. Deja que tus sentimientos hablen. No son el enemigo. Te están diciendo dónde enfocar tu trabajo emocional. Sé lo suficientemente valiente para sentir. Para afrontar la presión que llevas dentro. Para dejarla pasar. No dejes que se pudra por dentro.

Conclusión clave: Tus emociones no son problemas que resolver. Son mensajes que escuchar. Ignóralas, y aparecerán y empeorarán las cosas. Escúchalas. Te guiarán de vuelta a ti mismo. No eres débil por sentir.

Eres humano. No estás destinado a guardar tus emociones en silencio. La tragedia no solo reside en el dolor que evitas. Está en la alegría que pierdes al aferrarte a lo que debes liberar de forma saludable. La tragedia oculta no es tener emociones. Es fingir que no las tienes. Termina cuando regresas a tu interior para trabajar con ellas. Y encontraras la salida hacia tu mejor vida.

Mi gratitud por dedicar tu tiempo en leer, que tengas un día maravilloso.

Patricio Varsariah.