La vida es el objetivo de todas las cosas.
Publicado por Patricio Varsariah el martes, agosto 6, 2019

Yo estoy tremendamente enamorado de la vida, por eso enseño a celebrar. Todo tiene que ser celebrado, todo tiene que ser vivido, amado. Para mí no existe la diferencia entre lo mundano y lo sagrado. Para mí todo es sagrado, desde el peldaño más bajo al más alto de la escalera. La misma escalera: desde el cuerpo hasta el alma, desde lo material hasta lo espiritual: ¡todo es divino!
La celebración tiene que ser total, solo entonces puedes ser multidimensionalmente rico. Y ser multidimensionalmente rico es lo único que podemos ofrecerle a Dios. Si hay un Dios, y algún día tienes que encararle, solo te hará una pregunta: “¿Has vivido tu vida plenamente o no?”: porque esta oportunidad se te ha dado para vivirla, no para renunciar a ella. Si has vivido correctamente, si has vivido momento a momento plenamente, si le has exprimido todo su jugo a la vida, tu muerte será el orgasmo supremo.
La vida no tiene otro objetivo que ella misma porque no es más que otro nombre para Dios mismo. Todas las demás cosas de este mundo pueden tener un objetivo, pueden ser un medio para un fin, pero por lo menos una cosa tienes que dejar como el fin de todas y el medio de ninguna.
Lo puedes llamar existencia.
Lo puedes llamar Dios.
Lo puedes llamar universo
Lo puedes llamar vida.
Son nombres diferentes para una sola realidad.
Dios es el nombre dado a la vida por los teólogos, pero tiene un peligro en sí porque puede ser refutado; puede ser rebatido. Casi la mitad de la Tierra no cree en ningún Dios. No solo los comunistas, los budistas, los jainistas y miles de librepensadores son ateos. El nombre “Dios” no es muy definible porque se lo ha dado el hombre y no hay evidencia, prueba o argumento sobre él. Se queda más o menos como una palabra vacía. Significa lo que quieras que signifique.
Pero para mí, tal como “Dios” es un extremo, “existencia” es otro, porque la palabra “existencia” no indica que pueda estar viva; puede estar muerta. No indica que sea consciente; puede no tener consciencia alguna.
Por eso, mi elección es “vida”. La vida contiene todo lo que se necesita; además, no necesita pruebas. Tú eres vida. Tú eres la prueba. Tú eres el argumento. No puedes negar la vida; por eso en toda la historia del hombre, no ha habido un simple pensador que haya negado la vida.
Millones han negado a Dios, ¿pero ¿cómo puedes negar la vida? Late en tu corazón, está en tu aliento, se muestra en tus ojos. Se expresa en tu amor. Se celebra de mil y unas formas: en los árboles, en los pájaros, en las montañas, en los ríos.
La vida es el objetivo de todas las cosas. Por eso, la vida no puede tener otro objetivo que ella misma. En otras palabras: el objetivo de la vida es intrínseco. Dentro de ella misma están el crecimiento, la expansión, la celebración, la danza, el amor, el gozo; todos estos son aspectos de la vida.
Pero hasta ahora, ninguna religión ha aceptado la vida como el objetivo de nuestros esfuerzos, de todo nuestro afán. Por el contrario, las religiones han estado negando la vida y sosteniendo un hipotético Dios. Pero la vida es tan real que todas las religiones durante miles de años no han sido capaces de hacerle mella, a pesar de que todas ellas han sido anti vida. Su Dios no era el mismísimo centro de la vida; a su Dios se le encontraba solo renunciando a la vida. Ha sido una gran calamidad por la que ha pasado la humanidad: la misma idea de renunciar a la vida significa respetar a la muerte.
Todas las religiones veneran la muerte. No es casualidad que solo veneran a los santos muertos. Cuando están vivos, los crucifican. Cuando están vivos, los lapidan a muerte. Cuando están vivos, los envenenan y cuando están muertos, los veneran; un cambio repentino. Laactitud cambia totalmente.
Nadie ha profundizado en la psicología de este cambio. Merece la pena contemplarla: ¿por qué se venera a los santos muertos y se condena a los vivos? Porque los santos muertos cumplen todas las condiciones para ser religiosos: no se ríen, no gozan, no aman, no danzan, no tienen ninguna relación con la existencia. Realmente han renunciado a la vida en su totalidad: no respiran, su corazón ya no late. ¡Ahora son perfectamente religiosos!; no pueden pecar. Una cosa es segura: puedes depender de ellos, puedes fiarte de ellos.
Un santo en vida no es de fiar. Mañana puede cambiar de opinión. Hay santos que se han vuelto pecadores y pecadores que se han vuelto santos; así que hasta que no han muerto no se puede decir nada de ellos con absoluta seguridad. Esa es una de las razones básicas, en los templos, iglesias, mezquitas, gurudwaras, sinagogas: ¿a quién veneráis? Y no ves la estupidez de todo esto, que lo vivo venera a lo muerto. El presente venera al pasado. A la vida se le obliga a venerar a la muerte. Es por esas religiones anti vida que una y otra vez a través de los siglos surge esta pregunta: ¿cuál es el objetivo de la vida?
De acuerdo a las religiones, el objetivo es renunciar a ella, destruirla, torturarte a ti mismo en nombre de algún mitológico e hipotético Dios. Los animales no tienen religión alguna, excepto la vida. Excepto el hombre, toda la existencia confía en la vida; no hay otro Dios ni otro templo. No hay escrituras sagradas. En resumen: la vida lo es todo en sí misma. Es Dios, es el templo y es la sagrada escritura; y vivir la vida plenamente, con todo el corazón, es la única religión.
Yo creo que no hay otro objetivo que vivir con tal totalidad que cada momento se convierta en una celebración. La misma idea de “objetivo” trae el futuro a la mente, cualquier objetivo, cualquier fin, cualquier meta, necesita el futuro: todas tus metas te privan de tu presente que es la única realidad que tienes; el futuro está solo en tu imaginación, y el pasado es tan solo las huellas que han quedado en la arena de tu memoria.
Ni el pasado es ya real ni el futuro lo es todavía. Este momento es la única realidad. Y al vivir este momento sin ninguna inhibición, sin ninguna represión, sin codicia alguna por el futuro, sin ningún miedo (sin repetir el pasado una y otra vez, sino absolutamente fresco en cada momento, fresco y joven, sin que moleste la memoria, sin que la imaginación estorbe), adquiere tal pureza, tal inocencia, que solo a esa inocencia yo le puedo llamar divinidad.
Saludos.
Patricio Varsariah.