El dolor no es un callejón sin salida. Es un túnel. La única salida es atravesarlo. Evitarlo no funciona. Resistirse crea más sufrimiento. Pase lo que pase, no puedes huir de ello. Pensar demasiado solo empeora las cosas. La única forma de superar el agotamiento emocional y mental es enfrentarlo y sentirlo (sin apegarme). 

Cuando no hay salida, siempre hay una salida. Así que no le des la espalda al dolor. Enfréntalo. Siéntelo plenamente. Siéntelo, ¡no pienses en ello! Exprésalo si es necesario, pero no crees un guion mental en torno a él. Presta toda tu atención al sentimiento, no a la persona, el evento o la situación que parece haberlo causado. No dejes que la mente use el dolor para crearte una identidad de víctima.

Compadecerte de ti mismo y contar tu historia a los demás te mantendrá atrapado en el sufrimiento. Como es imposible escapar del sentimiento, la única posibilidad de cambio es adentrarse en él; de lo contrario, nada cambiará. Así que presta toda tu atención a lo que sientes y evita etiquetarlo mentalmente.

En mi peor momento, no necesito una vía de escape. No necesito arreglar lo que estoy pasando. Ni replantearlo en ese momento. Solo necesito procesar lo que siento. Y darme tiempo para el resto. Y para lograrlo, siempre tengo que dejar de pensar y empezar a sentir. Sobre analizar no funciona. Solo me mantiene sumido en la miseria.

Últimamente, soy más consciente. Dejo que la emoción fluya. Ira. Pena. Miedo. No la juzgo. No le doy vueltas a una historia en mi cabeza. Simplemente la siento mientras pasa. Requiere mucha práctica. La mente contraataca. Quiere descifrarlo. Quiere encontrar un culpable. Quiere culpar a alguien, a veces a mí. Pero esa es la trampa. Eso es lo que mantiene la herida abierta.

El objetivo de sentir y soltar es convertirlo en mi respuesta predeterminada a todo el dolor que pueda arrebatarme la paz mental. Las reacciones habituales como: "La vida ha sido injusta conmigo" te roban algo preciado: la presencia. La mayoría de la gente lleva estas cargas mentales como si fueran la definición misma de sus vidas. La mala noticia es que cuanto más repasamos la historia, más nos hundimos.

Lo que sientes no desaparece. Nunca desaparece cuando nos quedamos en nuestras cabezas. El dolor no necesita solución. Necesita espacio. Siéntelo, no pienses en ello. Ese es el secreto de la transformación. Sentir significa estar en tu cuerpo. Pensar significa estar atrapado en tu cabeza. Sentarse con el dolor puede ser intenso, pero es así como sales mejor. Sanado.

Pensar demasiado alimenta el sufrimiento. Te conviertes en la víctima en tu propia cabeza. No dejes que la mente use el dolor para crear una identidad de víctima. No uses tu dolor para justificar quedarte estancada. Para evitar la responsabilidad de enfrentar lo que sientes sin que te consuma. O incluso para sentirte validada.

El dolor es universal. Pero el sufrimiento es personal. Es lo que hacemos con el dolor lo que decide si avanzamos o nos quedamos atrapados. ¿Qué significa eso para tu vida? 

Cuando tienes el corazón roto, no te ahogas en distracciones ni culpas a la otra persona. Te sientas con la emoción. Déjala salir si es necesario. Grita contra una almohada si eso ayuda. Si llorar ayuda, adelante. Siéntela. Completamente. Sin juzgar. Si estás de duelo, acéptalo. No te apresures a "superarlo". Hónralo y luego déjalo salir lentamente sin apegarte. El mismo principio aplica cuando fracasas. No caes en la espiral del autodesprecio. Afrontas la vergüenza. Admites la decepción. Pero no construyes una identidad en torno a ser un "fracaso". Cuando la vida te destroza, no te remiendes con falsas esperanzas ni distracciones superficiales. Mantente abierto. Aunque duela. 

La vida duele y dolerá. Pero el sufrimiento es una elección. No veas el dolor solo como una señal de que la vida va mal. Considéralo como una señal de que estás vivo. Es una prueba de que te importa, de que estás viviendo una experiencia humana normal. El sufrimiento continúa cuando nos negamos a dejar que el dolor nos atraviese. Cuando repetimos la experiencia, nos aferramos al resentimiento o nos convencemos de que estamos condenados. Deja de obsesionarte con por qué duele algo.

Cuando estés pasando por algo doloroso, no pienses. Siente. Luego observa lo rápido que aparece la salida. El dolor es inevitable. Seguirás sintiéndolo en el futuro. Pero ya no luchas contra él. Dejas que te atraviese. Sin historias mentales. Sin drama. Solo presencia.

La próxima vez que te sientas roto, estancado o abrumado, recuerda no te des la vuelta. La salida no es salir. La salida es atravesar. Enfrenta el sentimiento. No te escondas en tu cabeza. El verdadero cambio de realidad ocurre cuando dejas de necesitar entenderlo todo y empiezas a permitirte sentirlo todo. Sin victimismo. Solo presencia.

Presta toda tu atención al sentimiento, no a la persona, evento o situación que parece haberlo causado. Esa es la manera de superarlo. Y una vez que lo superas, sales libre. Si sientes dolor ahora mismo, no te apresures a solucionarlo. No te ahogues en las historias de tu cabeza. Siéntelo. Completamente. Honestamente. Y luego déjalo ir.

Mi gratitud por dedicar tu tiempo en leer, que tengas un día maravilloso y, lleno de agradecimientos.

Patricio Varsariah.