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Reconocer lo bueno que ya existe en tu vida es la base de toda abundancia. Estar agradecido por la vida, por las experiencias y por las personas es una forma de estar atento a lo que sucede a tu alrededor. La gratitud te saca del piloto automático: te impide correr hacia lo siguiente, la siguiente tarea, la próxima preocupación. Te devuelve al presente. Y a veces, solo eso cambia tus reacciones, tus respuestas y hasta tu día entero. Es una práctica diaria.

No necesitas un diario para ejercitarla. Puedes reflexionar mientras caminas, mientras esperas, mientras respiras. Puedes decirle a alguien: “Oye, me alegra que estés aquí”. Eso también transforma la forma en que esa persona te responde. La gratitud crece cuando la compartes.

Piensa en una pequeña cosa que no haya sido mala hoy. Un instante en el que la vida fue, si no mágica, al menos amable. Reflexiona un minuto. Siéntelo con todo tu ser. Eso es la gratitud: una leve transformación del ánimo. Con el tiempo, esas pequeñas transformaciones se suman y terminan cambiando tu vida.

Entonces, ¿qué nos detiene? El miedo. Miedo a la conexión, al cambio, a ver lo que realmente es posible. A veces nos sentimos más seguros enfocándonos en la escasez. Pero la generosidad y la gratitud casi siempre van juntas; iluminan el camino hacia algo mejor.

No necesitas que tu vida vaya perfectamente para sentir gratitud. No exige buen humor ni un buen día. Solo te pide atención a lo que está aquí ahora, sin intentar convertirlo todo en una lección. A veces lo que agradeces es haber superado una reunión sin avergonzarte, o haber escuchado por fin a tu ser querido. Y eso basta.

La gratitud facilita las relaciones. Dejas de esperar que los demás te lean la mente. Empiezas a notar su esfuerzo. Empiezas a decir “gracias” con más frecuencia. La gente lo siente. Tú también.

Los pequeños triunfos cuentan —de hecho, a veces importan más que los grandes—. Son los que te impiden perder el equilibrio. 

La gratitud te da más energía para ir hacia la vida que deseas, porque ya no te alimentas de la frustración. Tienes claridad.

No conviertas la gratitud en otra tarea de tu lista de “ser mejor persona”. Solo empieza a notar. A nombrar. A compartir. Así es como se vuelve un estilo de vida.

Para mí, la gratitud no solo es la mayor de las virtudes, sino la madre de todas las demás.

Que hoy encuentres al menos una razón para decir “gracias”.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com