La paciencia no siempre se ve como progreso. A veces se siente como quietud, y esa quietud es fuerza. La paciencia no es esperar a que la vida suceda, sino confiar en el ritmo del desarrollo.

Este escrito es para quienes se sienten atrasados, inquietos o tentados a apresurarse. La paciencia no es demora; es fuerza en movimiento. Vivimos en un mundo que celebra la velocidad —victorias rápidas, crecimiento rápido, resultados rápidos—, pero la fuerza más valiosa que tendrás es aquella que nadie aplaude: la paciencia.

La paciencia no siempre se ve como avance. Se ve como silencio, como pausa, como espera. Y, sin embargo, bajo la superficie, algo se está formando.

La paciencia no es debilidad. Cuando escuchamos “paciencia”, solemos imaginar inacción. Pero no es eso. La paciencia es activa: es mantenerte firme cuando todo en ti quiere avanzar a toda prisa. Es elegir las raíces antes que las ramas. Es creer en el tiempo, incluso cuando el tiempo parece injusto.

La paciencia es entrenar tu fuerza en silencio, como los músculos que crecen entre entrenamientos, no durante ellos.

Lo que la paciencia me enseñó:
Antes pensaba que lo opuesto a la paciencia era el movimiento. Ahora sé que lo opuesto a la paciencia es el pánico. Porque cuando entramos en pánico, nos apresuramos, forzamos, intentamos abrir puertas que aún no están listas para nosotros. Y al hacerlo, nos perdemos el trabajo silencioso que se realiza dentro.

La paciencia me ha enseñado que las estaciones invisibles importan. Que nada se desperdicia, incluso cuando parece retrasado. Que cada pausa me prepara para el peso de lo que pedí.

Un sinuoso sendero otoñal cubierto de hojas doradas: la caída del follaje simboliza el viaje tranquilo y constante de la paciencia y la fuerza oculta. Podrías ser más fuerte de lo que crees.

Si estás en una época de espera, escucha esto: tu paciencia no es debilidad, es fuerza disfrazada. Cada día que decides no rendirte, eso es fuerza. Cada vez que mantienes la fe en silencio, eso es fuerza. Cada momento que resistes la comparación con el ritmo de otros, eso también es fuerza. Puede que el mundo no lo vea. Pero un día, tu paciencia florecerá en algo innegable.

Nota final:

Un recordatorio para el camino por delante: la paciencia no se trata de quedarse quieto, sino de mantenerse fuerte. Los días de espera no son en vano; te están moldeando con resistencia, sabiduría y con una clase de poder que no se desvanece.

Así que, si sientes la tentación de apresurarte esta temporada, recuerda: el futuro pertenece a quienes confían en el ritmo de su propio desarrollo.

La paciencia no es pasiva. Es el poder lento que convierte la espera en crecimiento. Sigamos caminando con paciencia, paso a paso, con fuerza. La paciencia no se trata solo de esperar; se trata de lo que sucede mientras esperas… y de lo que llegará después.

Si mis palabras te dieron un poco de consuelo o te invitaron a reflexionar, guárdalas contigo. Y si quieres, compártelas con alguien que también esté esperando encontrar su propio consuelo.

Patricio Varsariah.