La muerte no es mi vocación.
Publicado por Patricio Varsariah el jueves, septiembre 2, 2021
Como pasa el tiempo de mi vida, como un suspiro y pese a todos los acontecimientos del pasado ya olvidado, a mí no se me ha muerto la esperanza, no lo digo como vencedor, no lo digo como un poderoso, no lo digo como un conjuro, como falso testimonio o como estandarte, tampoco lo digo como un malabarista en la carpa del circo, como el centro del universo al margen de sus rutas o como el intocado por las dentelladas de la vida, no lo digo acaso en un instante de júbilo, ni siquiera lo digo con el optimismo necesario a los comienzos.
Lo digo como quien afirma una elemental condición del ser humano, lo digo con la tristeza y el miedo a las espaldas, lo digo con la incertidumbre del que sabe que aún no han sido derrotados la insatisfacción y el hastío, lo digo con la madurez del que no ignora que el fracaso, la frustración y la amargura le tocarán la puerta todavía como insepultos guerreros de un tiempo sepultado.
No se me ha muerto la esperanza, ni una sola de las tantas veces en que muero vivo, cuando alguno con mi propio rostro me abandona, cuando alguno al que sostuve me niega el apoyo de su brazo, cuando el más cercano me injuria, me desconoce o me deshace. A mí no se me ha muerto la esperanza, la justicia mayor está presente aunque coexistan en su prado mezquinas injusticias, éste es el tiempo del amor, y el amor va haciendo ronda a ronda su fiel cosecha.
La esperanza soy yo, porque la esperanza es mi pueblo y yo le pertenezco, yo que también tropiezo, asumo errores, rectifico, y para limpiarme los pulmones respiro hondo y sigo hacia adelante porque sé, que en este mundo poco a poco más limpio, hay que tener corazón para el desgarramiento inevitable y corazón roturado para la siembra de confianza y alegría.
No se me ha muerto la esperanza, porque la muerte no es mi vocación, porque no le conozco un rostro definitivo a no ser el rostro múltiple de nuestras multitudes, porque no acepto más voluntad que mi terca voluntad de alzar junto a otras manos voluntariosamente tercas, la tierra fecunda, todopoderosa, irrenunciable del amor.
Un cordial saludo.
Patricio Varsariah