La hipocresía es sencilla y llanamente la falta de coherencia entre aquello que decimos aceptar como principios base de nuestro comportamiento, y lo que realmente hacemos. La hipocresía a nivel moral depende siempre de la coherencia en valores, no de otros comportamientos que dependen más de la banalidad de nuestro carácter que de la moralidad de nuestros actos. Ser hipócrita es decir que respeto la igualdad real entre géneros y luego tener comportamientos machistas, micros o macros, justificándolos con cualquier peregrina excusa que se me ocurra.

La honestidad total es un mito. No existe nada parecido, ni siquiera somos siempre sinceros con nosotros mismos. Nos autoengañamos con cierta frecuencia, con tal de no ver las carencias de nuestro carácter o de nuestros hábitos. A veces subconscientemente, pero en la sociedad de las vanidades en la que vivimos la mayoría de las veces para disimular ante los demás. Las máscaras se han convertido en nuestra segunda naturaleza y en pocas ocasiones y a regañadientes nos mostramos tal y como somos. Hipócrita es pedir a los demás que se muestren tal y como son, o reprocharlo en algún cotilleo social, y no autoevaluar nuestro propio comportamiento. Solemos aplicar las reglas morales que decimos respetar rara vez en primera persona y casi siempre en casa ajena, qué le vamos a hacer.

Lo mismo podemos decir del racismo o de otros deleznables comportamientos que nunca nos gusta reconocer en primera persona, pero en los que a veces caemos. No debemos confundir la hipocresía directamente con la mentira, pueden coincidir, o no, pero hay muchos factores que pueden hacer que mintamos que no dependen de no respetar aquellos valores que decimos forman parte de nuestros principios morales. 

El prototipo de hipócrita moral que vemos en la política, y que tanto daño produce a todo un pueblo, . cuando algún personaje de relevancia, como la gran mayoría 99% de políticos – prototipos de la hipocresía moral y social, dicen respetar unos valores y se disfrazan con ellos para mostrarnos unas facetas en público que no corresponden en absoluto con los que lleva a cabo en su vida privada, o cuando se aprovecha de ese disfraz para beneficiarse por las simpatías que despiertan, se venden como un personajes humilde, que trabajan por revertir la pobreza y asume en teoría los valores de una vida sencilla, cuando en realidad vive a costa del Estado como una familia rica. 

Lo vemos demasiado a menudo en política o en la sociedad, pero estamos tan acostumbrados a la incoherencia entre los principios que se dicen afirmar y la excusa de la “política real”, que lo damos por descontados. Hemos aceptado que la incoherencia en política es parte de la misma, y esa es una de las causas del auge de los populismos extremos. No tenemos en cuenta que aceptar como normales este tipo de contradicciones termina por degradar la vida política a una inmoralidad que no beneficia a nadie, salvo a los “politiqueros de pacotilla” que se aprovechan de ella.

Lo vemos tambien el “los predicadores” que han perdido la fe, sin embargo, sigue predicando porque cree que es lo mejor para la comunidad. Su motivación es pragmática, no religiosa. Hay falsedad en su forma de vida, sin duda, pero no tanto hipocresía, pues algunos no muchos, siguen viviendo con la sencillez y humildad que predican para los demás. Mantiene la coherencia entre como pide a los demás que vivan y como vive él acorde a esos mismos principios. 

En la hipocresía, como en la mentira, hay muchos matices. A veces tenemos unos principios morales y vivimos de acuerdo a ellos, pero la presión social es tal, que nos ponemos una máscara y pretendemos ante los demás ser alguien diferente. Las máscaras que utilizamos para sobrevivir a las presiones sociales pueden ser tan falsas como los filtros de las fotografías que usamos al subir nuestras fotos a las redes sociales, pero en ocasiones para sobrevivir, en el amor u otras pasiones vitales, se necesita de estas máscaras. El toque moral que diferencia la bondad o maldad de las máscaras dependerá del uso que hagamos de ellas. 

La hipocresía no estará en aparentar algo que no somos estrictamente, si el juego simulado es aceptado, o si necesitamos alguno de estos recursos retóricos sociales para sobrevivir a ambientes hostiles, sino en el daño que conscientemente podamos causar a otros. Se puede ser una persona íntegra si mantenemos la coherencia entre lo que en verdad pensamos y cómo vivimos acorde ante esa creencia, aunque de cara a los demás, por los motivos que fuera, aparentamos otra cosa, y pudiera parecer hipocresía. Pero no lo es. 

Hemos de tener cuidado con los matices.Digamos pues que la clave en el debate moral de la hipocresía, por si no hubiera quedado claro en los párrafos que anteceden, se encuentra más en el egoísmo que en la falsedad en sí. La falsedad o insinceridad puede tener muchos motivos; ser partícipes del juego social de espejos en el que vivimos, sobrevivir a presiones hostiles en el trabajo, sacrificar parte de las creencias propias para compartir espacios comunes con otra persona, añadir picante al sexo o al enamoramiento romántico, mantener la llama de amistades complicadas o mil recursos más con los que convivimos en una comunidad heterogénea. 

Puede que ocultemos nuestra vulnerabilidad, para evitar ser castigados por la ceguera de otros, o por el contrario la expongamos buscando sus simpatías. Utilizar sin embargo la hipocresía como un disfraz para aprovecharnos de la ingenuidad ajena no tiene justificación moral ninguna. Ni si se usa para causar daños a terceros.

Ser estrictos en nuestros juicios morales, sobre lo propio o lo ajeno, nunca es una buena medida. Podemos desear alcanzar un altar de honestidad presupuesta donde seamos todo sinceridad y no haya lugar a la hipocresía, pero como he manifestado; primero, alcanzar virtudes morales es un proceso, un hábito que cuesta trabajo. No podemos decepcionarnos por no vivir siempre acorde a principios en los que creemos. Segundo, porque a veces ser estrictos aplicando estos principios causa daños ajenos a los demás a los que hemos de ser especialmente sensibles. Tú puedes sentirte muy bien siendo sincero, pero si tu sinceridad causa un daño irreparable lo mismo has de pensar cuidadosamente qué decir, a quién decirlo y cómo decirlo.

En personas de virtudes moderadas la modestia es simple honestidad, pero en los que poseen gran talento es hipocresía.  O lo que es lo mismo, como en tantas cosas que hemos olvidado, y en tantas otras cosas imposibles de olvidar como la política, el amor, el trabajo, el ocio, apliquemos el sentido común que mesura nuestros juicios. 

Tratemos de ser sinceros, sin un uso dogmático de nuestra coherencia entre cómo pensamos y cómo vivimos, respetando por el camino cómo los demás piensan y cómo los demás viven. Menos hipocresía y más sinceridad, pero sin daños colaterales. Todo hombre es sincero a solas, cuando aparece una segunda persona comienza la hipocresía.

Gracias por tu generosidad y la paciencia de leerme, espero que hayas encontrado algo útil y si deseas puedes compartirlo ya que el saber aumenta si se comparte.

Saludos.

Patricio Varsariah.