La esperanza que sostengo en mis manos.
Publicado por Patricio Varsariah el jueves, diciembre 4, 2025
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Si cuido bien cada día, el futuro suele desplegarse con la misma delicadeza. Hoy despierto con esperanza en el corazón. El mañana… ya lo atenderé cuando llegue.
Escribo esto tras leer el comentario de una amiga mayor de mi página. Ella confesaba que la esperanza es lo más difícil para ella. Su sinceridad encendió en mí una respuesta que nunca antes había escrito, y esa respuesta se convirtió en la semilla de este texto.
Solía considerar la esperanza como creer que un Papá Noel o un Hada madrina lo mejorarían todo. Ahora puedo ver el cinismo y la lógica rígida de esa perspectiva.
Una vez, cuando era joven, sostuve un pájaro herido entre mis manos. Temblaba. Su pequeño corazón golpeaba contra mi palma buscando vida. Así, con esa misma delicadeza, deberíamos sostener la esperanza: sin apretarla, sin exigirle, solo acompañándola.
La esperanza es esa cosa con plumas que se posa en el alma y canta una melodía sin palabras que nunca se detiene.
La definición del diccionario habla de un deseo: “Espero que no llueva”. Yo, en cambio, soy optimista. Espero que sucedan cosas buenas. El optimismo es mi modo predeterminado, pase lo que pase.
Cuando llueve y mis planes cambian, no me enojo. Agradezco el agua que sostiene todo lo vivo. Hoy anuncian un 100 % de lluvia en mi pueblo, y la espero con ansias. Escribiré mientras la veo bailar frente a mi ventana.
Cuando llueve y mis planes cambian, no me enojo. Agradezco el agua que sostiene todo lo vivo. Hoy anuncian un 100 % de lluvia en mi pueblo, y la espero con ansias. Escribiré mientras la veo bailar frente a mi ventana.
Mi amiga tiene 80 años. ¿Cómo podría pretender saber lo que siente? Quizá dentro de diez años lo entenderé mejor. Leo siempre sus comentarios: son como pequeñas notas desde el futuro. En su mayoría están llenas de luz. Pero todos tenemos días oscuros; la vejez no es para los débiles.
Me despierto cada mañana con la esperanza de que el día salga bien y de poder afrontar cada momento con amabilidad y creatividad. No pienso mucho en el futuro. Prefiero preguntarme: ¿qué ocurre ahora mismo y qué me toca hacer? Si cuido bien de este día, el mañana sabrá cuidarse solo.
Cuando la preocupación me aprieta el pecho como un bloque de hormigón, elevo una plegaria. No al Dios de las iglesias, sino al creador que imagino dentro de mí, a esa cosa con plumas que canta en mi alma. Pido solo sabiduría, nunca cosas materiales. Y las respuestas llegan en la medida en que hago lo mejor que puedo.
El cristiano original dijo: “El reino de Dios está dentro de ti”. Mi plegaria dice: “Por favor, ayúdame a encontrar la sabiduría para decir y hacer lo que necesito para resolver este problema. Gracias”.
La reflexión también es una forma de oración: un canto silencioso que nunca se apaga. Cada mañana despierto con una frase sencilla latiendo en mí: “Estoy agradecido de haber despertado a un nuevo día y espero hacer lo mismo mañana. Gracias”.
¡Gracias por leer!
Patricio Varsariah
www.patriciovarsariah.com
