la ceguera de nuestra ignorancia.
Publicado por Patricio Varsariah el miércoles, marzo 30, 2016

La condición humana es fruto del impulso del deseo, es algo connatural a su existencia, ahora bien, el destino del ser humano pasa por hacer de la vida un propósito adecuado. Ello se da cuando los hombres y mujeres aunamos el esfuerzo de intenciones saludables con acciones responsables. Todo acto mental, corporal y/o pensamiento discursivo genera un efecto que más tarde o más temprano recibiremos como resultado.
Sufrimos porque queremos seguir siendo lo que creemos ser (avaricia, autoestima exagerada, excitación, ocultamiento de los propios defectos, apetencia excesiva, gula, compulsión, avidez, codicia y deseo sensual)
El apego se encuentra fundamentado en un sentido extremo de poseer algo; lo reconocemos como una identificación mental y emocional obsesiva hacia algo o alguien, un impulso ávido que niega absolutamente la idea de la impermanencia. Para la persona que desea y trata de perpetuar eternamente sus anhelos, todo aquello que impida este propósito se manifiesta mediante formas de enfrentamiento o evasión. Así, ante los impedimentos, el individuo actúa generalmente de manera impulsiva e irresponsable pues trata de obtener, sea como sea, y usando todos los medios a su alcance, cualquier ansia personal que satisfaga sus supuestas necesidades.Por ello, para conseguir los objetos del deseo, el ser humano articula diversas artimañas y estrategias que, a lo peor, acaban generando daño y dolor en los otros.
Por otro lado, hemos de admitir que el yo tampoco acepta la realidad de la interdependencia y defiende a toda costa su autoimagen generada (apego) a través del rechazo del otro (odio). Esta es la ceguera de nuestra ignorancia.
Sin embargo, que existe una posibilidad de superar el apego basada en el dar por dar. Esta forma de ser y actuar también es connatural al hombre y se manifiesta cuando experimentamos conjuntamente los sentimientos de humildad y la compasión. En el momento en el que somos capaces de ser verdaderamente útiles para los demás (y para nosotros mismos) a través de pensamientos, palabras y acciones favorables (karma) estamos propiciando la emergencia del antídoto de este veneno denominado deseo.