Está en todas partes, oculto a simple vista, el lento envejecimiento de la conexión humana. Como un gusano parásito que brilla suavemente con un corazón digital. Irónicamente, nuestro mundo nunca ha estado más interconectado, con la tecnología introduciéndose en todos los aspectos de nuestras vidas.

Desde la comunicación instantánea hasta los dispositivos inteligentes, nos hemos acostumbrado a las comodidades de la vida moderna. Sin embargo, enterrados hasta el pecho en esta era digital, hay señales sutiles de que estamos perdiendo nuestra humanidad.

Aquí hay cinco indicadores silenciosos pero poderosos de que nuestra conexión entre nosotros y con nosotros mismos se está erosionando lentamente. Cuanto más automatizamos la conexión humana, más perdemos el contacto con nuestra propia humanidad.

1. La erosión de la empatía
La empatía, la capacidad de comprender y compartir los sentimientos de los demás, es la piedra angular de la conexión humana. Sin embargo, en el mundo acelerado de hoy, parece que nuestra capacidad de empatía se está disolviendo lentamente, como un castillo de arena que se desmorona bajo las incesantes olas de distracciones tecnológicas.

El aluvión constante de notificaciones y mensajes nos ha vuelto impacientes, y la constante necesidad de estimulación ha disminuido nuestra capacidad de escuchar verdaderamente a los demás. A menudo nos encontramos mirando nuestras pantallas, incluso en medio de una conversación, priorizando sin darnos cuenta las conexiones digitales sobre las humanas.

El mundo en línea a menudo puede sentirse como una cámara de eco. Un lugar donde solo estamos expuestos a opiniones y creencias que refuerzan las nuestras. Esta falta de diversidad en las perspectivas dificulta la empatía con aquellos que tienen puntos de vista diferentes.

2. La desaparición de la conexión genuina. En una época en la que podemos estar "conectados" con miles de amigos y seguidores en las redes sociales, es irónico que nos sintamos más desconectados que nunca. Hemos cambiado la calidez de un abrazo, el consuelo de la risa de un amigo y la alegría de compartir experiencias por el brillo frío de nuestras pantallas. A medida que nos desplazamos a través de fuentes cuidadosamente seleccionadas, somos bombardeados con vislumbres superficiales de la vida de los demás. Estas conexiones virtuales nos dan la ilusión de intimidad, pero carecen de la profundidad y autenticidad de las interacciones cara a cara.

Como persiguiendo un espejismo en el desierto, tenemos sed de una conexión genuina, pero quedamos insatisfechos, con la soledad filtrándose lentamente en las grietas de nuestros corazones.

3. El embotamiento de nuestro espectro emocional. La era digital ha traído una explosión de contenido, una cacofonía de voces que compiten por nuestra atención. En esta búsqueda interminable de clics y me gusta, dominan los titulares más ruidosos y sensacionalistas, lo que lleva a un énfasis excesivo en los extremos de la emoción humana. Como resultado, nuestro espectro emocional se ha comprimido, como una hermosa melodía reducida a una sola nota monótona. Nos hemos vuelto insensibles a las sutilezas de la emoción humana, ya que nuestros cerebros se inundan con una avalancha de historias sensacionalistas y reacciones exageradas.

A su vez, corremos el riesgo de perder contacto con el rico tapiz de emociones que nos hacen humanos. Los matices sutiles de alegría, tristeza, amor y desesperación se pierden en el ruido, dejándonos atrofiados emocionalmente y desconectados de nuestros propios sentimientos.

4. La pérdida de la autorreflexión y la introspección. En un mundo que exige constantemente nuestra atención, hemos perdido el arte de la introspección, los momentos tranquilos de autorreflexión que nos permiten crecer y evolucionar como individuos. Como una gota de tinta en un vaso de agua, nuestros pensamientos y creencias se diluyen por la corriente interminable de estímulos externos.

Nuestras vidas se han convertido en un bucle continuo de consumo, con poco espacio para la contemplación. Nos hemos vuelto adictos a la gratificación instantánea de las redes sociales y, al hacerlo, hemos cambiado la profundidad de nuestro mundo interior por las aguas poco profundas de la validación superficial.

La capacidad de mirar hacia adentro, de explorar los rincones de nuestra mente y corazón, es una parte vital de lo que nos hace humanos. Sin introspección, corremos el riesgo de convertirnos en autómatas, consumiendo y regurgitando sin pensar la información sin una verdadera comprensión de nosotros mismos o del mundo que nos rodea.

5. La devaluación del arte y la creatividad. El arte lava del alma el polvo de la vida cotidiana. El arte y la creatividad han sido durante mucho tiempo el alma de la humanidad, los colores vibrantes que pintan el lienzo de nuestra existencia. A través de la música, la literatura y las artes visuales, hemos capturado la esencia de la experiencia humana, trascendiendo el tiempo y el espacio para conectarnos unos con otros en un nivel profundo.

Sin embargo, en nuestro mundo moderno, el valor del arte y la creatividad a menudo se pasa por alto, eclipsado por la búsqueda del éxito material y las distracciones aturdidoras de la tecnología. En lugar de apreciar la belleza de una sinfonía o la profundidad de una novela bien elaborada, nos encontramos perdidos en el vacío encanto de los videos virales y los reality shows. Esta devaluación del arte y la creatividad es una tragedia silenciosa, ya que erosiona lentamente el alma de la humanidad. Sin arte, perdemos la capacidad de expresar nuestras emociones más profundas, explorar las complejidades de la experiencia humana y conectarnos verdaderamente entre nosotros a nivel espiritual.

Reavivar la Llama de Nuestra Humanidad. A pesar de estos signos inquietantes, hay un destello de esperanza. La humanidad, con su espíritu indomable y su resiliencia, tiene la capacidad de recuperar lo perdido. 

Aquí pongo a tu consideración, algunas maneras en que podemos devolverle la vida a nuestra humanidad que se desvanece:

1.-Cultiva la empatía. Has un esfuerzo consciente para comprender y compartir los sentimientos de los demás. Comienza por escuchar realmente cuando alguien habla, sin la distracción de tu teléfono u otros dispositivos. Fomente el diálogo abierto y trata de comprender las perspectivas que difieren de las tuyas. Es en estos intercambios tranquilos y empáticos que re-descubrimos nuestra humanidad compartida.

Fomentar conexiones genuinas. Si bien la tecnología tiene su lugar, no hay sustituto para las interacciones cara a cara. Pasa tiempo de calidad con sus seres queridos, participe en conversaciones significativas y cree experiencias compartidas. Las conexiones genuinas son los hilos que tejen el tapiz de la sociedad humana.

2.- Abraza el espectro completo de emociones. Resiste la tentación de adormecer o reprimir tus emociones. En su lugar, permítete sentir profundamente, experimentar toda la gama de emociones humanas. Al hacerlo, no solo enriquece tu propia vida, sino que también allana el camino para conexiones más profundas con los demás.

3.- Practica la introspección. Dedica momentos de tranquilidad en tu día para la autorreflexión. Escribir en un diario, meditar o simplemente sentarse en silencio puede proporcionar un respiro muy necesario del ruido de nuestro mundo digital. Es en estos momentos tranquilos de introspección que nos encontramos cara a cara con nuestro verdadero yo.

4.- Valorar el Arte y la Creatividad. Comprometerse con el arte en todas sus formas. Lee un libro, escuche música o visita una galería de arte local. Mejor aún, expresa tu propia creatividad. Ya sea pintando, escribiendo, bailando o tocando un instrumento, la expresión creativa es una forma poderosa de recuperar nuestra humanidad.

Una cosa más. Los signos de nuestra humanidad menguante están a nuestro alrededor, sutilmente entretejidos en el tejido de nuestras vidas digitales. A medida que nos atrincheramos más en este panorama tecnológico, es crucial que nos mantengamos alerta y luchemos para preservar los aspectos de nuestra humanidad que realmente importan.

La empatía, la conexión genuina, la profundidad emocional, la introspección y el arte son los pilares que sostienen nuestra alma colectiva, y depende de cada uno de nosotros asegurarnos de que no se derrumben bajo el peso de nuestro mundo moderno.

Se alcanza una gran paz interna cuando se tiene la certeza de que estamos haciendo lo posible para ser mejores cada día. Esa gran paz se halla siempre mas allá de las circunstancias personales, radica en ser no en tener, es un flujo natural reconocible. Que encontramos al redescubrir nuestra naturaleza espiritual y se expresa en la madurez amorosa de todas nuestras acciones y de todas nuestras palabras.

Saludos.

Patricio Varsariah.