hoy despierto sumergido en serenidad
Publicado por Patricio Varsariah el viernes, marzo 11, 2016

Antes de abrir los ojos por la mañana busco en mi corazón las sensaciones y emociones que albergo. Antes había miedo. Miedo a la rutina y a la incertidumbre, a poder prever en qué iba a consistir mi día sabiendo que nada podría hacer para modificarlo, al menos algo realmente trascendente. Era mi deber, hacer las cosas como están establecidas, como deben ser. Sentía incertidumbre porque no sabía bien a dónde me llevaba esa rutina y porque sabía que mi corazón intuía otra cosa. Me levantaba de la cama con la desidia de siempre pero sonriendo, porque al menos eso sí lo había aprendido, sí que lo sabía indispensable. Algunos pasos habían sido dados, en mi pecho cocían grandes cambios pero estaban agazapados, escondidos, preparados para saltar en el momento preciso. Mientras, esa sonrisa y otros gestos de benevolencia no eran más que una careta, que un escudo.
Ahora, poco antes de que mis pupilas se iluminen con la luz del mundo mi corazón se ve iluminado con otro tipo de luz más dulce y profunda. Del sueño, del hermoso sueño reparador e instructor de hoy despierto sumergido en serenidad y claridad. El día es un reto, el reto de ver cuánta maravilla voy a encontrar, cuales serán los guiños de hoy, los momentos mágicos en que la lógica humana será descuadrada, en que le daré un toque de atención a mi mente terrenal. Es un reto para amar más que ayer, para sentirme más vivo que ayer y hacer las mismas cosas que si fuera mi último día de vida. Entregarme del todo, en todo, ponerlo todo, amar del todo.
La luz que me inunda, como el agua, que me empapa, como líquido dulce, proviene de una Fuente hermosa, cristalina y pura. Acaricia cada poro de mi piel y su esencia me penetra para hacerse parte de mí, porque soy su esencia, del mismo modo que soy agua en un alto porcentaje soy la Fuente en mí mismo, siento su Presencia. Su calor remansa mi corazón sediento e inquieto, su bálsamo es murmullo de ola que mece mi cuerpo inerte pero latente en el sueño del hallarme con mi alma, con mi espíritu a Su lado, con Él, en Él.
Cuando llega la noche y se me derrumban los músculos mis ojos piden descansar los párpados fatigados y sosegar mi cuerpo más cerca de la tierra. Entonces delante de mí pasan los hechos de este día que se acaba. Repaso esbozando una sonrisa todo aquello que he escuchado o dicho, visto o hecho, enmendado o aprendido. Me siento de nuevo seguro de que nada hubiera cambiado si éste hubiera sido mi último día en el planeta Tierra, de que puedo cerrar los ojos en paz y abandonar mi cuerpo para…, sabe Dios cuando, regresar… o no.
Y regreso, porque estoy vivo, y aún quedan cosas que hacer, mi misión no ha terminado. Básicamente lo que queda es mucho por aprender, mucho por crecer aún en esta escuela antes de volver al Origen. Y mis actos interactúan con las vidas de los demás, cruzándose como hilos que tejen una manta. La riqueza del entramado magnifica nuestra existencia conjunta como seres humanos, como raza que tiende a alabar la Luz. Los que Ven guían a los que no quieren Ver, aunque poco podemos ser más que tuertos miopes guiando a ciegos. Pero los nudos bien atados entre las vidas que cruzamos hablan por nosotros, nuestro camino escrito, nuestros actos de amor elevan nuestra conciencia y nuestro conocimiento de quienes somos. Así, y no de otra manera, nos acercamos a la Fuente, la rozamos, sentimos satisfecha nuestra sed de comprensión.
Cierro los ojos y me dejo llevar como despierto, el devenir de imágenes y sonidos me hace emprender el vuelo, sí, así, del mismo modo que durante el día, soñando, deseando, haciendo realidad. De ese modo vuelo, despliego las alas y puedo sentir el viento en mi rostro elevarme hacia el cielo en piruetas que dibujan siluetas en el aire. Y entonces… ¿qué importa que mis ojos estén abiertos o cerrados?