Me gustó pensar en la vida como un gran mar por el que navega mi alma viajera. Me gustó recordar que el timón y las velas del mismo son mi razón y mi pasión. Pero, sobre todo, me gustó comprender que yo soy la capitana de mi propio barco y que el reto consiste, justamente, en aprender a manejar tanto el timón como las velas de la forma más adecuada posible para que, hasta en las más furiosas tempestades, mi velero se mantenga a flote… y continúe navegando.