Hoy, como cada día no dejo de sorprenderme por los eventos más simples que llenan de complejidad mi vida, me sorprende la fuerza que tiene los pobres para levantarse, me sorprende el pensamiento, cómo es de voraz, cómo es de vivo. Me sorprendo a mi mismo la valentía de los que luchamos día a día por respirar el día sin tocar la noche que habita en la ilusión.

La palabra se hace impalpable cuando no se pinta de tinta, es simplemente una idea que desaparece en mi mente mientras es llevada por el tiempo, tiempo que no existe más que por un movimiento sutil de los actos. El camino se abrió una vez más, he comenzado a transitarlo con una madurez que me resulta casi extraña, tal vez porque se nos van cayendo las pieles a medida que vamos avanzando en edad, esas pieles que se hacen tan pesadas, aquellas que mostramos al mundo para esconder el alma.

Cuando se me arranca de la razón una nueva línea en el amplío espectro que nos da la comprensión de ese profundo misterio que nos cubre, todo es grandioso. No por bueno, no por malo, sino porque es tan grande cada línea que me deja atontado, perversamente atónito y feliz. 

Vivimos en un sueño tan profundo que no queda más alternativa que sentirse feliz cuando se abre un ojo y se atisba la verdadera realidad

Me pregunto; ¿existirá una realidad no real?, si no fuera así, como llamaríamos a las creencias en que vive la humanidad más que en un profundo y aletargado sueño…

he dicho...

Patricio Varsariah.