Te cuento una verdad absoluta (por experiencia propia): NUNCA no le pidas que regrese a quien le dijiste “quédate” e igualmente se fue. Ciertamente no mandamos en el corazón ajeno, de hecho muchas veces ni siquiera podemos mandar en el nuestro. Pero más allá del dominio y manejo de nuestros propios sentimientos, debemos plantearnos como objetivo ante cualquier relación amorosa, darle prioridad a al amor más importante de nuestras vidas, que es simplemente el que sentimos por nosotros mismos.

Muchos de nosotros habremos experimentado el amargo sabor de ver partir de nuestras vidas a esa persona que quisimos retener, a esa persona que en contra de nuestra voluntad nos dijo adiós. Cualquier argumento que haya tenido esa persona, nos parezca válido o no, debe ser respetado. Debemos aprender a aceptar cuándo hemos dejado de ser prioridad para alguien más, cuando algo en su vida lo invita a tomar un camino diferente, a cuyo recorrido no estamos invitados.

Podemos hacer los intentos que queramos por evitar un desenlace con el cual no nos sentiremos cómodos, podemos dar lo que hasta el momento no ofrecíamos, podemos negociar y condicionarnos. Pero si esa persona realmente se quiere ir, no importa qué tanto consideremos entregar de nosotros, ya no será importante, necesario u oportuno. Se irá de cualquier manera.

Evidentemente tendremos que trabajar el dolor de la pérdida, vivir ese proceso de duelo que caracteriza a las heridas de la ausencia en el corazón. Pero en las diferentes etapas debemos preservarnos y no exponernos de manera adicional al sufrimiento y al desprecio.

Ya la persona que se marcha está consciente de nuestros sentimientos, no será necesario vulnerar más aún la dignidad y el amor propio mendigando afecto, rogando por nuevas oportunidades, porque en términos generales no va a funcionar. Somos libres de guardar esperanzas en que el rumbo cambie luego de una ruptura y los caminos se vuelvan a cruzar, pero es crucial dejar de insistir, dar espacio y tiempo a quien ha tomado la decisión de marcharse.

El solo hecho de insistir, de permanecer en estado receptivo, no hace más que darle la seguridad a quien se ha marchado de que estamos dispuestos a recibirle cuando desee volver, le dejamos todo el dominio de la situación y esa garantía de poder regresar en caso de que lo desee no hará algo diferente a darle carta abierta a experimentar lo que desee, con la certeza de que en caso de arrepentimiento, allí estaremos, de forma incondicional prestos para recibirla. No importa muchas veces que el escenario planteado coincida con lo que sentimos y queremos, si no lo sentimos. Al menos debemos hacer un intento por demostrar que el amor por nosotros mismos establece límites y que no todo lo que se va de nuestras vidas sin nosotros quererlo, tiene un lugar garantizado si decide volver.

he dicho...

Patricio Varsariah.