Fin de año, momentos para tomar conciencia
Publicado por Patricio Varsariah el martes, diciembre 27, 2016

La Navidad es una fiesta que tiene su correspondencia con el invierno. El invierno era el acontecimiento que representaba la renovación de la naturaleza, el auténtico nacimiento del Sol tras el que la vida comenzaba a despertar lentamente de su letargo y los seres humanos veían renovadas sus esperanzas de supervivencia, gracias a la fertilidad de la tierra.
El invierno, la estación más fría en el hemisferio norte, también nos recuerda que existe la esperanza de que llegue la primavera y vuelva a brotar la vida en la tierra. Y así como las semillas esperan el momento en el que han de germinar, algunos aspectos en nuestro interior anhelando la oportunidad de que llegue la hora de que al fin los escuchemos.
El invierno es el momento a partir del cual nos empezamos a acercar al sol y los días empiezan a ser un poquito más largos; se invierte el ritmo hacia la expansión, lo que proporciona un gradual aumento diario de la luz. Recordemos que los ciclos son parte esencial de la existencia, nos hablan de la transformación de la naturaleza y del cambio inherente a la vida.
Comienza el invierno, un tiempo propicio para el silencio, la interiorización y la reflexión consciente. Simbólicamente, es el momento de cerrar para volver a empezar de nuevo, en el que sintonizar con el recorrido del sol y realizar rituales para renacer como el ave fénix. Así pues, marca un periodo de finalización y comienzo de etapa. Un momento adecuado para ocuparse de los asuntos pendientes, hacer limpieza en general (ordenar la casa, papeles, libros, ropa…) y hacer también limpieza en el plano emocional, poniendo en orden aspectos internos de la propia vida. Algunas personas aprovechan para hacer ayunos y desintoxicar el cuerpo.
Es un tiempo que invita a la renovación, a deshacerse de lo que sobra y crear espacio para abrirnos a lo nuevo. A revisar y tomar de conciencia tanto de lo que se ha realizado durante el año como de los nuevos deseos y proyectos, para discernir entre los aspectos caducos que queremos dejar atrás y aquellos que deseamos sembrar para que den sus frutos. Recordemos que todos albergamos semillas en nuestro interior. Semillas de amor, honestidad, humildad e integridad; semillas de gratitud, solidaridad y compasión.
Es momento para tomar conciencia y escuchar profundamente nuestra alma dejando que nos guie, sintiendo hacia donde nos dirigimos, en definitiva preguntándonos que significado y sentido queremos darle a nuestra existencia. “Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: su tiempo el nacer y su tiempo el morir; su tiempo el plantar y su tiempo el arrancar lo plantado…”, y así hay también un tiempo para compartir y participar, para formar parte de una comunidad donde poner en práctica esos nuevos propósitos que aspiran a emerger del fondo de nuestra alma.
En Navidad miles de personas en el mundo vuelven a sus lugares de nacimiento para reencontrarse con sus familias de origen. Siendo así, en vez de que el viaje sea una mera formalidad este año podríamos realizar un verdadero acercamiento encontrando momentos para hablar con cada miembro de la familia, abriendo nuestro corazón y compartiendo lo que haya en él, temores, interrogantes e ilusiones. Conversar con niños y mayores de manera que lo primordial sean precisamente esos encuentros de persona a persona en los que se traten temas relevantes para todos.
La celebración de la cena de Nochebuena o la comida de Navidad podemos vivirlas como una metáfora de la Unidad, del círculo sagrado del que todos los seres humanos, sin exclusiones, formamos parte. Un espacio que invita a recordar a aquellos que ya no están con nosotros y hacer un brindis en su memoria para que ocupen el lugar que les corresponde en nuestro corazón.
Hagamos de ésta una Navidad cuyo significado profundo de la renovación del amor y la Luz penetre en nuestros corazones. Una celebración de la Navidad, como en su día lo fuera la del Solsticio de invierno, tiempo de nacimiento y renacimiento, un fuego regenerador que una y reúna a los diferentes grupos humanos.
Una Navidad en la que prevalezca la Unidad en la diversidad y conectemos con nuestra capacidad de amor y entrega compasiva a los demás, para encontrarnos, reencontrarnos y vernos en el otro. Una Navidad como metáfora del renacimiento de lo amoroso y vulnerable en nosotros, capaz de conmoverse con el otro. Tiempo de Unidad y fraternidad donde no haya un yo frente a un tú, ni un nosotros frente a ellos, si no todos nosotros.
Especialmente en el 2017 urge poner nuestra intención y disponernos a crear una nueva realidad con todo lo nuevo que late en nuestros corazones. Hoy 27 de diciembre de 2016 y los próximos días podemos experimentar una metamorfosis que ansía brotar desde una necesidad profunda transformación y renovación interior.
Necesitamos paz, paz entre partes intrapsíquicas y paz con los seres con quienes nos relacionamos, especialmente con aquellos más cercanos. Hemos de dejar de rechazar, de luchar, de excluir, de juzgar, de criticar porque eso que le hacemos al otro nos lo hacemos a nosotros mismos.
Yo soy tú y tú eres yo. Necesitamos amarnos incondicionalmente, dejar que nuestra alma resplandezca y se muestre en toda su Luz.