La vida pasa a gran velocidad. Estamos expuestos a una cantidad ingente de información, impactos y estímulos constantes, y sin embargo hay algo que no cambia: el amor. Cuanto más profundo sea, más profundas son sus consecuencias. Cuanto más sinceros y profundos sean, más dulces y duraderos serán los frutos. Algo complicado cuando vivimos en la sociedad de lo efímero y lo instantáneo. El usar y tirar está de plena actualidad. 

La gente se arregla todos los días el cabello. ¿Por qué no el corazón?. Esta reflexión es una de la más sencilla y a la vez simbólica sobre las relaciones amorosas. En general, a todos nos cuesta poco trabajo mirarnos al espejo y vernos bien. Nos vestimos con ropa elegante, nos atusamos el cabello y lucimos nuestra mejor sonrisa.

No es difícil lucir bien. De hecho, cada día más gente le dedica horas y horas a intentar mejorar la imagen que ven frente al espejo. Pero ¿qué pasaría si parte de ese tiempo lo enfocáramos en arreglar nuestro corazón?

¿Te has parado a pensar cómo cambiaría tu vida si te dedicases menos a lucir bien físicamente y más a tus relaciones personales? Diría que la sabiduría y brillantez de esta reflexión radica ahí, en invitar a las personas a que se centren más en el cuidado de su interior y menos en la superficie física.

El corazón jamás habla, pero hay que escucharlo para entender. Es cierto que nuestro corazón no es capaz de hablar, pero… a buen entendedor, pocas palabras bastan. Y es que en muchas ocasiones nos cuesta dejarnos llevar por lo que sentimos. Sin embargo, a veces es necesario ser menos cerebrales y desatar los nudos de la razón. Tratar de explicar con palabras los sentimientos no siempre es fácil y muchas veces es más sencillo dejarse llevar por ellos. Si usamos la lógica constantemente, nos perderemos una parte importante de nosotros mismos.

Cuando tenemos que pedir algo relacionado con los sentimientos, tal vez estamos haciéndolo mal. No puedes ir a una persona y mendigarle que te ame, porque es muy probable que fracases en el intento. Sin embargo, si te haces una persona merecedora del amor de otra, las posibilidades aumentan en gran proporción. Así que no preguntes a otra gente si te quiere amar. Ámales tú directamente y sé merecedor de sus más profundos sentimientos.

 ¿Cuántas personas conoces que no se atreven a emprender una nueva relación por miedo al dolor y al sufrimiento?

Pero este sabio proverbio lo dice muy claro. Si tienes tanto miedo al dolor, en realidad ya estás sufriendo el dolor. Tu propio pánico, ya sea a amar, a emprender o a aventurarte por nuevos caminos, ya está siendo un pozo de negatividad que te causa temor.

De nosotros depende en realidad gran parte de cuanto acontece en nuestra vida. Si somos temerosos, no nos atrevemos a dar el paso, somos distantes y superficiales y no escuchamos a nuestro corazón, rara vez encontraremos personas que nos llenen.  En las manos de cada uno está ser más feliz, tener más amor y disfrutar de mayor plenitud vital.