Entre la Búsqueda de la Perfección Artificial y la Autenticidad de la Vida Real.
Publicado por Patricio Varsariah el domingo, noviembre 16, 2025
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Una reflexión sobre cómo el progreso moderno nos aleja de aquello que realmente da sentido a la existencia.
Estamos rodeados de perfección artificial. La humanidad nunca debió perseguir el dinero a costa de su propia supervivencia.
Hubo un tiempo en que la vida era sencilla. Trabajábamos para vivir: para comer bien, dormir en paz y estar rodeados de personas que nos querían. Pero, en algún punto del camino, empezamos a vivir para trabajar. Cada mañana, millones de personas se despiertan no porque estén emocionadas por vivir un día más, sino porque tienen que pagar las facturas.
Desayunamos a toda prisa, nos quedamos atascados en el tráfico y pasamos el día mirando pantallas, vendiendo nuestro tiempo, nuestra salud y nuestra tranquilidad por números en una pantalla llamada salario.
Hemos aprendido a ganarnos la vida, pero hemos olvidado cómo vivir. Lo llamamos crecimiento, pero ¿y si en realidad es una lenta autodestrucción?
El precio del “éxito”. Construimos junglas de cemento y las llamamos ciudades. Inhalamos aire contaminado y lo llamamos estilo de vida. Comemos alimentos procesados, envueltos en plástico, y lo llamamos comodidad.
Vivimos en habitaciones con aire acondicionado, desconectados de la luz del sol y de la tierra, y aun así nos preguntamos por qué nos sentimos inquietos y cansados todo el tiempo. El mundo moderno lo tiene todo, excepto equilibrio.
Se suponía que el dinero traería bienestar. En cambio, trajo ansiedad: el miedo a perder el trabajo, la presión por mantenerse al día, la competencia silenciosa de quién gana más, conduce mejor o se va de vacaciones más lejos.
He conocido personas que ganan cientos de miles de euros, pero no tienen tiempo para sentarse a cenar con sus padres. He visto empleados con seguros médicos de primera categoría que, sin embargo, sufren de insomnio, acidez y depresión.
Compramos membresías de gimnasio para reparar el daño causado por estar sentados todo el día. Vamos a retiros caros para desconectarnos de la vida que hemos construido. Corremos más rápido que nunca, en una dirección que no lleva a ninguna parte. ¿No es irónico?
Nuestra vida moderna parece limpia: oficinas desinfectadas, autos con aire acondicionado, agua embotellada. Pero bajo ese brillo yace la decadencia. Hemos eliminado la suciedad, pero también la conexión. Apenas tocamos la tierra, evitamos la luz del sol, comemos frutas que nunca maduran naturalmente y rociamos químicos para oler a “frescos”.
Estamos rodeados de perfección artificial: azulejos relucientes, fragancias sintéticas y sonrisas digitales; sin embargo, nunca nos hemos sentido tan alejados de lo real.
Limpiamos nuestros hogares, pero ensuciamos nuestro planeta. Nos desinfectamos las manos, pero contaminamos nuestros ríos. La triste verdad es que nuestras vidas parecen perfectas por fuera, pero vacías por dentro.
La pobreza real. La verdadera pobreza hoy no es la falta de dinero, sino la falta de sentido. Ganamos más, pero nos sentimos menos vivos. Tenemos acceso a todo, pero la paz se siente como un lujo.
Hemos confundido la supervivencia con el éxito y la comodidad con la felicidad.
Una vida plena no se construye con dinero, sino con momentos que el dinero no puede comprar.
La humanidad nunca debió perseguir el dinero a costa de su propia supervivencia. Porque, cuando los alimentos se cultivan con veneno, el agua se vende en envases de plástico, los bosques se convierten en terrenos inmobiliarios y la vida se transforma en una carrera, ningún dinero puede comprar lo que se ha perdido.
Creamos riqueza destruyendo aquello que le da sentido a la vida.
Quizás el camino a seguir no sea más innovación, sino recordar. Recordar cómo vivir despacio. Cómo cultivar nuestros alimentos. Cómo sentarnos en silencio. Cómo cuidar nuestro cuerpo, no solo adornarlo. Cómo encontrar la alegría no en el consumo, sino en la conexión.
No necesitamos rechazar el dinero; solo necesitamos recordar su propósito. El dinero fue creado para servir a la vida, no para reemplazarla. Cuando el dinero se convierte en la meta, la humanidad se convierte en el precio. Porque, al final, sobrevivir no se trata solo de respirar, sino de ser humano.
Limpiamos nuestras ciudades, pero ensuciamos nuestras almas. Ganamos riqueza, pero perdimos bienestar. El verdadero progreso de la humanidad comienza cuando empezamos a valorar la vida por encima del estilo de vida.
Al reflexionar sobre lo que se lee, se desarrolla la empatía, la creatividad y el pensamiento crítico. Es un diálogo silencioso con uno mismo.
Que hoy traiga paz a tu corazón, calidez a tus días y la promesa de nuevos comienzos.
¡Gracias por leer!
Patricio Varsariah.