Engaños vacíos de la vida moderna.
Publicado por Patricio Varsariah el martes, junio 3, 2025

Engaños vacíos. Así las llamo yo. Todo lo que nos roba la fluidez (estado óptimo de conciencia) en la vida y la carrera profesional. La falta de sentido existencial es lo peor. Pero vivir a la velocidad del alma despierta cada fibra de tu ser. He identificado tres grandes engaños o horrores de la vida moderna: Hablar sin sentido, desear sin amor, trabajar sin satisfacción.
Hablar, desear y trabajar influyen mucho en nuestras mejores vidas. Si eliminamos el sentido, el amor y la satisfacción, lo que queda es solo movimiento. Sin rumbo. Sin ganas de vivir como es debido. Todos caemos en estas trampas. Construimos vidas rápidas y ocupadas, pero olvidamos fácilmente lo que importa. Cambiamos el sentido por la velocidad. Y la presencia por el rendimiento.
La comunicación ha cambiado para muchos de nosotros. Hablamos o charlamos más que nunca. Hablamos sin sentido.
¿Cuánto tiempo realmente vale la pena dedicarle? Las reuniones se aburren sin tomar decisiones. ¿Cuántas reuniones, llamadas o cafés te han dejado pensando: "Podría haber sido un correo electrónico"?
Las conversaciones sociales son más huecas que nunca. Pero algunas personas lo hacen porque temen el silencio. Prefieren hablar de nada que quedarse en silencio o a solas con sus pensamientos.
Las conversaciones sociales son más huecas que nunca. Pero algunas personas lo hacen porque temen el silencio. Prefieren hablar de nada que quedarse en silencio o a solas con sus pensamientos.
Me he alejado de conversaciones y he pensado: "¿De qué hablamos siquiera?". Las conversaciones vacías son una pérdida de tiempo. No generan confianza ni conexión. Pero cuando hablas con un propósito, la gente te escucha. Te sientes escuchado. Te sientes humano. Lo mismo ocurre con escuchar. Es una habilidad. Haz que valga la pena.
Hablamos, tuiteamos, publicamos y respondemos a otros, pero la conexión de calidad es poco común. El precio es la soledad. La gente puede rodearte y aun así sentirte aislado. Cuando las palabras pierden significado, también lo hacen las relaciones. La verdadera conexión exige significado. Las palabras son moneda. Deja de gastar las tuyas en conversaciones triviales sin valor. Inviértelas donde importan.
El deseo vende. Anuncios, influencers, cultura. Está en todas partes. Creo que el amor da sentido al deseo. Le da raíces. El amor es lo que hace que el deseo sea más que simple hambre. Convierte el deseo en cariño. El amor por las cosas solo nos puede llevar hasta cierto punto. Amar a alguien o a personas sin sentido nos dejará vacíos. O peor aún, durará y seguirá sintiéndose insignificante. El verdadero amor por las personas, el trabajo o la vida requiere una autoconciencia honesta. ¿Amas algo, a alguien o simplemente amas la idea de amarlos?
Desear una relación y desear a esa persona en específico son dos cosas diferentes. Desear tener éxito y querer hacer ese trabajo específico son cosas distintas. El deseo sin amor es adicción. Es buscar la euforia, no el significado. Quieres un ascenso, pero odias el trabajo. El amor por las personas, las pasiones e incluso tu trabajo es lo que hace que el deseo se cumpla. Sin él, solo tienes hambre, nunca te sientes satisfecho.
Cuando el deseo nace del amor, no de la carencia, las relaciones se convierten en anclas, no en accesorios. El trabajo se convierte en una contribución, no solo en un sueldo. Y la vida se siente plena incluso con las manos vacías. Si quieres amor, da amor. Si quieres una conexión, ábrete. Eso requiere agallas. Pero es la única manera de salir de la nada. Las cosas que amamos no solo nos satisfacen, nos cambian. Elige algunas que merezcan tu tiempo.
Pasamos un tercio de nuestras vidas trabajando. Pero para millones de personas, el trabajo se ha convertido en el trabajo que drena más de lo que da. Es un trágico desperdicio de potencial humano. El trabajo sin satisfacción es una muerte lenta del cuerpo y el alma. Te arrastras fuera de la cama. Cuentas las horas. Temes casi cada día de trabajo. Por supuesto, no siempre puedes renunciar. Lo entiendo. Tienes responsabilidades. Pero puedes invertir en algo más allá de lo que haces para ganarte la vida que alimente tu alma.
O mejor aún, si no puedes amar tu trabajo, encuentra algo en él que respetes. O algo en lo que puedas influir para sentirte mejor. O usas el trabajo para financiar tu verdadera pasión. Cuando encuentras algo que te satisface o al menos lo respeta, te presentas de manera diferente. Aportas energía y alma, no solo esfuerzo. Hacer algo por ti mismo, para ti mismo, que te genere alegría es un hábito fundamental.
Cuando el trabajo no nos brinda satisfacción, nos cuesta responder "¿Quién soy?" más allá de nuestro puesto. Encuentra tus experiencias de "flujo" esenciales y redobla la apuesta por ellas. Incluso en malos trabajos, identifica los elementos que disfrutas y poténcialos. Ya sea que cambies de trabajo o de perspectiva, encuentra un trabajo que te haga sentir vivo.
Los horrores de hablar, desear y trabajar son reales. Si no se controlan, te quitan la vida. Pero no estás estancado. Puedes hablar con significado. Puedes desear con amor. Puedes trabajar con propósito. No sucederá de repente, pero comienza con la conciencia. Luego con la elección. Luego con la acción. No tienes que escapar de tu vida presente. Solo necesitas vivirla con más honestidad. Con más intención.
Decir menos, significar más. Desear menos, sentir más. Trabajar menos por la aprobación y más por el crecimiento. Así es como recuperamos nuestras vidas. Y así es como combatimos los tres horrores: un día significativo a la vez.
Finalmente: Di lo que sientes. Desea lo que amas. Haz lo que te enorgullece. No te conformes con el vacío. No dejes que la vida te convierta en un cascarón vacío. Puedes combatir los horrores. Aunque no necesariamente nos hagan infelices, nos hacen olvidar quiénes somos. Pero cuando dices tu verdad, deseas con sabiduría y trabajas con orgullo, recuperas el control. Te vuelves imparable.
Mi gratitud por dedicar tu tiempo en leer, que tengas un día maravilloso.
Patricio Varsariah.
El precio de cualquier cosa es la cantidad de vida que ofreces por ella.