Cuando nos sucede algo bueno o desagradable, la gente suele  pensar que es “suerte”.  Si bien es cierto que hay eventos que nos acontecen por nuestra causa, también es cierto que nada pasa por casualidad. La suerte no existe. No creo que por “suerte” nos toque vivir determinada situación, eso dejémoselo a los juegos de azar pues en la vida, en mi opinión, la “suerte” se traduce en “casualidades”, y como las “casualidades” no existen, se queda así.

La casualidad simplemente es un evento donde se conjugan diferentes aspectos, como tiempo, espacio y personas; justamente como si éstos tres se combinaran para hacerlo surgir: un evento, un momento, una conversación, una propuesta, una discusión, etc.,  como si fueran los engranes de  una máquina que exactamente provocan que algo suceda. Es por ello, que deben ubicarse el lugar adecuado, el tiempo correcto y las personas para que tal suceso tenga efecto, de otra manera no pasaría.  Así de simple y de complejo resultan las “casualidades” de nuestra vida, que en mi experiencia prefiero llamarles “coincidencias”, porque repito, nada es casualidad.

Hay veces que pensamos tanto en algo o en alguien, o que deseamos con todas nuestras fuerzas que tal cosa suceda, como una llamada, un trabajo, un proyecto, que aparezca una persona, etc., que ese tipo de energía proveniente de nuestros pensamientos llegan a encontrarse con otras energías para crear sinergia y hacer que las cosas sucedan. Esto aunado a un poco de voluntad, pues ya tenemos la fórmula para ello: tiempo adecuado+espacio correcto+personas correctas+deseo+voluntad = evento satisfactorio. Y por el contrario, cuando los eventos hacen sinergia con elementos erróneos, pues tenemos como resultado “malos ratos”, que para este efecto también prefiero llamarle oportunidad de aprendizaje, en lugar de “errores”.

Por eso nunca hay que dejar de creer en lo que uno quiere para su vida, porque nunca sabes cuándo surgirá la oportunidad en que esos elementos se conjuguen para hacer que te pase lo que tú tanto deseas. Y siempre hay que estar atento, estar consciente de que la vida nos presenta, de una manera u otra, una  puerta, ciertas personas, un camino, o un tren por el cual tenemos que pasar. No obstante, hay veces que nos pasamos la vida preocupándonos cuándo llegaran estas señales y en esta preocupación no las vemos, y sin querer, las dejamos ir. 

Si algo o alguien viene a nuestra vida es porque en ese momento debemos vivir esa experiencia, para bien o para mal, no antes ni después; es justo donde existe la sinergia entre el tiempo, espacio, personas, porque así lo tenemos que vivir. Y si es algo que a primera vista nos parezca “malo” o “injusto”, lo tenemos que aceptar pero estar muy despiertos para vislumbrar el ¿por qué me sucede esto en este momento? ya que en nuestra respuesta siempre encontraremos la palabra: APRENDIZAJE.

Hay que hacer que las cosas sucedan, porque nada es casualidad.