El valor de aceptar el sufrimiento propio.
Publicado por Patricio Varsariah el jueves, octubre 6, 2022

La depresión, que una parte mucho más significativa de la población de lo que creemos sufre, es tratada prioritariamente a través de la química, y a aquellos que la padecen como enfermos convertidos en parias. Los que alguna vez en su vida se han visto cerca de ese abismo no suelen hablar de ello, pues provoca dos efectos; o bien te tratan con la condescendencia del opulento que no comprende cómo puede existir gente pobre, o bien como enfermos que pudieran contagiar su rara enfermedad a aquellos sanos, incapaces de entender el sufrimiento que es la base de la depresión.
Nuestra huida del sufrimiento nos causa más mal que bien, sea escondiéndolo, sea a través del consumo de placeres banales, o de cualquiera de las mil maneras que desde niños nos enseñan para no mostrarlo. No lo evita, sino que profundiza las heridas de ese mal y las enquista. Solo aceptar que es parte de nosotros, y su inevitabilidad, nos permitirá sobrevivir.
No ilesos, pues eso es imposible, pero sí más completos, al no desechar una parte esencial de lo que construye nuestro yo. Aquél que busca el sufrimiento por melancolía, aburrimiento o por llamar la atención, no deja de ser un imbécil con mucho tiempo libre, pero aquellos que inesperadamente se encuentran atrapados por la angustia, vital o existencial, que te deja sin respiración, o bien encuentran en el proceso la humildad que les permite aceptar su situación, o se ven devorados por un mal que los carcome.
Y si dejan que el mal carcoma su corazón, al creer que la insensibilidad les hará sufrir menos, los transformará en alguien irreconocible, pues el sufrimiento propio que se enquista atropella la empatía hacia el sufrimiento ajeno. Hay un principio básico de la ética del derecho democrático que es incomprendido en nuestras sociedades, y es la garantía procesal que permite que alguna vez algún culpable se libre del castigo, pero es, preferible es que diez culpables escapen a que un inocente sufra. Nuestra huida del sufrimiento propio tiende, al calcinar nuestra empatía por los demás, a causar que los inocentes que nos rodean sufran.
El valor de aceptar el sufrimiento propio, la angustia, la depresión, no es algo tan sencillo como la empatía vacía de la sociedad de las banalidades nos hace creer. Solo aquél tan egoísta como para únicamente ver las penalidades propias, podría creer que con unas meras frases de ánimo algo podría cambiar. El apoyo a las personas que sufren, de aquellas que los aman, debe ser más parecido a la sombra silenciosa que un árbol nos ofrece en el más caluroso día del verano. Una presencia sólida, sin ruido, que permita que aquél que padece se apoye según su ritmo, su deseo, cuándo y cómo lo necesite, y no a través de una molestia presencia que causa más agobio que alivio.
El temor al sufrimiento, por la vergüenza que nos da padecerlo y que se nos note, es peor que el sufrimiento en sí. Cuando el sufrimiento llega tú ya no estás y cuando tu éstas ella no. Con el sufrimiento en general nos suele suceder lo mismo. Tememos tanto sufrir por la pérdida de un ser amado, de nuestra salud, de nuestro bienestar, o si nos ponemos banales por la derrota de nuestro equipo de futbol favorito, que el sufrimiento es mayor en la espera, que la realidad cuando se presenta. Otra de las paradojas del sufrimiento es la diferente vara de medir que utilizamos cuando somos causantes del sufrimiento ajeno o cuando otros nos lo causan. Tendemos a minimizar el que causamos y a su vez engrandecemos el que nos causan. Una pérdida de perspectiva patética, aunque natural en el egocentrismo humano.
La huella de aquellos lugares donde hemos amado permanece profundamente en nosotros, al igual que aquellos donde hemos sufrido. Ambas formas de padecer dejan una huella profunda en nuestros recuerdos. Con el tiempo recordamos haber amado menos, o haber sufrido menos, de lo que en verdad sucedió, pero esa es una de las pocas ventajas de ser criaturas al peligro del tiempo. Todo lo desgasta, todo lo corroe, lo bueno, pero también lo malo.
Al final del camino esas huellas del sufrimiento son como las arrugas que adornan nuestro rostro, más dignas de caricias que de pesar: ¿Cómo lamentarnos por aquello que nos ha hecho sentir vivos entre tanto calmo vital por el que caminamos? No nos conocemos hasta que hemos amado y perdido lo amado, y no aprendemos el valor de algo hasta que sufrimos su perdida. Es una experiencia tan inevitable como necesaria. Si miras al abismo éste te devuelve la mirada, si huyes del sufrimiento, este terminará siempre por alcanzarte.
Son cinco las reacciones tipo a la hora de abordar el sufrimiento:
1.-guardarlo para uno mismo, 2.- huir de él, 3.-transferirlo a otra persona, 4.-terminarlo en uno mismo, y por último,5.- transformarlo en algo útil.
La primera opción es una de las peores; nos han enseñado que lo mejor es padecer en silencio, ¿por qué molestar a los demás con el sufrimiento propio? sea por orgullo o vergüenza es un error común. No debería ser así. Guardarlo para uno mismo es tonto. No te hace más fuerte, te hace más débil. Te empequeñece, no te engrandece. Si todo te lo guardas rara vez encontrarás la solución. Compartirlo con quien merece tu confianza, indagar en las causas y tratarlas, en una opción infinitamente más recomendable.
Todos sufrimos, pero el hablar nos alivia. Huir del dolor, causado por nosotros mismos, el ajeno es otra cosa, es casi tan estúpido como tratar de sufrirlo en soledad. Huimos del dolor a través de fármacos, estupefacientes o alcohol, pero como dice la sabiduría popular, las penas no se ahogan, aprenden a nadar. No podemos huir de nuestra sombra, y no podemos huir del sufrimiento que nos acompaña.
Otra estrategia común suele ser tratar de transferir el sufrimiento a alguien ajeno. Ya que nosotros padecemos, por qué no tratar de hacer sufrir a los demás. Como si eso fuera a acabar con nuestro sufrimiento. Es una espiral bastante más común de lo que parece y causante de muchos de los males que sufrimos. Destruimos vidas ajenas al ser incapaces de lidiar con aquello que nos hace sufrir tanto. Pensamos que devolver mal por mal, discriminada o indiscriminadamente, mejorará algo, nos dará alivio. Nunca sucede.
Más positivo es aprender de las enseñanzas que el sufrimiento interior, el manejo de nuestras emociones y pasiones que lo han causado, está en nuestra mano, y por tanto en ellas se encuentra encontrar la mejor manera de superarlo. Se necesita reflexión, paciencia y la práctica de la virtud de conocerse a uno mismo, y aceptarse, como vía para conocer a los demás y aceptarlos.
Transformar el sufrimiento propio en algo útil, en una enseñanza para aliviar el sufrimiento de los demás, o como poco aprender a reconocerlo y respetarlo, es la opción más recomendable. Sin duda la más complicada, pero el placer de ver una sonrisa que enjuague un torrente de lágrimas causadas por el sufrimiento es una de las virtudes más hermosas que podemos practicar.
Las religiones elogian el sufrimiento como el camino al paraíso, aunque en la mayor parte de las ocasiones lo único que hacen es servir al status quo y tratar de acallar la voz de los humillados y los que sufren. Grave error aceptar que si Dios te ama te hará sufrir. Ni Dios, ni dioses, ni seres que te amen de verdad tienen ninguna excusa para hacerte sufrir. Si esos dioses o esas personas te aman de verdad te ofrecerán soporte ante la adversidad, ni más ni menos.
El consuelo de este mundo es que no hay sufrimientos permanentes. Desaparece un dolor y renace una alegría. Todos se equilibran. Este mundo está compensado. No tratemos de evadir los sufrimientos inevitables, al igual que hemos de eludir los evitables. Y recibamos con anhelo las alegrías que nos esperan en el camino y dulcifican los momentos agrios de nuestra vida.
Cada uno de nosotros está en la tierra para descubrir su propio camino, y jamás seremos felizes si seguimos el de otro. Cuida el presente porque en él vivirás el resto de tu vida. Libérate de la ansiedad, piensa que lo que debe ser será, y sucederá naturalmente.
Gracias por tu generosidad y la paciencia de leerme, espero que hayas encontrado algo útil y si deseas puedes compartirlo ya que el saber aumenta si se comparte.
Saludos.
Patricio Varsariah.