El socialismo y la ilusión del jugador.
Publicado por Patricio Varsariah el martes, octubre 14, 2025

Cada día somos testigos de cómo el socialismo, allí donde se aplica, tiende a empeorar la situación previa de los países. Aun así, no deja de haber quienes lo apoyan con fervor. ¿Por qué sucede esto? Porque se les ha vendido una ilusión: una promesa de justicia y prosperidad que, en la práctica, no se cumple. Es una apuesta emocional más que racional.
La comparación con la ludopatía no es casual. El jugador patológico no es adicto al dinero ni al juego en sí, sino a la sensación de expectativa, al momento previo al posible premio. No busca ganar, sino creer que puede ganar. Esa emoción se convierte en su droga, aun cuando la realidad lo desmienta una y otra vez. (Recordemos que la ludopatía es una enfermedad caracterizada por la incapacidad de controlar el impulso de apostar).
De igual modo, muchos defensores del socialismo no persiguen un bienestar concreto, sino la emoción de creer que están luchando por un mundo mejor. La esperanza de la victoria, más que la victoria misma, se vuelve el motor de su activismo. Y como en toda adicción, cuanto más se deteriora la realidad, más fuerte se vuelve la necesidad de mantener viva la ilusión.
No hablamos aquí de los pensadores o reformistas de izquierda genuinos, sino de un fenómeno distinto: una militancia emocional que opera más como un reflejo psicológico que como una ideología razonada. Sus expresiones —la agresividad, el insulto, la descalificación sistemática del adversario— no responden a una búsqueda de diálogo, sino a una defensa irracional de una creencia.
Cuando un grupo necesita recurrir constantemente al enfrentamiento, la amenaza o la censura, es evidente que no puede sostener sus ideas por la vía de la razón.
El problema de fondo no es meramente político, sino psicológico y cultural. La disonancia entre lo que se predica y lo que se practica, la contradicción permanente entre discurso y acción, revela una adicción colectiva al relato del socialismo, más que una adhesión razonada a sus principios.
Frente a esto, la mejor estrategia no es la confrontación, sino la comprensión. Entender las raíces de esta dependencia ideológica es el primer paso para superarla. No se trata de ridiculizar ni de demonizar, sino de reconocer el mecanismo de autoengaño que alimenta la persistencia del mito socialista.
Prevenir es siempre más eficaz que curar. Por ello, es fundamental que las nuevas generaciones comprendan lo que implica realmente el socialismo: su historial, sus consecuencias y las falsas promesas que lo acompañan. Solo así podrán evitar caer en su red emocional y destructiva.
El socialismo no se desvanece por sí solo en una sociedad; necesita un tratamiento consciente y sostenido. No basta con discutirlo como un tema político, porque su raíz es más profunda: es una cuestión de mentalidad. Quien intente debatir con un fanático desde el terreno de la lógica se frustrará rápidamente, porque no hay debate posible cuando una creencia se vuelve un acto de fe.
Por eso, más que discutir, debemos reforzar los valores de la libertad, la responsabilidad individual y el pensamiento crítico. Son estos los verdaderos antídotos contra la adicción ideológica. La tarea no es fácil, pero es imprescindible si queremos preservar la salud moral y racional de nuestras sociedades.
Al reflexionar sobre lo que se lee, se desarrolla la empatía, la creatividad y el pensamiento crítico.
Patricio Varsariah.