Nunca podremos vencer al sistema. Salirnos no es una opción. Pero podemos mantener la cordura. Y nuestra alma. El resto es negociable. El sistema son las reglas, expectativas y estructuras que dictan cómo vivimos, trabajamos y pensamos. Es tu trabajo, tus facturas, el ciclo de noticias, los medios de comunicación y las muchas cosas que perseguimos para seguir adelante. Te quieren medio muerto.

Te agotará si no tomas parte del control. Los sistemas rotos destruyen a las buenas personas. No es la carga lo que te derrumba, sino cómo la llevas. El sistema no cambiará para ti. Pero tú sí puedes. Puedes construir una relación diferente con él. Tu acto más radical es seguir siendo humano. Aférrate a eso.

El sistema no es malo por diseño, pero se preocupa por su preservación. Seguirá destruyendo a las personas a menos que aprendan a resistir. Los sistemas son indiferentes a nuestras necesidades. Están diseñados para exigir, consumir y agotar. Y luego, cuando estás agotado, el mismo sistema que te quita no te da nada a cambio.

Se basa en la obediencia. Y recompensa a quienes siguen sus reglas y castiga a quienes no. Quiere que estés cansado, distraído y lo suficientemente cómodo como para no rebelarte. Te despiertas, trabajas, consumes, duermes, repites. Con el tiempo, tu alma se hunde en rutinas que no te sirven. Es un bucle hasta que escapas. Si no tienes cuidado, un día te despertarás preguntándote dónde demonios se fue tu alegría. Pero no tienes que jugar así. Puedes tener el título, el dinero, el reconocimiento y aun así no sentir nada. 

¿De qué sirve impresionar a cualquier sistema si eres un desconocido para ti mismo? Los sistemas que tanto nos exigen no fueron diseñados pensando en nuestras almas.

Hay otra manera. No tienes que escapar del sistema para proteger tu alma. Solo tienes que vivir de forma diferente por dentro. Cada día, los sistemas te pedirán que entregues partes de ti. Tiempo. Atención. Sueños. Dignidad. No tienes que decir que sí. Dile que sí a ti mismo. A la versión de ti que todavía cree en mañanas tranquilas, conversaciones de calidad y un trabajo que significa algo. La versión que valora la vida intencional.

El sistema intentará definir el éxito para ti. Para que cambies tu tiempo, tu salud, tu vida por seguridad. Para recuperar el control, primero debes saber con qué te enfrentas. Cualquier sistema, macro o micro, recompensa la productividad. Mide tu valor en resultados, no en presencia. Elogia a quienes nunca descansan. Sin tener en cuenta a quienes están interesados en trabajar con su cuerpo y su alma. La verdad es que no estás hecho para ese ritmo. Nadie esta...

Tu instinto de supervivencia depende completamente de ti. No le debes tu energía a todo ni a todos. Tienes límites. Respétalos. Hay días en los que puedes dar el 100%. Por eso es tan importante defender tus límites, tu energía y tu tiempo. No puedes ser todo para todos. Concéntrate en lo que te importa. 

¿Es la libertad, la familia, la creatividad o tu paz mental? Escríbelo. Luego, construye tu vida en torno a esas cosas, incluso si eso significa decir que no a lo que todos creen que "deberías" querer.

Tu trabajo es un medio para un fin, no tu identidad. Si vinculas tu valor a la productividad, el agotamiento es inevitable. Establece límites. Tómate tiempo libre de calidad. Tómate descansos largos si es necesario. Nadie en su lecho de muerte desearía haber pasado más horas en la oficina. Construye una vida fuera del sistema. Con la gente que quieres. Ríete con ellos. Desahógate con la gente que te entiende.

Un mal sistema siempre supera a una buena persona. Puedes ser inteligente, honesto, trabajador y aun así fracasar. Porque la mayoría de los sistemas no están diseñados para mantenerte cuerdo. Su supervivencia es primordial. Por eso un buen profesor puede hundirse en la burocracia escolar. Una enfermera amable atrapada en el papeleo hospitalario. Un trabajador brillante agotado por una mala gestión. No importa lo fuerte que seas, los sistemas pésimos pueden sacar lo peor de ti. Puedes darlo todo y aun así perder si la estructura que te rodea se rompe.

Parece injusto. Es injusto. Pero no es motivo para rendirse. Es motivo para prestar atención. Para hacerte preguntas personales. ¿Este sistema me ayuda o me agota? ¿Cómo protejo mi cordura? Si siempre estás agotado, quizá no seas tú. Quizá el sistema sea así de malo. No te culpes. Practica pequeñas rebeliones para recuperar el control. No tienes que renunciar a tu trabajo ni mudarte a un lugar remoto para resistir. Los pequeños actos de desafío te mantienen cuerdo. Digo no a las cosas, tareas y actividades que te agotan. Pasar largos descansos sin hacer nada. O crear arte, aunque sea inútil. Dedica esos momentos a recargar tu mente.

Entre el estímulo y la respuesta, hay un espacio. En ese espacio reside nuestro poder para elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta residen nuestro crecimiento y nuestra libertad. De vez en cuando, bájate de la cinta de correr. Ve a algún lugar sin tu dispositivo "siempre encendido". Siéntate en silencio. Sumérgete en tu entorno. Recuerda que la vida existía antes de los teléfonos inteligentes y existirá después de ellos. El sistema quiere que olvides cómo estar quieto.

No lo permitas. Sé amable contigo mismo. Encuentra e invierte en experiencias que te iluminen el alma. El sistema intentará que esas cosas parezcan insignificantes. No lo creas. No puedes cambiar la economía, la política ni la avaricia corporativa. Pero sí puedes controlar cómo respondes a la vida. Concéntrate en lo que tienes en tus manos: tus hábitos, tu mentalidad, tus decisiones diarias. Preocuparte por cosas que no puedes cambiar te frena. Déjalas.

El sistema siempre estará ahí, presionando, exigiendo, distrayendo. Pero tú decides cuánto de ti le das. Si te lo tomas demasiado en serio, todo el tiempo, te aplastará. Encuentra humor en la locura. Mantén tu cordura recordando quién eres. Mantén tu alma negándote a dejar que la máquina te defina. Vive con consciencia.

Rechaza para alimentar tu alma. Y, sobre todo, sigue siendo humano. En un sistema diseñado para drenarte, lo más radical que puedes hacer es seguir siendo tú mismo. Tu valor no es lo que produces. Y tú cordura no es opcional. Es sagrada. Es lo que te mantiene humano. El sistema puede haber sido creado para quebrarte. Pero tú fuiste creado para resistir. Y reconstruirte. Siempre. Elígete a ti mismo.

El sistema trata a las personas como piezas reemplazables. Rechaza donde puedas. Descansa cuando lo necesites. Ningún sistema define tu valor. Mantienes tu cordura negándote a perderte a ti mismo. Mantienes tu alma nunca dejando que el sistema te domine. Así es como ganas.

Mi gratitud por dedicar tu tiempo en leer, que tengas un día maravilloso.

Patricio Varsariah.