El Silencio de los Dones No Abiertos.
Publicado por Patricio Varsariah el viernes, diciembre 12, 2025
Todos tenemos dones. Pero solo algunos llegan a aprovechar lo que se les ha dado. Muchas personas viven toda su vida sin descubrir de qué son realmente capaces.
Dentro de cada uno hay un pequeño cajón que a menudo mantenemos cerrado con rutina, miedo, excusas y un silencio cortés que confundimos con realismo. Algunos llaman a su contenido talento; otros, vocación. Yo prefiero llamarlo don, porque todo don viene de alguien que lo entrega y siempre implica responsabilidad.
Nacemos con un potencial asombroso. Biológicamente, una célula se convierte en billones. Neurológicamente, el cerebro sigue reorganizándose incluso en la adultez. Espiritualmente, el ser humano fue creado en la mejor forma posible. Cada persona lleva en su interior un diseño divino: una excelencia que espera expresarse en acción, compasión o reflexión.
La vida confía a cada alma lo necesario para cumplir su papel en esta vasta historia de la existencia. Cuando descubrimos ese propósito, la vida se vuelve más ligera, más clara, más significativa. Sin embargo, muchos cajones permanecen cerrados.
A veces por razones prácticas: responsabilidades, presión financiera, salud, falta de tiempo. Pero con mayor frecuencia por razones invisibles: miedo al fracaso, miedo a ser visto, miedo a superar la identidad tras la cual aprendimos a escondernos.
Estos miedos nunca se presentan como miedos. Se disfrazan de sensatez. Susurran: «Mantente pequeño. Es más seguro». Pero el precio de un don sin abrir es real: inquietud, insatisfacción, falta de energía, incluso depresión.
El significado importa. El propósito sostiene la vida incluso en el sufrimiento. Y al ser humano solo le pertenece aquello por lo que se esfuerza.
La vida nos pide muchas veces perfección, pero lo que verdaderamente nos exige es esfuerzo sincero, silencioso y constante, porque las acciones se juzgan por las intenciones.
Tu don no es simplemente una habilidad. Es un regalo, una confianza que la vida deposita en ti. Ocultarlo es devolver esa confianza sin abrir.
Abrir el cajón no requiere grandes gestos, sino pequeños comienzos honestos: una promesa cumplida a diario, un acto de servicio, un tema estudiado con profundidad, un miedo enfrentado con delicadeza.
Quienes finalmente abren sus dones siguen un patrón universal: empiezan pequeño, permanecen constantes, fallan y regresan, buscan retroalimentación y, poco a poco, el mundo les abre espacio para la persona en la que se están convirtiendo.
Y espiritualmente, el mundo está diseñado para ayudarlos. La comunidad —padres, maestros, vecinos, mentores— es instrumento que la vida usa para moldear un alma.
Pero hay dos trampas que conviene evitar: la comparación, que mata la curiosidad, y el perfeccionismo, que retrasa cualquier inicio esperando condiciones perfectas (y las condiciones nunca son perfectas).
Así que empieza pequeño. Empieza sincero. Empieza con intención.
Tu don no es ornamental. Está destinado a servir. Abrirlo puede costarte comodidad e incluso la compañía de quienes te preferían pequeño. Pero a cambio recibirás claridad y una vida alineada con la obra que se gestó en tu interior.
Cada talento desaprovechado es una forma silenciosa de ingratitud. Cada potencial oculto deja un vacío en el mundo, porque alguien, en algún lugar, estaba destinado a beneficiarse de él.
Cuando veo a las personas dudar al intentar algo nuevo, recuerdo que la vacilación es el primer velo que oculta el potencial. A veces, la vida permite pequeños fracasos solo para prepararnos para un éxito mayor. A veces, la resistencia misma es la puerta del descubrimiento.
Así que abre el cajón. Desenvuelve el regalo, el don, la confianza. Comienza con lo que tienes, donde estás. Deja que el miedo se ablande con la intención. Deja que la incomodidad se diluya en paciencia. Y que tu camino sea una gratitud serena hacia Aquel que puso el don en ti.
Gracias por leer.
Patricio Varsariah-
