En algún momento de mi vida yo fui un ser cerrando los ojos al destino, no esperaba nada del sacrificio olvidado a la conspiración del alma, quizás nunca sabré como seduje a mi propio corazón, pero un día y en algún punto nació el juramento de no fallarle al diario pendiente del presente inminente y dejar que el error se consuma en el pasado donde jamás deberá ser auditado.

Y aun que me sigue del pretérito una loca e ilimitada razón, de quitar la mirada al destino, mientras aprendo a caminar voy serenando el corazón, pues yo creo en la intuición y en cerrar los ojos para andar por el camino que el destino, quiera pisar.

Hoy he visto mi fantasía perderse en el horizonte de las montañas que imponen mis sueños, sé que la luz se apaga y mi mente, no quiere jugar al juego que se repiten cada día cuando llaman a mi puerta, cierro los ojos y me lanzo al fractal de colores que mi imaginación crea en la nube de este tiempo de paz, ese que a veces dormita y otras despierta en mí, como un interjección imprecisa que culmina en preguntas sin respuestas, entre interrogantes secos por un sol que ya no brilla y que se lleva el jugo de mi deseo.

Y me arrastro por la letanía de los pensamientos encadenados que como atroces mártires surgen ante mis ojos cerrados, con la desesperación de construir castillos en el aire donde colgar la fantasía que dibujo en el sueño, para calmar la necesidad de no ser burlado una y otra vez.

Y sé que mi fantasía es capaz de atraparme, quizás ese es el miedo que me invade a vivir en un mundo donde la realidad levanta sus alas a cada instante para buscar el minuto más interesante, pero yo me ofrezco ser fiel a mi distancia, respetar la luz de la mirada y un paseo por si esta mi ilusa fantasía que yo puedo traer a la realidad tan solo para mí.

No me llames iluso por soñar todos los días, mi batalla comienza al despertar, cuando lucho por conseguir que mi fantasía se convierta en la más feliz realidad. Y un día mi memoria y mi vanidad se pelearon entre sí, las dos se pelearon duramente por ese asunto, se pelearon y se pelearon. Al final sucedió lo que siempre sucede. La vanidad se puso tan firme que la memoria, cansada de argumentar inútilmente se dio por vencida, desde entonces, deje de confiar en mi recuerdo más fidedigno y prefiero dar por cierta la historia que a mi vanidad y a mi orgullo más les convenga.

¿Cuántas veces prostituimos nuestra memoria para que nuestra vanidad se pasee por delante de nosotros, mientras cerramos los ojos en busca de una feliz ceguera que nos satisfaga.? ¿Cuántas veces pecamos de vanidosos y sin darnos cuenta perdemos el sentido de la realidad ganando un montón de nada?

Sabes vanidad que mis palabras te minan y te quieres revelar, sabes que ya no tienes donde poderte agarrar tan solo las sílabas que hacia ti caminan, sabes que las recibes en el mar de tu bendición, que florecen cual pálpitos de alegrías qué esperan todos los días para inundar mi corazón, pero me hago fuerte tras la muralla del sentido y me recuerdo conscientemente, lo que me había prometido y sé que me va atrapando entre los cálidos versos de esta pluma y en el rio de tinta se difumina ese revelo de mi estima y mientras mis ojos van desnudando renglones vírgenes, por los que corren los vientos de estos mis pensamientos.

Dos palabras y un abraso.
Patricio Varsariah.