Estamos viviendo un momento difícil. Pero nosotros no somos nuestro dolor, no merecemos vivir de forma crónica en el mundo de la decepción y el abatimiento. debemos alimentar nuevas ilusiones, abrir puertas interiores para encontrar esa llave que derrumbe muros exteriores. Tenemos muchas, muchísimas responsabilidades que cumplir, objetivos que alcanzar, personas que atender y necesidades que cubrir. Nuestra vida es a veces tan complicada que poco a poco, vamos perdiendo nuestro propio rumbo, nuestro equilibrio interno.

En el rumor incansable del día a día se desdibuja parte de nuestra esencia, de nuestra espontaneidad de nuestro ser. Debemos aprender a establecer prioridades, y la máxima prioridad… soy Yo. Es necesario no olvidar algo tan importante como esto: si yo no estoy bien, mi mundo no va bien. Y más aún, tampoco conseguiré hacer feliz a otros. En este mundo todo es posible siempre y cuando este en equilibrio con mis esencias, con mis valores, con mis emociones.

Cada uno de nosotros contamos con nuestra propia historia personal. Puede que a estas alturas de la vida, haya escrito ya más de un capítulo de decepciones, de fracasos e incluso de desengaños. Soy muy consciente de todas las batallas que he librado, y de las formas que tienen mis cicatrices internas, pero sólo aquellos que han sido capaces de asumirlas, y aceptarlas en lugar de cargarlas, serán capaces de permitirse nuevas oportunidades: ahí donde todo es posible.
Podría decir quizá, que las segundas oportunidades sólo están disponibles para quien crea en ellas. Por su parte, todos aquellos que cierren su corazón con el sello de la amargura y el rencor, están ventando su propio crecimiento personal, y la oportunidad de ser felices de nuevo.

Llegamos a este mundo con la inocencia de quien no sabe nada y lo espera todo. Nuestros padres son quienes nos guían con más o menos acierto en esos inicios donde el futuro, se nos antoja casi perfecto. Como satinado de mil colores y alcance de la yema de nuestros dedos. No obstante, a medida que crecemos parte de ese hechizo se va rompiendo. Llegan las primeras desilusiones, y comprendemos lo que supone convertirse en adulto. Nadie ofrece algo a cambio de nada, y nadie nos garantiza que vayamos a ser siempre felices.

El mundo gira en su rueda oxidada del tiempo repartiendo destinos. Hay quien piensa que todos llevamos el nuestro fijado casi de fábrica, pero no es así. En esta vida compleja, todo es posible mientras nosotros así lo pensemos, mientras tengas ilusiones, fe y valentía, cualquier cosa puede ocurrir. Hay quien anda en su sendero vital cuidando de no salir de esas marcas, de esas vallas que otros han creado para ellos. Son esos patrones con los que nos han educado, es también la necesidad de cumplir determinadas expectativas, de no defraudar, de no fallar a otras personas…

En ocasiones, nos limitamos a vivir vidas prefijadas por otros porque así nos sentimos más seguros. Sin embargo, nadie puede ser feliz de sintiendo cadenas ajenas, viviendo la vida que otros tienen en mente. De ahí, que valga la pena recordar que todo es posible siempre y cuando tú mismo/a te lo permitas. El mundo es complejo, de hecho, lo es tanto, que gusta de vez en cuando de ser bastante injusto. No obstante, no debemos caer en el error de atribuir todo lo que nos ocurre a esas voluntades externas que marca el destino.

El mundo puede ser complejo, pero sólo nosotros somos responsables de hilar esa madeja y tejer el manto de nuestra vida. Entre todo el caos que hemos vivido, entre todas esas decepciones, es muy posible que en algún momento dejáramos de creer en nosotros mismos. Las personas dejamos de creer en nuestras capacidades y valentía cuando nuestros pensamientos se convierten en ruido, en una música desafinada cargada de emociones negativas. Y nos preguntamos : ¿De qué manera podemos volver a armonizar esos pensamientos? Cambiando la actitud, variando esa actitud limitante y esa carga negativa tomando conciencia de nosotros mismos.

La vida debe discurrir en mi día a día con una sutil armonía donde todo encaje. Nadie debe imponernos algo que no deseamos, jamás pongamos nuestra felicidad en los bolsillos de otros. Toda manipulación, toda vulneración a nuestra autoestima, romperá al instante esa “sinergia” de las que todos deberíamos disfrutar. Permitámonos aquello que necesitamos. A veces, es necesario dejar a un lado lo que sentimos para recordar lo que merecemos. Puede que hoy me sientas dolido o Tu te sientas dolida/o, pero recuerda que merecemos mucho más que el sufrimiento cotidiano. Merecemos ilusionarnos, ser nosotros mismos/as cada día de nuestra vida.

En esta existencia compleja, revoltosa y caótica, necesitamos siempre de un equilibrio interno donde el mundo quede ajustado y bajo nuestro control. Recordar que todo es posible siempre y cuando uno mismo pienses que lo es.