Estoy embarcado en un viaje para la reducción del estrés y lo estoy haciendo para volver a conseguir el control de mi salud y lograr, al menos, un cierto grado de paz mental. Durante todos estos años, he escrito y me he preguntado cómo puedo aprender el arte de vivir conscientemente. Vivir con plenitud las crisis. Intentando día a día la búsqueda para superar mis limitaciones y alcanzar niveles más elevados de salud y bienestar. Dicho de manera más sencilla, la atención plena consiste en ser consciente de cada instante. Se cultiva prestando expresamente atención a cosas en las que, por lo general, no se nos ocurre ni pensar. 

Quiero que a través de mi enfoque sistemático me sirva para desarrollar en mi vida nuevos tipos de control y sabiduría basados en la capacidad de relajarme, prestar atención, adquirir conciencia y tener una visión profunda. En este proceso de aprendizaje asumo desde el principio que, mientras respiro, hay más de bueno en mí que de malo, y eso por muy enfermo o desesperado que me sienta. 

Sin embargo, si espero movilizar mis capacidades interiores de crecimiento y sanación y me hago cargo de mi vida en un plano diferente, se necesitará que invita algún tipo de esfuerzo y de energía por mi parte. Lo que quiero decir es que hay veces en que tenemos que encender un fuego para apagar otro. No existen drogas que nos hagan inmunes al estrés o al dolor, o que por sí mismas resuelvan por ensalmo los problemas de nuestras vidas, o nos proporcionen la sanación. Tendré o tendremos (si alguien está pasando por la misma situación que la mía) que realizar un esfuerzo consciente para movemos en una dirección de sanación y de paz interior, lo que significa aprender a trabajar con el estrés y el dolor que nos hacen sufrir. 

El estrés de nuestras vidas es ya tan grande e insidioso que, cada vez con mayor frecuencia, la gente trata de entenderlo mejor y someterlo a su control personal. Se da cuenta de que es inútil esperar que algún otro mejore las cosas para uno. Ese compromiso personal adquiere mucha mayor importancia si sufrimos una enfermedad (Diabetes) o una incapacidad crónica que añada más estrés a nuestra vida además del causado por las presiones cotidianas. 

El problema del estrés no admite soluciones sencillas o chapuzas. En su raíz, constituye una parte natural de la vida de la que, al igual que la de la propia condición humana, no podemos escaparnos. Sin embargo, hay quienes intentan evitar el estrés edificando una muralla entre sí y las experiencias de la vida; también hay quienes tratamos de anestesiarse de una forma u otra para huir. 

Por supuesto que es completamente normal evitar padecer dolores innecesarios y dificultades, y que es cierto que todos necesitamos distanciamos de vez en cuando de nuestros problemas, si el escapar y el evitar se convierten en nuestros modos habituales de tratar nuestros problemas, lo que ocurrirá es que éstos se multiplicarán. No desaparecen mágicamente. Lo que sí desaparece, o queda anulado cuando dejamos de sintonizar con nuestros problemas o cuando huimos de ellos, es nuestro poder de crecimiento, de cambio y de sanación. Pensándolo bien, enfrentarnos a nuestros problemas es la única manera de superarlos. 

Es todo un arte enfrentarse a las dificultades de manera que encontremos soluciones eficaces y armonía y paz interior. Cuando somos capaces de movilizar nuestros recursos internos para enfrentamos con ingenio a nuestros problemas, por lo general la presión del propio problema nos ayuda a orientamos para salir adelante, igual que un marino orienta la vela para aprovechar mejor la fuerza del viento e impulsar su embarcación. No podemos navegar de proa al viento, y, si sólo sabemos navegar con el viento en popa, únicamente llegaremos allí donde éste nos empuje. Sin embargo, si sabemos cómo usar la energía del viento y, tenemos paciencia, a veces, podemos llegar donde deseamos. Podremos controlar las cosas. Si queremos emplear la fuerza de nuestros problemas para avanzar de esta forma, tendremos que estar sintonizados, igual que el marino lo está con su barca, la mar, el viento y su rumbo. 

Tendremos que aprender a seguir adelante bajo la presión de todo tipo de condiciones estresantes; no sólo cuando hace sol y el viento sopla exactamente como queremos. Todos estamos de acuerdo en que nadie puede controlar el tiempo meteorológico. Los buenos marinos aprenden a interpretarlo con sumo cuidado y respetan su fuerza. Si es posible, evitarán los temporales, pero si se ven envueltos en uno, saben cuándo arriar las velas, hacer firmes los encerrados de las escotillas, echar el ancla y navegar con el tiempo, controlando lo controlable y desocupándose de lo demás. 

Se necesita preparación, práctica y cantidad de experiencia personal en toda clase de tiempos para desarrollar esas habilidades de manera que nos sirvan de algo cuando las necesitemos. El desarrollo de habilidades para enfrentarnos y salir con bien de las variadas “condiciones meteorológicas” de nuestra vida es a lo que me refiero cuando menciono el arte de vivir conscientes. 

El tema del control es básico para enfrentarnos a problemas y al estrés. Actúan en el mundo infinidad de fuerzas totalmente fuera de nuestro control, así como otras que creemos que también lo están, aunque en realidad no sea así. Nuestra capacidad de influir en nuestras circunstancias depende en gran parte de nuestra forma de ver las cosas. Nuestras creencias sobre nosotros mismos y sobre nuestras propias capacidades, además de la manera en que percibimos el mundo y las fuerzas que en él actúan, afectan a lo que encontremos factible. 

La manera en que vemos las cosas afecta a la cantidad de energía con que contamos para hacerlas como a nuestra elección de hacia dónde canalizar la energía que tenemos. Por ejemplo, en esas ocasiones en que nos sentimos superados por las presiones de la vida y vemos que todos nuestros esfuerzos son ineficaces, lo más seguro es que terminemos sintiéndonos deprimidos e impotentes. Nada da la impresión de poderse controlar, o de ser siquiera digno de intentarse hacer. 

Por otra parte, en aquellas ocasiones en que vemos el mundo como si nos amenazara, aunque sólo potencialmente de forma abrumadora, pueden predominar las sensaciones de inseguridad en vez de las de depresión, haciendo que nos preocupemos incesantemente por todas las cosas que creemos amenazadas, o que puedan amenazar nuestra sensación de control. Pueden ser reales o imaginarias; poco importa en términos del estrés que padeceremos y del efecto que tendrá en nuestras vidas. 

El sentimos amenazados puede fácilmente conducirnos a sensaciones de ira y de hostilidad, y de éstas, a una conducta abiertamente hostil, empujados por los profundos instintos de proteger nuestra posición y de mantener nuestra sensación de tenerlo todo bajo control. 
Continuara…

Saludos.
Patricio Varsariah.