El dolor de lo que podría haber sido.
Publicado por Patricio Varsariah el martes, octubre 21, 2025

Parte de crecer y envejecer es hacer las paces con lo que no llegaste a ser. Nuestro sufrimiento suele nacer del apego a cómo podrían haber sido las cosas, a cómo deberían haber sido.
“Podría haber sido.” Una frase dolorosa, cargada de connotaciones. La escuchamos de quienes creen haber desperdiciado su vida, haberse vendido demasiado barato y ahora sienten que ya no tienen tiempo ni oportunidad de cambiar. O al menos, creen que no la tienen. Y también nos la decimos a nosotros mismos.
Entiendo bien ese sentimiento. No soy ajeno a la reflexión sobre el pasado o el futuro. Estar plenamente en el presente es, quizá, uno de los lugares más difíciles. Habiendo renunciado a un sueño que había albergado y perseguido durante gran parte de mi vida, me he visto obligado a enfrentar esta herida tan humana.
Casi todos los días pienso en la persona que podría haber sido, y duele aún más cuando imagino el futuro. En cinco, diez, veinte años… ¿qué podría haber sido? Es absurdo, ¿verdad?
No podemos cambiar el pasado. El futuro es una incógnita que apenas podemos controlar, si es que podemos hacerlo. Sin embargo, la mente —en su infinita capacidad para crear algo de la nada— teje vidas enteras de posibilidades que nunca existieron, y luego las trata como certezas que habrían ocurrido.
Al rumiar sobre lo que fue o lo que podría ser, nos privamos del presente: un intercambio unilateral que solo genera fantasías estériles.
Sabemos, lógicamente, que reflexionar sobre lo que podría haber sido no sirve de nada. Pero emocionalmente, tiene un peso inmenso. Aprender a soltar es un proceso; aprender a seguir adelante, un proceso aún más largo. Y aun cuando lo logramos, siempre queda una cicatriz. Cargamos con su fantasma el resto de nuestra vida.
Sin embargo, es imposible no ser una persona que “podría haber sido”. No importa lo que elijamos, siempre será a costa de todo lo demás que dejamos de elegir.
La vida nos ofrece muchos caminos, y la mayoría se excluyen mutuamente. Solo tenemos una oportunidad. Si fuéramos inmortales, no importaría dejar algo para después. Pero no lo somos. Por muy plena que sea una vida, siempre habrá cosas que debamos dejar atrás. Para vivir una, hay que renunciar a muchas otras. Y, sin embargo, intentar vivirlas todas es condenarse a no vivir ninguna.
En un sueño, me vi sentado en la horquilla de una higuera, muriéndome de hambre, solo porque no podía decidirme por cuál de los higos elegiría. Los quería a todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder los demás, y mientras estaba allí, sin poder decidirme, los higos comenzaron a arrugarse y a ennegrecerse, cayendo uno a uno a mis pies. Vivir con miedo a lo que podría haber sido es paralizante. En algún momento, hay que elegir. Hay que dejar que los demás higos se arruguen y se desvanezcan. Ese es el sacrificio inevitable del ser.
Así que, en lugar de huir del dolor de lo que no fue, haz las paces con él. Concéntrate en convertirte en algo, en descubrir quién eres realmente. Es un proceso imperfecto, errático, nunca garantizado. Pero a veces hay que dejar ir grandes cosas para encontrar lo que verdaderamente somos.
Al final, no importa lo que pudiste haber sido. Importa lo que eres. No según la medida de otros, ni bajo los volubles estándares de la sociedad, sino bajo los tuyos propios.
¿Estás en paz contigo mismo?
¿Eres capaz de darte permiso para estarlo?
¿Puedes perdonarte, con amabilidad, por no ser todo lo que una vez soñaste ser?
Solo estamos aquí por un instante. La vida no espera a que empecemos a vivir: sigue, y seguirá. Nosotros también debemos seguir. Haz las paces con los fantasmas de todo lo que no fue. Y, sobre todo, haz las paces contigo mismo. Acepta la vida tal como es: imperfecta, impredecible, raramente como la imaginamos… pero vida, al fin y al cabo. Una vida hermosa y preciosa.
Gracias por tomarte el tiempo de leer. Espero que tu día haya sido excelente.
Patricio Varsariah.