El colapso no es una tragedia si estás listo. Es un reinicio. Una transición. Y si te preparas, no solo sobrevives, sino que puedes determinar qué viene después. Todos pueden estar apostando por un colapso. Apuesta por tener el coraje de adaptarte. El colapso es una transición más que como final. La historia humana está llena de ejemplos donde la cima —las élites, las instituciones, los sistemas de poder— se desmorona, pero la base, la gente común, encuentra maneras de reconstruir.

El colapso es principalmente psicológico. Pero la supervivencia no. Puede que las noticias sean puro pánico, pero tu trabajo es mantener la calma. Cuando todos los demás están enloqueciendo, el tranquilo toma mejores decisiones. Vive como si la realidad pudiera cambiar mañana. Menos consumo, más creación. Menos miedo, más adaptabilidad. Eso es lo que estoy haciendo ahora mismo.

Decir que un gobierno es "irreparable" y que "ya estamos en bancarrota" refleja una sensación de desesperanza y de que no hay salida posible.

Pero incluso en contextos muy críticos, los Estados suelen tener mecanismos de ajuste: reestructuración de deuda, reformas fiscales, inversión extranjera, renegociaciones internacionales, o incluso cambios políticos profundos. 

La “bancarrota” en términos de países no funciona igual que en personas o empresas: rara vez un Estado desaparece, más bien entra en crisis y luego se transforma o se reinventa de alguna manera, pero ¿Qué significa eso para el ser humano promedio? 

De una forma u otra, lo que el gobierno haga o deje de hacer nos afecta a todos,y se filtra a la vida cotidiana: desde el precio del pan, la seguridad en las calles, hasta la calidad de la educación y la salud pública. Incluso las decisiones que parecen muy lejanas —por ejemplo, sobre deuda externa o tratados internacionales— terminan reflejándose en cosas tan simples como la inflación, los impuestos o las oportunidades de empleo.

Una crisis temporal puede llevar a una transformación irreversible. No sé qué viene. Pero sé cómo prepararme para lo que venga. El mundo ya ha cambiado.

Cuando todo parece haberse desmoronado —ya sea un país, una comunidad o la propia vida personal— lo primero que se siente es una pérdida de referentes: lo que antes daba estabilidad ya no está. Históricamente y también en la experiencia humana común, hay algunas claves que ayudan a “descubrir cómo vivir” en medio del derrumbe:

Lo inmediato y lo básico: enfocarse en las necesidades esenciales (alimento, refugio, seguridad, vínculos). Lo práctico se convierte en brújula.
La comunidad: en contextos de crisis, lo colectivo suele sostener lo que lo individual no puede. Redes de confianza, ayuda mutua, intercambio.
Los valores mínimos: aunque las estructuras se caigan, aún podemos elegir cómo nos relacionamos con otros: con dignidad, solidaridad, honestidad. Eso puede dar sentido incluso en el caos.
La creatividad: las crisis fuerzan a inventar nuevas formas de vida, de trabajo, de convivencia. Muchas veces lo que surge es inesperado, pero genuino.
El tiempo interior: detenerse a reconocer lo que duele, pero también a conectar con lo que sigue vivo: una pasión, una relación, una esperanza pequeña.

Descubrir cómo vivir no suele ser un acto único, sino un proceso de ensayo y error: un ir encontrando pedazos de estabilidad, aunque sean pequeños, y desde ahí reconstruir.

Los políticos se culpan unos a otros mientras el resto nos preguntamos qué sigue.  Sí, esa escena es tristemente común: mientras arriba los políticos discuten, se culpan y buscan responsables, abajo la gente vive la incertidumbre del “¿y ahora qué?”. Esa brecha entre el discurso político y la experiencia ciudadana suele agrandar la sensación de abandono. El colapso sistémico puede prolongarse durante décadas. O todo puede empeorar en unos pocos meses. No lo sé. 

El colapso se asemeja a que los comestibles cuestan un 30% más. Y a que tu sueldo te permite comprar un 30% menos. Se asemeja a despidos con una redacción diferente: "reducción de costos".  Todo esto significa que no esperes un rescate. Nadie va a venir. El gobierno no puede equilibrar su propio presupuesto, y mucho menos tu vida. 

La crisis temporal es probablemente la nueva normalidad. Deja de apostar por la estabilidad. Empieza a apostar por ti mismo. Aprende a encontrar tu cordura en todo esto. Desarrolla habilidades. Es lo único que puedes controlar, especialmente si no puedes hacer crecer tu cuenta bancaria.  No puedes arreglar la Política fiscal. Pero sí puedes arreglar tus gastos. Puedes entrenar tu cuerpo para que el estrés no te consuma vivo. Nadie tiene el control total de todo en todas partes a la vez. Eso significa que controlas lo que puedes: tus propias decisiones.

¿Cómo vivimos cuando todo se desmorona? De la misma manera que siempre: improvisando, adaptándonos, sobreviviendo. La gente puede ser irritantemente buena para que funcione. No importa lo difícil que se pongan las cosas. Nuestros antepasados sobrevivieron a guerras, hambrunas y plagas.

Puedes manejar la inflación y la política fallida. Sí, puedes. La buena noticia es que aún tienes tiempo. Es hora de ser inteligente. Es hora de despertar. Es hora de cambiar tu enfoque de lo que "ellos" hacen o dejan de hacer, al tangible y poderoso "nosotros". Y el "nosotros" empieza contigo. Todos apuestan al colapso. Bancos. Inversores. Empresas. Bien. Déjalos. Mientras ellos entran en pánico, tú prepárate. Se puede sobrevivir a los tiempos difíciles si dejas de esperar que las cosas terminen. 

La idea de que la “normalidad” no va a volver implica un duelo: reconocer que lo que fue ya no será igual. Pero también abre un espacio distinto: si esa temporada terminó. A veces seguimos atados a la nostalgia de lo que conocíamos, porque era estable, aunque no necesariamente justo o bueno. Cuando eso se cae, parece que todo se pierde, pero también se revela la oportunidad de crear lo que antes no era posible.

Ya te adaptaste antes. ¿Recuerdas cuando tuviste que descifrar las reuniones de Zoom de la noche a la mañana durante la pandemia? No colapsaste. Te adaptaste.  La gente se doblega cuando importa. Nos doblegamos hasta que la doblez se convierte en la nueva normalidad. Así que concéntrate en cambiar tu mentalidad y desarrolla resiliencia para superar lo que estás pasando.

Los expertos suelen medir todo en índices, PIB, deuda, reservas… y es cierto, a nivel macro puede parecer que “estamos acabados”. Pero la vida no se mide solo en esos términos. La pregunta central no es solo “qué pasa con la economía”, sino “cómo seguimos viviendo”. Y esa respuesta suele salir de abajo hacia arriba: familias, comunidades, oficios reinventados, creatividad en la escasez.

Aunque los expertos y el discurso oficial digan que todo está perdido, seguimos respirando, seguimos comiendo, seguimos cuidando a quienes queremos. En ese acto de vivir ya hay resistencia y reconstrucción. Quizás la clave sea esa: no negar el colapso, pero tampoco quedar atrapados en él. Habitarlo como un umbral hacia otra cosa.

Tienes que mantener la cordura y practicidad, sobre todo en tiempos de incertidumbre.

Dinero y deudas: reducir cargas que te ahogan y guardar aunque sea poco en efectivo. No como lujo, sino como un colchón mínimo que compra tiempo. Y el tiempo, como dices, se traduce en opciones.
Evitar ilusiones fáciles: en épocas de crisis abundan las promesas rápidas (como ciertas criptos, esquemas piramidales, “inversiones milagro”). Pero lo sólido empieza por lo tangible.
Habilidades: ahí está la verdadera riqueza. Saber arreglar, cultivar, cocinar, reparar, enseñar, organizar… cosas que no pierden valor, aunque los sistemas financieros se tambaleen.

Salir del pánico no significa negar lo que pasa, sino mirar de frente la realidad y responder desde un lugar de calma. Esa “rebelión silenciosa” que menciono es profundamente subversiva, porque rompe con la lógica del miedo y la dependencia absoluta de los sistemas que se tambalean.

Lo que planteo pone en el centro tres verdades sencillas y fuertes:

Autonomía: aunque no controlemos los grandes engranajes, podemos recuperar control en lo inmediato —cómo cuidamos nuestra casa, nuestro alimento, nuestras relaciones.
Confianza en lo pequeño: no se trata de promesas grandilocuentes, sino de la certeza práctica de que podemos mantenernos vivos y útiles en lo cotidiano.
Utilidad como riqueza: ser capaz de sostener, reparar, acompañar, enseñar, alimentar… eso da valor real, más que el dinero en épocas de inestabilidad.

Es una forma de dignidad: vivir como si la esperanza no dependiera de los discursos de poder, sino de lo que hacemos con nuestras manos y corazones.

La salud no es negociable. No puedes superar el colapso si te quedas sin energía. Cuerpo fuerte, mente despejada. Ese es el hábito de supervivencia número uno. De nuevo, la mentalidad lo es todo. 

A los medios les encanta decir que el cielo se cae. Es un buen titular. De todos modos, tú y yo nunca estuvimos a cargo del cielo. Lo que sí controlamos es nuestra respuesta cuando las cosas se ponen difíciles. Aún estás a tiempo. La pregunta no es si las cosas se desmoronan. Es lo que construyes cuando sucede. Debemos cultivar nuestro jardín.

Concéntrate en lo que está dentro de tu círculo de influencia. Sé bueno con tu gente. Crea algo de valor. Encuentra alegría en tus experiencias cotidianas. El panorama general podría estar al borde del colapso. Tu trabajo es construir remansos de cordura y resiliencia. Crear una vida que sea "antifrágil" y significativa, independientemente de lo que suceda a nivel macro. 

 Empieza donde estás. Usa lo que tienes. Haz lo que puedas. Deja de apostar al colapso. Apuesta por ti mismo. Todo podría desmoronarse, el colapso, más que final, se convierte en un espejo que revela de qué estamos hechos.

Lo que escrito no es solo desahogo, sino también una visión clara y práctica sobre cómo atravesar el derrumbe con dignidad.

Patricio Varsariah.