Esta es la nostalgia: morar en la onda y no tener patria en el tiempo.Y estos son los deseos: quedos diálogos de las horas cotidianas con la eternidad. Y eso es la vida. Hasta que de un ayer suba la hora más solitaria de todas, la que sonriendo, distinta a sus hermanas, guarde silencio en presencia de lo eterno. “No tener patria en el tiempo”, no tener apegos ni moradas, no tener pie asentado en una falsa realidad. ¿Cuál verdaderamente es esa ansiada realidad? ¿la que pisamos, la que vemos? o es aquella que siente nuestra alma cuando desgarrada por el sinsabor del cuestiona miento, viudo de respuesta, mudo de razón, vaga ante los escasos atisbo de lucidez, y a los cuales solo llego mediante un paso de silencio sepulcral.

Ante los diálogos con “mi eternidad”, que es distinta a la de cualquier lector, está varia según la distancia que los separa de la tierra, mi eternidad alcanza confines a los cuales no puedo llevar a ningún mortal, no podría, me balanceo en las preguntas que sin dirección ni propósito se disparan de mi mente, cuanta eternidad hay en la mía. (¿se entiende?) cuanto de todos los universos que me habitan, laten dentro del mío propio, si solo llego a ellos cuando me invade el silencio más absoluto, cuando siento que la locura esta a ras de mi mano, cuando me dejo arrastrar por la entro pía de mis percepciones, como si la garra del más feroz de los hoyos negros me atrapará y me escupiera en un estado de paz no esperable, tanto que me hace llorar, tan grande que no quiero volver, tan profundo que me deja ciego ante el mundo.

Querida Alma, tú sabes y comprendes; y que yo no pueda ni por un segundo ver las cosas a partir de ti misma, tal como las imagino vistas por ti, que no pueda tener la inteligencia del otro… En todo caso, volveré fortificado al seno de mis intrincaciones sin fin, preparadas desde hace mucho tiempo. Sabe Dios qué intervalo separa el poema del «viraje decisivo» del advenimiento de nuevas condiciones, yo sigo estando muy rezagado; sabe Dios si puedo todavía efectuar semejantes cambios, ya que las fuerzas continúan abusando de sí mismas y agotándose en los mayores malentendidos. Por eso me había prometido un número indescriptible de cosas de esta disposición al fin justa y llena de ternura con respecto a una naturaleza humana.

Quién no se cuestione no puede caminar por un sendero de búsqueda, sin el cuestiona miento no hay solución, si no hay cuestiona miento no hay como resultado una verdad. Por último agregar, me subyuga la fatuidad en que la humanidad se duerme ante el verdadero diálogo, ante aquel diálogo que solo se da con uno mismo, no con la mente, no con el pensamiento, solo con nuestra alma, aquella que no tiene voz audible, aquella que mora en el más profundo de los silencios, en el más profundo de los vacíos. Ese dialogo que nos dejará ineludiblemente satisfechos, con una plenitud que durará segundos, pero esos escasos segundos valdrán por mil eternidades de sueño.

Patricio Varsariah