de la idea absurda...
Publicado por Patricio Varsariah el lunes, octubre 2, 2017

Hoy toco el tema de la "Perfección". Veamos lo que expresa un reconocido diccionario sobre el término perfección: «Lo perfecto, por su parte, es lo que no tiene errores, defectos o carencias: se trata, por lo tanto, de algo de máximo nivel posible» (las cursivas son mías). Si vas a vivir sometido a este estándar, cada día será una tortura, porque tendrás que machacarte una y otra vez para tratar de «alcanzar lo inalcanzable», ya que no tener «errores, defectos o carencias» es imposible.
Y además, ¿por qué deberías «llegar al máximo nivel posible» que definen los expertos en competitividad? ¿No te basta con crecer hasta el punto en que vivas tranquilo y en paz contigo mismo, sin intentar romper ningún récord Guinness?
La vida saludable cohabita con la sencillez, consiste en esforzarse sin ansiedad, inducido por la pasión y el entusiasmo, claro está, pero no por la desesperación de ser sobresaliente a cualquier costo. Los antiguos griegos, que predicaban y practicaban la sabiduría, sabían que nunca llegarían a alcanzarla totalmente. Ser «sabio» era un horizonte, un referente al cual aspiraban, y el disfrute estaba en ir hacia él.
¿Qué pasaría si hiciéramos del desarrollo de nuestros valores un mejoramiento permanente, relajado y sin pretensiones, de ser únicos y especiales?
Pero si vemos la definición de imperfecto la cuestión empeora: «Que no tiene todas las cualidades requeridas o deseables para ser bueno o el mejor de su género» (las cursivas son mías). Sí, has leído bien: si no eres el «mejor en tu género», serás casi un ser anómalo, excluido del grupo de los distinguidos. En oposición a este delirio perfeccionista, podrías pensar de una forma más saludable y realista: «Si mi manera de ser no es dañina para mí ni para nadie, pues seré como yo quiera, no importa el puesto que ocupe respecto a los de mi género».
Cuanto más te alejes de la idea absurda de la «perfección psicológica y emocional», más te aproximarás a una aceptación incondicional de ti mismo, obviamente sin desconocer tu consabida y fascinante imperfección natural y humana. Como podrás leer a lo largo del escrito, no necesitas cualidades excepcionales o descollar por algún atributo especial para sentirte orgulloso de ser quien eres. La clave está en apuntar a un crecimiento personal sostenible, sin pedirle peras al olmo (nosotros somos el olmo) y sin que la autoestima se vea afectada.
Partir de lo que eres y no de lo que deberías ser o tener: de tus fortalezas reales. Cuando tomes la decisión de aceptarte a ti mismo de manera incondicional y sin excusas, descubrirás tu camino. «Tú eres tu propia luz», y aunque no seas la más brillante del mundo, será tuya, será tu luz original y verdadera, propia e intransferible.
Una vida bien llevada es aquella en la que la alegría y el disfrute pesan más que el dolor.
Cierta vez, un predicador estaba dando su plática y volvía una y otra vez sobre el tema de la Buena Nueva que cambiaría a la humanidad: todos podían salvarse si se seguían ciertos preceptos. Un maestro espiritual muy anciano que estaba escuchando atentamente interrumpió para preguntarle: «¿Qué clase de buena noticia es ésa, que hace tan fácil ir al infierno y tan difícil ir al cielo?». El predicador cambió de tema.
Pues invirtamos las opciones: que el bienestar no sea la excepción, que obtener la paz interior no sea una tarea de titanes. Rompamos los moldes y reacomodemos nuestras expectativas a un cambio profundo y sereno, cuyo epicentro sea elfortalecimiento de un «yo» que se respete y se acepte a sí mismo de manera radical, no importa cómo. Ten presente que la valía personal nunca está en juego. La consigna es determinante: puedes ser escandalosamente feliz en medio de tu maravillosa imperfección.
Maltratarte porque no eres como «deberías ser» es acabar con tu potencial humano Necesitas más energía para destrozarte a ti mismo que para construir un poco de felicidad. La estúpida costumbre de aporrear el «yo» y sentirse satisfecho por ello He aquí un mandato irracional perfeccionista que hunde en la depresión a millones de personas en el mundo: Si quieres salir adelante y estar por encima de la mayoría, tienes que darte duro y sacar callos. Lo siento por los fanáticos de la penitencia, pero la vida no es un entrenamiento en artes marciales.
Una cosa es el esfuerzo inteligente y otra el azote irracional para «endurecerse». Los consultorios están atestados de gente que, debido a este mandato, sólo ve lo malo de sí misma o se maltrata porque no es como «debería ser». Pese al aparente culto al placer y la autoindulgencia existentes en la posmodernidad, la depresión debida al autocastigo psicológico se ha acrecentado y se ha profundizado, aunque muchos pongan cara de hedonistas realizados.
En la carrera hacia la perfección, ¿quién no se ha mirado al espejo alguna vez y ha soltado un profundo: «¡Qué cansancio!»? Nos creemos el cuento del superhéroe o la Chica Maravilla, lo asimilamos, lo metemos a fuego en nuestra base de datos y funcionamos con esos lastres como si estuviéramos destinados a la grandeza. Una creencia que acompaña al anterior mandato y lo refuerza es la siguiente: «No debo permitirme ningún fallo si quiero triunfar. El menor error debe ser drásticamente sancionado y eliminado». Autocastigo en estado puro: no sólo te vuelves perfeccionista de tu propio ser, sino que te fustigas y, además, te sientes satisfecho por el «deber cumplido».
La necesidad de una excelencia inalcanzable se enquista en el cerebro y se desarrolla hasta convertirse en una epidemia interior que te impulsa a maltratarte si te desvías del «camino recto». Aquí nace y se afinca el verdugo interior que te susurra malignamente: «No estás a la altura de lo deberías ser».
¿Qué hacer? La mejor opción es rebelarnos contra esta manera de pensar, que nuestro organismo revierta el proceso autodestructivo y cambie castigo por compasión, y rechazo por aceptación.
Insisto: jamás serás psicológicamente perfecto y, no necesitas serlo para tener una buena vida. No quiero ser el mejor, quiero ser completo.