De ignorar lo que no vale la pena.
Publicado por Patricio Varsariah el lunes, diciembre 14, 2015

Si tuviéramos que tomar en serio cada ofensa que los demás quieren hacernos estaríamos mucho más rotos que enteros. Asumir que existen personas que jamás sentirán empatía por nuestra situación ni por nuestra lucha nos abre un esperanzar camino:poder elegir a nuestros aliados espirituales con mayor rapidez, sin resentimiento y sacando el mayor disfrute vital de su compañía. No interiorizar las ofensas no quiere decir ser ciego a ellas. Lo que nos hace daño es automático, nosotros no damos permiso al dolor emocional para que nos lastime o no… de la misma forma que no podemos evitar que al rozar un plato ardiendo nuestra mano se retire por el reflejo de calor y dolor físico. Pero si somos capaces de saber retirar la mano a tiempo cuando existe riesgo de quemarnos… ¿Por qué entregas a veces tu mente y alma a las llamas del resentimiento y de la ofensa?, ¿por qué no asumir que sentirnos ofendidos y dolidos es normal, y en cambio seguir instalados ahí es peligroso?
Sabiduría es también ignorar lo que no vale la pena. Si hay algo curioso que lleva a cabo nuestro cerebro cada noche sin que se lo pidamos, es un mecanismo esencial de depuración. Gracias al sistema glimfático elimina toxinas que podrían causarnos problemas neurodegenerativos. A su vez, mientras dormimos, ejecuta un sutil “borrón” de información innecesaria, integrando y clasificando aquella que sí juzga como relevante. El cerebro, como ves, se alza como una maquinaria precisa y casi perfecta que sabe eliminar de sus estructuras y procesos internos todo aquello que no es útil, y que por tanto, podría enfermarlo. Sin embargo, nosotros, cuando abrimos los ojos al día y a la conciencia, no siempre somos capaces de ignorar lo que no vale la pena. No es fácil ignorar ciertas cosas, ciertas personas, ciertas situaciones. Las personas no siempre sabemos percibir que algo puede hacernos daño, no tenemos un radar, ni una señal de alarma. Nos limitamos a confiar, a dejarnos llevar. A vivir.
No interiorices las ofensas de los demás, sonríe y sigue adelante. Estamos hechos en una gran parte de lo que los demás dejan en nosotros: de lo que permitimos que se pose en nuestro interior y de lo que decidimos que no tiene que estar más tiempo que lo que ocupó de tiempo de reloj. Nos enseñan a defendernos, también a amar, pero a veces se olvidan de inculcarnos el sabio placer de ignorar. Es por ello que en ocasiones nos movemos en parámetros peligrosos y absolutistas: fue malo o bueno, desastroso o maravilloso…cruel o bondadoso. Esta forma de analizar la realidad nos juega muy malas pasadas porque saber tolerar la ambigüedad de lo que pasa en nuestras vidas es el primer paso para fluir y que el mundo no se vuelva una lucha constante y agotadora. Los demás no están constantemente pensando en quiénes somos y cómo nos sentimos. Cada uno está ocupado en su lucha que a veces no es la nuestra.
Es por ello que nos debemos dar una oportunidad de vivir más ligeros y apasionados en el presente. No interiorices las ofensas de los demás: sonríe y sigue adelante. Date un respiro a ti mismo y una lección a los demás. No interiorizar todo lo que nos pasa es mirar como un espectador lo qué quizás no seamos capaces de tolerar como único y sufrido protagonista. El mundo está envuelto en batallas y tenemos que ser inteligentes en elegir cuál es la nuestra y cuál es la de los demás… solo manteniendo tu espíritu limpio puedes ayudar en algo al resto, y no olvidemos de ser amables. Cada persona con la que te encuentras está librando su propia batalla, nunca lo olvides
No interiorizar las ofensas no te convierte en un ser insensible, frío o cruel. Es simplemente no dar placer y gusto a aquellas personas que en realidad, quisieron lastimarnos y darnos a nosotros mismos la capacidad de olvidar lo que en nuestro interior es solo un estorbo.
No interiorizar las ofensas es dotar a nuestro cerebro de mayor avidez y prevención para futuras situaciones desagradables… y dotar a nuestra alma de fortaleza y determinación para poder enfrentarlas.Elige bien tus batallas, a veces estar en paz es más importante que tener la razón. En ocasiones, vemos esto como algo imposible. Dramatizar forma parte de nuestra vida porque mucha gente a nuestro alrededor lo hace. Parece que las grandes historias solo están llenas de lamentos y que las personas que a veces nos tildan como exitosas están siempre en tensión y atacando a otras. Que si no nos enfrentamos es señal de debilidad, cuando en realidad es señal de avidez y madurez emocional.
Distingue a quién quiere ayudarte de quién solo quiere dañarte. Las trampas mentales que a veces nosotros nos infligimos a nosotros mismos son mucho más crueles y perniciosas que todas las ofensas, agresiones y humillaciones que los demás nos hacen o intentan hacernos. Hemos convertido el arma más distintiva de los seres humanos en una especie de perpetuador de la angustia y la confusión: el lenguaje verbal, las palabras… a veces son utilizadas como un diálogo destructivo interno, que como una capacidad para simplificar nuestra comunicación con los demás.
Las interpretaciones de lo que otros nos han hecho o dicho son infinitamente más duraderas que el tiempo real que se posaron en nuestra vida. “Tanta palabrería interna” nos aleja de la objetividad acerca de la realidad. Por ejemplo, muchas veces aseguramos “Me han juzgado muchas veces”, “Me han mirado mal”, “Me han corregido continuamente en mi trabajo”; sin hacer un ejercicio de diferenciación y proporcionalidad. De todas las personas que nos causaron daño… ¿Cuántas estaban realmente haciéndoselo a ellas mismas?, ¿significan algo hoy en nuestra vida?, ¿realmente nos han impedido totalmente que podamos cumplir nuestros sueños? Si respondemos esas preguntas nos daremos cuenta de que en la mayoría de las ocasiones hemos interiorizado tanto esa ofensa (quizás nuestro excesivo ego lo ha propiciado), que ha multiplicado por mil el daño real que nos causaron.
Dejemos de hacer aprecio a lo que un día causó nuestro desprecio. Saquemos conclusiones generales, analicemos en qué fallamos en todas esas ocasiones y en qué fallaron los demás, qué guardan en común todas esas personas para que nos doliese tanto su ofensa. A veces, ese análisis arroja los ambientes que debemos evitar… y en otras ocasiones, qué debemos de mejorar de nosotros mismos para que seamos nosotros y no lo negativo que nos rodea lo que habita en nuestro interior. Uno no puede dar nada nuevo y bueno, si todo lo que tiene dentro es viejo y está resentido.