Tu cuerpo ha acumulado tanta fatiga que ni siquiera recuerda la última vez que hizo algo sin prisas. Ese tipo de descanso que ni cinco tazas de café pueden remediar. Llevas años funcionando con una energía al 1%. Algunos viven en un modo de supervivencia. Han olvidado cómo descansar. Han convertido el tiempo libre en otra meta a optimizar. 

Los españoles, en especial del sur de España, conservan una tradición singular: descubrieron el valor del descanso mucho antes de que la industria del bienestar lo transformara en aplicaciones y velas aromáticas. Se trata de la siesta, el reposo vespertino, a la que también se denomina ‘la dulzura de no hacer nada’

La siesta es una rebelión contra el culto a la actividad constante. No es un “domingo de autocuidado”. Es desconectar a mitad del día, mientras el resto del mundo sigue persiguiendo la productividad como si dependiera de ello. Es un acto filosófico y sin disculpas de alejarse del “trabajo”. Las tiendas cierran. Las persianas bajan. Literalmente. Pueblos enteros se toman un descanso. De aproximadamente 12 a 3 pm, todo el pueblo cierra. El mundo se detiene para un ritual sagrado de relajación. 

La siesta impone una pausa colectiva. No solo una persona tomando una siesta. Sino todo un entorno que dice: “Alto. Es hora de descanso”. No puedes comprar comida. No puedes ir de compras. No puedes fingir estar ocupado. Te obligan a vivir. Quizás duermas. Quizás no hagas nada. O simplemente hables con alguien. Ese es el punto.

El “descanso” se convierte en cultura. Casi todo vuelve a funcionar si lo desconectas por unos minutos, incluido tú”. El sosiego permite un descanso de calidad en un estilo de vida frenético. Y ese es su genio.

Sé lo que piensas: “Eso nunca funcionaría donde vivo o trabajo”. Es cierto. 

Hemos organizado nuestros días para aprovechar al máximo cada minuto. ¿Pero a qué precio? Hemos perdido el ritmo natural de la vida. La siesta se basa en principios antiguos fundamentales que nuestra cultura del estrés ha rechazado rotundamente. El descanso no se gana; es inherente. No tienes que "excederte en el trabajo" para merecer un descanso. Tu existencia es suficiente. La gente se toma un respiro deliberadamente. 

En las grandes ciudades, no estoy tan seguro. Pero para el español "tradicional", no hay culpa. Un descanso no es una recompensa por buen comportamiento. Es una parte esencial de la condición humana. Me da igual cuántos correos tengas. Tu bienestar es más importante que tu productividad. La mayoría solo se toma el descanso en serio cuando el cuerpo protesta. No se están dando un capricho. Se están recargando. 

La cultura del estrés ve el tiempo como un recurso que se gasta, se agota y se pierde para siempre. Se glorifica estar ocupado y se presume de dormir solo cuatro horas. 

La siesta ve el tiempo como las estaciones. El día tiene su ritmo: tiempo para trabajar, para la familia, para comer, para descansar. Y se respeta cada parte. No se pasa por alto el descanso para empezar antes el siguiente periodo de trabajo. Se rompe el ciclo. Se crea un ciclo donde la energía se recarga, no se agota. La mayoría ve una tienda cerrada y piensa: "pérdida de ingresos". Los españoles ven una tienda cerrada y piensan: "vida preservada". ¿Qué cálculo es más acertado a largo plazo? 

La siesta también se trata de conexión. Es el almuerzo largo con la familia donde la comida es secundaria a la discusión sobre fútbol. Es el paseo sin destino. Y el tiempo consciente lejos de las pantallas. Es la práctica activa y consciente de no hacer nada "productivo". Piensas que no puedes hacerlo. Tu trabajo no te lo permite. Tu vida es muy ajetreada. Esa es la historia que la cultura del estrés quiere que creamos. 

Puedes empezar poco a poco. No necesitas cancelar toda tu agenda. Empieza por tu mente. Cierra las ventanas de tu mente. Solo 30 minutos un día, desconecta de la productividad. No "en mi descanso, revisando el móvil". Cierra todo y desconecta. Sal a dar un paseo a un lugar agradable. Que esté cerca para poder volver si tienes algo pendiente. Puedes tomar algo y simplemente mirar por la ventana. 

Quizás no puedas parar a mediodía. Está bien. Pero puedes crear pequeños momentos de «quietud». Cierra la portátil. Guarda el móvil. Dedica 20 minutos a tu descanso. Defiende ese tiempo como si fuera sagrado. Porque lo es. Nunca te preguntes: «¿Me merezco un descanso?». Pregúntate: «¿Por qué pensé que no?». 

Deja que tu mente divague. Al principio te parecerá extraño, incluso te sentirás culpable. Pero no le hagas caso a esos pensamientos. Ese es el paso práctico que debes dar para mantener tu equilibrio mental. Nadie te va a dar permiso para descansar. Tú mismo debes tomar esa decisión. Si no cuidas tu tiempo libre, nadie más lo hará. Descansar no significa ser improductivo; es parte fundamental de la productividad. Debes defenderlo con la vehemencia de un español de pueblo que defiende con todas sus fuerzas su «tiempo sagrado». 

La «siesta» es una protesta contra la tiranía de la sobrecarga de trabajo. Es la idea radical de que el verdadero lujo, la verdadera genialidad, reside en comprender que somos seres humanos, no máquinas de trabajo. La tienda está cerrada. Ve a descansar. Sea lo que sea el descanso para ti. Encuéntralo. Y descansa. No lo hagas solo para ser más productivo después. Descansa para revitalizarte. 

La genialidad de la «siesta» no es un secreto. Es un secreto que nos negamos a ver. Nos han hecho creer que la quietud es estancamiento. Que el «descanso de calidad» es abandonar. Es todo lo contrario. Este descanso deliberado es lo que impulsa todo lo demás. Es el motor de una vida plena. 
Tienes una opción. Puedes seguir agobiado, confundiendo la actividad con la vida. O puedes empezar a reservar tiempo para el «no hacer nada», para tu propia renovación. No estés disponible durante tu «sosiego», para estar disponible contigo mismo. Ese es el punto. Y cuando vuelvas, harás tu mejor trabajo. 

Si en estas palabras hallaste consuelo o un instante de reflexión, guárdalas contigo y deja que te sostengan en tu camino.

Patricio Varsariah.