Cuando tu luz incomoda.
Publicado por Patricio Varsariah el lunes, diciembre 8, 2025

Hay momentos en la vida en los que uno descubre una verdad incómoda: no todos celebrarán aquello que te hace feliz. Algunos, incluso sabiendo lo mucho que significa para ti, preferirán que no lo hagas, que no lo tengas, que no lo vivas. Y uno se pregunta por qué. ¿Qué problema puede tener alguien con la alegría ajena?
La respuesta es más humana que malvada.
Hay personas que no saben sostener la felicidad del otro porque aún no han aprendido a sostener la propia. Tu luz no les hiere; simplemente revela las sombras que llevan tiempo ignorando. Sombras hechas de sueños abandonados, de ilusiones viejas, de heridas que nunca supieron cómo sanar.
A veces uno se pregunta por qué hay personas que, aun sabiendo qué es lo que aviva tu espíritu, desean que no lo hagas. ¿Por qué hay quienes se incomodan cuando te ven abrazar algo que te hace feliz, algo que te da sentido, algo que te vuelve más tú?
La respuesta no siempre está en la superficie. No es maldad pura, ni un deseo abierto de impedir tu camino. Es algo más silencioso y profundo: es la fragilidad humana.
Hay quienes no saben celebrar la alegría ajena porque nunca aprendieron a sostener la propia. Les pesa la luz, no porque la luz dañe, sino porque ilumina las habitaciones interiores que prefieren mantener oscuras. Y allí, en esas sombras, duermen viejas frustraciones, deseos abandonados, renuncias involuntarias y sueños que nunca se permitieron tocar.
Cuando tú avanzas, cuando tú creas, cantas, amas o construyes, sin querer revelas esa penumbra. Y hay quienes sienten tu plenitud como un recordatorio de aquello que ellos mismos postergaron. No saben acompañar tu alegría porque no han resuelto su tristeza. No saben aplaudirte porque aún no han podido perdonarse.
Llamar a esto “estupidez humana” es comprensible. Pero la verdad es que se trata de un dolor humano, un vacío humano, una inmadurez humana.
Tu tarea no es convencerle ni pedirle que comprenda. Tu tarea es seguir siendo fiel a tu don, a tu llamado, a esa llama interior que tienes en ti para iluminar y no para esconder. La felicidad auténtica no busca permiso. La alegría verdadera no pide aprobación.
La vocación sincera no se detiene porque alguien no pueda verla.
Sigue adelante con lo que amas. No te vuelvas pequeña para que otros no se sientan incómodos. Tu luz no existe para herir, pero tampoco para apagarse. Porque al final, no es tu brillo lo que molesta. Es la sombra que tu brillo revela en otros. Y esa sombra no es tu responsabilidad.
Ahora recuerda que no todos celebrarán tu alegría. Algunos, sin querer, sentirán incomodidad al ver tu luz. No porque tu luz haga daño, sino porque ilumina sus propias sombras. No luches contra eso. No necesitas convencer a nadie, ni justificar tu felicidad, ni pedir permiso para ser quién eres.
Las relaciones se derrumban no cuando las personas se rebelan, sino cuando dejan de pensar.
¡Gracias por leer!
Patricio Varsariah.
www.patriciovarsariah.com
