Cuando hacemos lo que amamos
Publicado por Patricio Varsariah el martes, julio 12, 2016

Como Ustedes saben me gusta reflexionar y sacar la mejor enseñanza filosófica de los refranes populares y hoy hay uno que dice : “Un camino de mil pasos comienza con el primero”... dice una voz antigua. El primero de los pasos es calmar la mente para escuchar lo que queremos, y una vez sabido esto, iniciar la marcha evitando la tentación del resultado fácil y rápido. Olvidarse de lo que se quiere lograr y arrancar la caminata con perseverancia, paciencia, decisión y el disfrute que conlleva el ya estar haciendo lo que se ha elegido sólo por el contento de poder realizarlo.Hacer sin hacer, o lo que es igual, hacer sin esperar nada a cambio. Que la tarea sea por sí misma todo sobre lo cual ocuparse plenamente. Sin manipulaciones que fuercen a que las cosas ocurran según nuestro capricho, sino que sean lo que pueden ser en ese momento y aprender a adaptarse a ello.
Lo que emprendamos requerirá de técnica y práctica, pero no es esto lo más difícil, sino la comprensión profunda de la delicadeza, la nobleza de corazón, la honestidad, la humildad, la responsabilidad, la voluntad de mejora y la consideración hacia los otros, que en el fondo implica. Tener en claro durante la travesía que en algunas ocasiones habrá que retroceder unos pasos, o detenerse un poco, sin interpretar esta situación como un rasgo negativo del
aprendizaje. Por el contrario, se hará preciso comprender que el ir un poco hacia atrás permitirá encontrar el impulso justo para seguir avanzando. Y, fundamentalmente, recordar que sólo está perdido quien sabe adónde va. El que no, que continúe buscando sin desesperar. Pero que la búsqueda se haga ahí en donde se está consigo mismo, o acaso, ¿cuando se nos extravían las llaves en casa, las buscamos en la vereda?
La no conformidad en lo que sea que estemos trabajando puede ser en sí mismo un favorable punto de partida, pues, al menos, ya sabemos lo que no queremos más. Paso a paso y sin declinar, se irá saboreando la miel que se elabora en nuestro interior y que no es otra que el volvernos sinceros con nosotros mismos. La autenticidad del Ser que somos quitará el velo que nos ha llevado a creer que la espiritualidad es privilegio de unos pocos o que sólo es posible practicarla en muy contados lugares y momentos.
Por el contrario, comprobaremos que dicha espiritualidad está presente al clavar un clavo, hacer las compras, conversar con alguien, coser una tela, cocinar, tocar música, manejar un auto, practicar yoga o barrer el patio. Es decir, allí donde sea que nos encontremos, pues una vez despojados de los trapos viejos que impiden moverse con sincera naturalidad, no quedará lugar o situación donde esa sinceridad no se manifieste.
Nada que no queramos puede sostenerse por mucho tiempo. Engañándonos y forzándonos a figurar ser quienes en realidad no somos nos enferma, o en el peor de los casos, nos mata, aun en vida. Desperdiciando el invalorable crédito de estar vivos con dignidad. La sabiduría que obtendremos no será únicamente producto de las experiencias vividas, sino del saber cuál es el mejor modo de aplicar lo aprendido.
Pero para todo ello es preciso, a mi entender, no sólo gustar de lo que hacemos, sino amarlo con total abnegación. Es ahí, en esa consagración, cuando se vivencia el volvernos uno con la tarea. Un espacio de tiempo donde, paradójicamente, el espacio y el tiempo se desdibujan hasta confundirnos (fundirnos con) con lo que estamos creando. Cuando hacemos lo que amamos, estamos diciendo cuánto nos amamos y amamos la vida.
Por último : “ya que pasamos por este mundo, ¿por qué no hacerlo dejándolo un poquito mejor de lo que lo hemos encontrado?”.