La gran libertad reside en afrontar sin miedo la oscuridad y ver, finalmente, que es inseparable de la luz. Reside en reconocer que lo que siempre habías buscado estaba oculto incluso en tus miedos más terribles. Si hay un camino hacia algo mejor, está en mirar con los ojos bien abiertos lo peor... y encontrar en ello la más profunda aceptación.

Cuando entiendes cómo se manifiesta en ti el sufrimiento, entiendes de inmediato cómo se manifiesta en todo el resto de la gente. Solemos conceder tanta importancia a nuestras diferencias individuales que somos incapaces de ver que, en lo fundamental, somos todos iguales. 

Todos sufrimos, y todos buscamos una manera de salir del sufrimiento. Cuando descubres y entiendes la mecánica del sufrimiento en ti mismo, desarrollas una profunda compasión por el sufrimiento ajeno..., compasión en el verdadero sentido, en el sentido de com-passio, literalmente «sufro con».

Cuando considero que el dolor es mío, me pierdo en mi burbuja de sufrimiento personal y me siento desconectado de la vida, aislado y solo con mi desdicha. Pero más allá de la historia personal de mi sufrimiento, descubro que el dolor no es en realidad mi dolor. Es el dolor del mundo. Es el dolor de la humanidad. 

Cuando perdí a mi madre, la aflicción que siento no es mi aflicción, sino la aflicción de todo hijo; sufro por, y con, cada hijo que haya perdido a su madre.  Cuando mi pareja me abandona, soy cualquiera que haya perdido a alguien a quien amaba.

En los más íntimos recesos de la experiencia presente, descubro que yo soy el universo que con tanto ahínco intento salvar; descubro que yo soy la compasión que tanto me esfuerzo por representar fuera, en el mundo; descubro que yo soy todas las demás personas con las que tanto anhelo tener contacto. 

En las profundidades de lo personal, en medio de las experiencias más intensamente dolorosas e íntimamente personales, descubro la verdad impersonal de la existencia, y en ese momento soy libre. 

Muchas enseñanzas espirituales hablan de escapar de lo personal y alcanzar cierto estado impersonal en un futuro, pero, lo personal y lo impersonal son íntimamente uno, y no se pueden dividir así. La división es precisamente la raíz de todo el sufrimiento y el conflicto.

Creo Que mi reflexión no es necesaria. Ya estás completa/o tal como eres. Eres la vida misma, y siempre lo has sido. ¡Esto es todo, el aquí y el ahora! Este momento es cuanto hay, y está completo en sí mismo. No hay nada más que hacer.

Dos palabras y un abrazo.

Patricio Varsariah.