Te pido que te aprendas de memoria este pensamiento: Ninguna cantidad de culpa puede resolver el pasado, y ninguna cantidad de ansiedad puede cambiar el futuro.

Creo sinceramente que todos los seres humanos somos de la misma naturaleza, tanto a nivel mental como emocional. Todos nosotros tenemos el potencial para ser personas felices y buenas y también lo tenemos para ser malas y perjudiciales. Creo que el potencial para todas estas facetas está presente en nosotros. 

Lo importante es tratar de fomentar, en cada uno de nosotros, los aspectos positivos y útiles y tratar de reducir los negativos. Aunque los aspectos negativos puedan, a veces, traer cierta satisfacción a corto plazo, a la larga sólo aportan sufrimiento. Las actitudes positivas nos traen siempre fortaleza interior. Con fortaleza interior tenemos menos miedo y más confianza en nosotros mismos, y resulta más fácil extender nuestro afecto hacia los demás sin barrera alguna, ni religiosa ni cultural ni de ningún otro tipo. Es, por lo tanto, muy importante reconocer nuestro potencial para lo bueno y lo malo y, después, observar y analizar cuidadosamente.

Nuestra mente siempre está inquieta e insatisfecha, no importa qué logre o cuánto acumule. Tiene una especial capacidad para buscar satisfacción y contento donde no puede hallar. Se frustra, se decepciona, se desencanta y se convierte en una fábrica de desdicha. 

Nada sabe de sí misma. Se debate en su incertidumbre; se desertiza en su atroz egocentrismo y su soledad, que le empujan, junto al tedio, a buscar frenéticamente por rumbos que no van a reportar ni calma, ni bienestar, ni plenitud interior. La mente elabora proyecciones, creaciones, decorados de lo más cambiantes y diversos, deseos compulsivos y antipatías de todo orden. No descansa, no se aquieta; no produce certidumbre y paz, sino agitación sóbrela agitación, voracidad y conflicto 

Hay cosas que nunca van a cambiar: la enfermedad, la vejez, la muerte y otras muchas; pero es preciso enfocar la vida con otra actitud. Algunos lo intentan y, como diría mi filósofo preferido Jesús, son “la sal de la tierra». Aunque la acción sin lucidez, sosiego y virtud a menudo es nociva o destructiva, siempre se hallan racionalizaciones y pretextos para ella. 

La mente confusa y agitada no investiga ni se moviliza lo suficiente para emerger de su ofuscación, en una mente así no hay cabida para la dulce caricia del sosiego, sino sólo para la sombra de la inquietud y el desaliento.

Urge modificar la disposición mental. Tenemos que aprender a afirmamos sólidamente en una conciencia más equilibrada para reconducir la energía no sólo hacia fuera, sino también al testigo de la mente, a fin de no dejamos envolver y obsesionar por lo que nos place o lo que nos disgusta. Mediante una ejercitación y una actitud correctas podemos estimular un «centro» de conciencia clara e inmutable, no enraizada en el ego personalista, que nos permitirá mantener lenitiva distancia de los fenómenos, apartamos de todo aquello que nos perturba. 

No se trata de una voluntad de evasión, sino de un distanciamiento anímico, por lo que nuestro interior puede hallar equilibrio en el desequilibrio, sosiego en el desasosiego, silencio en el estruendo, pasividad en la agitación o la actividad frenética. 

Aun en las situaciones más conflictivas, es posible seguir conectado con el espacio interno de quietud, porque se sitúa antes de los pensamientos y, mediante el esfuerzo consciente, nos deja recobrar la armonía perdida. Se aprende a detectar los movimientos de atracción y rechazo de la mente, como las olas que vienen y van, pero no nos sumergen, porque hemos ejercitado no sólo el estar inmersos en el espectáculo de luces y sombras, sino también el constituir el sereno y apacible «espectador”. 

Superar las tendencias perjudiciales -temores, anhelos, odios y obsesiones- no implica reprimir o mutilar las energías instintivas o las emocionales, sino encauzadas y reorientadas. De este modo se madura y se aprende a no dejarse anegar por las corrientes nocivas de pensamiento. 

La mente cuenta con numerosos recursos (energía, confianza, contento, tranquilidad, volición y demás) que es preciso actualizar, intensificar y emplear para erradicar tendencias neuróticas. Si tú, te lo propones, puedes caminar con paso firme hacia el equilibrio integral y convertir tu desorden interno en armonía. Cuando obtengas paz en tu mente, las actitudes serán las correctas y la energía utilizas noblemente, estoy seguro que Tu, experimentaras cambios tan saludables como profundos. Pero cada uno debe asumir la responsabilidad de recuperar este equilibrio de la mente y purificar las intenciones. 

Debemos abandonar lo que es perjudicial. Se puede abandonar lo perjudicial. Si no fuera posible no te pediría que lo hicieseis. E insisto en la necesidad de cultivar lo provechoso. Si el cultivo de lo provechoso acarrea daño y sufrimiento, no te pediría que lo cultivase. Pero como trae beneficios y felicidad, por eso digo: ¡Cultivad lo que es provechoso! 

Sin embargo, se descuidan muchos aspectos de uno mismo y, en lugar de utilizar la energía (que es poder) para el autodesarrollo y el bienestar propio y ajeno, se aplica perjudicialmente.

Toda la estructura de nuestra conciencia enfrentada a la volatilidad de los eventos que a diario sufrimos hace que nuestra mente deforme fácilmente el pasado, falsifique el presente y exagere todo lo relacionado con nosotros mismos.

Finalmente es pues tan útil como importante concentrarse en el adiestramiento mental sobre una base diaria. Yo creo que a todos nos conviene cuidarnos más de nuestra mente, no sólo del dinero. Creo que conviene si estamos interesados en obtener resultados a largo plazo.

Saludos.
Patricio Varsariah