Como subsistir a un mundo de certidumbres y verdades que parecen ser y no son.
Publicado por Patricio Varsariah el martes, enero 10, 2023

Necesitamos estar seguros de aquello que vemos, necesitamos estar seguros de aquello que sentimos, necesitamos estar seguros de aquello en lo que creemos. Necesitamos poseer certeza de que lo que nos cuentan es la verdad, necesitamos poseer certeza de que aquello que nos dicen sentir es verdad.
Necesitamos tener fe y creer en políticos, profetas, sacerdotes y amantes. Necesitamos un clavo ardiendo que queme nuestras incertidumbres y nos proporcione un asidero ante tanto bamboleo de los desconciertos que se presentan en nuestra vida y en nuestra visión del mundo.
Pero por muy triste, dramática, irónica, o patética, que sea nuestra situación, anhelando aquello que no podemos tener, no las hay. Y durante miles de años la humanidad no ha dejado de preguntarse cómo sobrevivir a un mundo de certidumbres y verdades que parecen ser y no son, y de incertidumbres y mentiras que contienen algo de certidumbre y de verdad. La búsqueda de certezas es un vacío que nunca podremos llenar y que siempre nos acompañará en nuestro deambular por el mundo.
Cómo si no explicar que hubiera aparecido sobre la faz de este planeta una especie plenamente consciente de las heridas y el desgaste del tiempo, de su furor destructor de certezas, y sin embargo, a pesar de vivir en un mundo de incertidumbres, nos agarramos como náufragos a punto de ser arrastrados a las profundidades del mar, a cualquier frágil atisbo de certeza o certidumbre que pudieran proporcionarnos; la ciencia, el arte, las religiones, las supersticiones y hasta esa cosa que hemos llamado amor y sus derivados como la amistad.
El solo hecho de ser criaturas temporales, mareadas por el vértigo de un presente que continuamente se convierte en polvo, y de un futuro que ya desapareció antes de poder saborearlo, es síntoma de la irónica broma a la que estamos expuestos en nuestra desesperada búsqueda de certezas. Mientras el tiempo desgasta inmisericorde cualquier certeza que creíamos poseer, buscamos balbuceantes una explicación a la ausencia de ellas.
Hay cosas más ciertas que otras; la ciencia antes que la religión o la superstición. La felicidad conjugada en el recuerdo de la nostalgia de un pasado que pudo suceder así, o que nos hemos inventado para recordar una felicidad que nunca fue tal. El éxtasis de la felicidad presente que se desvanece al segundo de querer saborearlo, y otras entelequias de nuestra engañosa mente.
Estamos seguros de querer a alguien, aunque no de dejar de quererla, como estamos relativamente seguros de que nos quieren, pero no de hasta cuándo nos querrán. Sentimientos y certezas cambian como cambiamos nosotros, y aquellos que nos rodean. Cambian como cambia el mundo, cada vez a más velocidad de vértigo. La incertidumbre es nuestra sombra existencial y tratar de deshacernos de ella es como tratar de eliminar la sombra que nos proporciona cualquier atisbo de luz. A veces desaparece momentáneamente, pero siempre está ahí como una posibilidad.
Por supuesto, existen los dogmáticos y los fanáticos, aquellos que necesitan mantener su visión del mundo y sus verdades a sangre y fuego, y no soportan a quienes les dicen que podrían no estar en lo cierto.
Repudian a los que afirmamos que la ciencia es el arma más poderosa que poseemos, revisada críticamente por la razón, pero que no nos da nunca verdades absolutas, que las teorías científicas cambian y se adaptan a nuestros contextos históricos, pero funcionan, avanzamos en nuestro conocimiento de la realidad, siempre parcial, nunca completa.
Tampoco es que los seres humanos seamos la obra maestra de la evolución, que como sabemos funciona a base de aciertos, errores y mucho azar, sin ninguna dirección predeterminada por mucho que nos gustase a los ateos creer en una fuerza ciega de la naturaleza que nos dirige a algún futuro paraíso como especie.
Los fanáticos, crean en un dios, en un profeta terrenal, en un líder político, o en cualquier pasión que les arrebate el sentido común, no soportan a los que dudan, a los que vacilan, a los que dan un paso adelante y otro atrás, o al lado. Tratan de que desaparezcan de la faz de la tierra. Pero esa duda, esa vacilación, es la clave que nos permite sostenernos en un mundo de incertidumbres. Nos guste o no, la mayor parte del tiempo estamos ciegos a la certeza y a la certidumbre, y necesitamos ir tanteando, paso a paso, adquiriendo mapas existenciales que nos orienten, como aquellos desprovistos de la vista, adquieren destrezas que los que poseemos visión no.
Para sobrevivir hemos de desarrollar otras intuiciones y sentidos, que habitualmente dejamos adormilados, mientras confiamos no en nuestra razón o instintos, sino en los de los demás. Es la única manera de desafiar a los dogmas y a los fanáticos, la propia y balbuceante búsqueda de certidumbres que nos proporcionen frágiles sentidos, y de incertidumbres que nos espabilen, nos estimulen y nos permitan sonreír desafiantes y rebelarnos ante tanto desconcierto.
Hablando de desconcierto, se ha establecido que es imposible indicar simultáneamente, a voluntad y de una manera exacta, la posición y velocidad de una partícula atómica. Básicamente porque al percibirlas, al observarlas, altera el azar que es un elemento que siempre tememos en nuestras vidas, pues introduce el caos en nuestro aparente orden. Incertidumbre en nuestras aparentes certezas. ¿Por qué hemos de temer tanto que nos espabilen a través del caos y el azar? Si no fuera por esos sucesos azarosos que hacen tambalear los cimientos de nuestra apacible y estancada existencia, ¿no terminaríamos por morir de aburrimiento y extinguirnos?
Existir es ser percibido. Enfrentarte a la percepción, y por tanto al juicio de otras personas, en tanto que entras en sus vidas, siempre produce circunstancias azarosas e impredecibles, y todo lo que creíamos certeza se escabulle por las fisuras de lo que creíamos nuestros solidos muros de creencias, sentimientos y percepciones.
Es la indiferencia de la que nos saca el azar, cuando nos sacude, la que nos devuelve la belleza de la vida, que como toda belleza en ocasiones es aterradora, y nos paralizamos ante ella o huimos despavoridos ante la incertidumbre que nos provoca. Aun así ¿qué haríamos sin el azar y su consecuente incertidumbre, que nos desvela aquello que antes siempre se ocultaba a nuestra acomodada existencia? Si la propia física nos dice que los pilares de nuestro mundo descansan en la incertidumbre, quiénes somos nosotros, meros mortales, para contradecir tal afirmación.
La vida, y su imperfecto equipaje; nuestras circunstancias, afectos, desafectos, encuentros y desencuentros, es compleja, y debe ser simple para ser cierto. Si no es simple, probablemente no podremos descifrarlo. Al menos no del todo en los dilemas existenciales. En la vida solo tenemos certeza de que dos cosas llegarán: la muerte y los impuestos.
Ahora bien y: ¿Cómo sobrevivir en un mundo de incertidumbres? Muy sencillo, con la misma actitud que adopta mi gato Vito, ante un mundo que continuamente les sobresalta con sus ruidos, prisas y desconciertos, y con los extraños comportamientos de los humanos que adoptan como servidores; con resignada paciencia, con una pizca de sana curiosidad e irónica rebeldía ante las heridas del tiempo y las incertidumbres, y con cierta alegre y placentera despreocupación.
Estoy tan cansado de estar cansado. Tan seguro como el día sigue a la noche, que la mayoría de cosas de las que me preocupo, en cualquier caso, nunca suceden. Porqué preocuparse pues, lo que haya de ser, será, como me dicen las abuelas.
Gracias por tu generosidad y la paciencia de leerme, espero que hayas encontrado algo útil y si deseas puedes compartirlo ya que el saber aumenta si se comparte.
Saludos.
Patricio Varsariah.