Lo cierto es, que en medio de esta revolución de avatares sin fin que estamos viviendo los humanos en esta tierra que nos estamos empeñando en ir destruyendo, vamos ansiando con mucho más ahínco en el pasar los años, encontrar, vivir, saborear, disfrutar, gozar, de un “amor que no mate”. De ese amor compañía y cómplice, de ser amantes y amigos en toda la extensión de las palabras, de estar y ser, siendo individuos, el uno para el otro. 

Mas, ¿cómo no escribirle notas al sentimiento, motor de nuestro ser? ¡Cuánto de nuestra estima no está signada por la falta de amor ! ¡Cuánto de nuestras “psicopatías” no llevan por allí el puntillazo de alguna situación traumática por la desvirtuación del amor, del respeto, de los abusos de quienes amamos o en quienes confiamos, o simplemente por el prójimo que nos enseñaron es nuestro hermano y nos defrauda al máximo al verlos como monstruos, como si no fueran congéneres si no bestias sin sitio en ninguno de los reinos conocidos y que nos conforman como seres vivos.! 

Es por ello que escribo, tratando de encajar en la razón, las sinrazones, en la cordura, los desvaríos, en el sentir hasta la médula el saber que las manos siempre deben estar a palma abierta, que si la arena se aprieta se escurre entre los dedos, que si nos cruzamos y seguimos el mismo rumbo es para andar al lado de cada uno, no importa de qué colores veamos el cielo, o si las flores las percibimos con aromas diferentes, es saber que todo puede ser si nos comprendemos y aceptamos, respetándonos y adecuando nuestras manías en lo que haya qué ceder, sin dejar de ser Tú y Yo. 

En otras palabras, escribo esta carta al amor que no mate, sino al que nos haga ¡VIVIR! en el tiempo que nos queda. 

Te propongo que me despiertes cada mañana sacando la mejor de mis sonrisas, a cambio te ofrezco el último beso antes de dormir. Te propongo un viaje a la luna surcando estrellas y planetas, a cambio te ofrezco sueños, caricias, besos, mimos. Te propongo una ilusión nueva, a cambio te ofrezco un viejo amor.

La juventud tiene arrojo para soportar aún algunas debacles, a estás nuestras alturas juveniles de más de medio siglo, lo que ansiamos es la paz y que la soledad y el silencio, sean sólo un refugio a veces, de cuando se torna necesario el estar consigo mismo, para reencontrar algún eslabón que se crea perdido. 

Con el candil encendido y en la esperanza de continuar contigo mi última etapa de nuestras vidas, se despide de ti sin despedirse de nada. Yo, quien siempre creerá en el amor y en ser amante. 

Patricio Varsariah.