Los humanos pensamos demasiado las cosas; complicamos las cosas. He escrito páginas de respuestas en mi cabeza, intentando destilar la búsqueda de mi vida. Y sigo volviendo a esto: para encontrar significado, salgo y me siento en mi ventana y contemplo mi jardín o salgo al bosque a charlar con la naturaleza. Salgo a ese mundo, el que está más allá de la piel humana; Entro al templo del mundo más que humano. Cuando dejo atrás toda la charla humana, el velo se cae y encuentro la respuesta.

La respuesta para mí, en ese momento es que nos complicamos pensando que es una talla única para todos. Cada uno de nosotros debe encontrar su propio significado, y debemos reconocer que este significado puede cambiar con cada momento. No es estático, no dura para siempre, como tampoco las flores rosadas de mi jardín. Afortunadamente, no estamos solos; tenemos los árboles y la mariposa revoloteando hacia la flor abierta.

El significado de la vida es diferente para cada uno de nosotros porque encontramos nuestro llamado en esa intersección de la gran necesidad del mundo y nuestra gran alegría. La gran alegría de cada persona es diferente, por lo que depende de cada uno de nosotros encontrar esa intersección, para encontrar qué es lo que estamos aquí para hacer. Cuando encuentro mi vocación, todo fluye. Es como si todos fuéramos piezas de un gran rompecabezas, y si todos encontramos dónde encaja nuestra pequeña pieza del rompecabezas, entonces nos traerá una gran alegría y un gran bien para el mundo. Bien inimaginable.

Pero el significado de la vida también es universal, porque, aunque somos seres únicos e irreemplazables, también somos uno. Ambos son verdaderos. Encontramos nuestro camino cuando reconocemos esta unidad y aceptamos el gran honor y la responsabilidad de nacer humanos. En el fondo, independientemente de los medios con los que expresemos nuestra vida, todo se reduce al Amor. Es experimentar, compartir, dar y recibir amor. Para nosotros y todos los demás seres de la Tierra. Cada ser insustituible. Es esa mezcla de compasión, bondad, empatía, tolerancia y ecuanimidad: amor puro, incondicional y continuo.

Y aquí estoy, siendo humano, complicando demasiado las cosas. Miro por mi ventana. Las ramas verdes, pese a que es invierno, de mi árbol de pino; Casi puedo sentir la savia subiendo mientras el árbol se prepara para otra brotación en la primavera. Este árbol de pino que lo encontré tirado en una calle muy pequeñito y que lo sembré en mi jardín, me recuerda que la vida es tanto cíclica como lineal, cambiante e interconectada de formas que nunca entenderemos por completo. El árbol me centra, soy yo, me recuerda que el objetivo, al fin y al cabo, es vivirlo todo.

Haz de ti mismo una luz, Deja que esa luz sea Amor.

Patricio Varsariah.