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Considera este escrito como mi intento de volver a enamorarme de la vida y una invitación para que me acompañes.

Si has comenzado a leer este escrito, supongo que también estás un poco frustrado con el estado actual del mundo. Internet nos roba la atención. Los personajes embriagadores de algunas personas. Las redes sociales. El capitalismo tardío. Los trenes que siempre llegan tarde. Las noticias. La lluvia inesperada cuando olvidas el paraguas justo después de lavarte el pelo.

Puedo enumerar millones de irritaciones diarias que nos hacen odiar la vida. Pero, sinceramente, me estoy cansando de estar cansado. Últimamente, anhelo una forma más suave de ser. Leí en alguna parte que las personas que cultivan pensamientos bellos terminan irradiándolos, y no podría estar más de acuerdo.

Así que este diciembre, estoy recopilando pequeñas y constantes maneras de redirigir la frustración, acallar los ruidos y recordar lo que aún es encantador de estar vivo. 

1.- Hagamos que las cosas ordinarias de la vida sean extraordinarias. 

Cuando estamos absorbidos por los plazos y las ambiciones, es fácil olvidar cuántas maravillas hay a nuestros pies.

El universo observable alberga una cantidad inimaginable de planetas, y sin embargo, de alguna manera, este se convirtió en el hogar de millones de especies, ecosistemas y ritmos de vida que nos sustentan sin pedir reconocimiento. Lo que llamamos "ordinario" es estadísticamente absurdo, casi arrogante en su rareza. Y, sin embargo, lo ignoramos como si no fuera nada cuando, de hecho, lo es todo.

Así que, desaceleremos el ritmo para observar los pequeños milagros de nuestros días. Observa cómo la luz de la mañana danza suavemente en tus paredes. Observa cómo el viento canta a dúo con los pájaros fuera de tu ventana. Sal al exterior: a un parque, a un sendero, a cualquier lugar lo suficientemente verde como para que tus pulmones recuerden lo bien que se siente respirar. La naturaleza tiene una forma de tranquilizarnos, de devolvernos a nuestros cuerpos cuando nuestra mente se ha adelantado demasiado.

O si estás en la ciudad, observa la constante coreografía de la vida a tu alrededor: cómo camina la gente, cómo habla, cómo vive la gente; cómo las personas, por muy pequeñas y frágiles que seamos, construimos todos estos edificios altos y magníficos solo con el deseo y la cooperación. Cada parada de autobús, cada cafetería, cada semáforo parpadeante es prueba del progreso de la civilización, un testimonio de la persistencia humana.

Todos estos pequeños y familiares latidos de la vida sirven como un gran recordatorio de que estás aquí, vivo, participando en algo más grande que tú. Siente el peso de ese milagro. Déjate sorprender por la cantidad de vida que sucede a tu alrededor. El mundo rebosa de maravillas.

Préstales atención. Son mucho más reales y enriquecedores que cualquier caos que se desarrolle en tu pantalla.

2.- Aceptemos la impermanencia de todo. 

Nada dura. 

Todo a lo que nos aferramos, todo lo que nos obsesiona, cada emoción que nos consume, cada momento que nos avergüenza… nada perdura. No puedo recordar las cosas que me quitaban el sueño hace 10 años, aunque en aquel momento me parecieron las cosas más molestas de la vida. Y apuesto a que dentro de 5 años no podré recordar las cosas que me preocupan ahora.

El cambio es la única constante en la vida, y nada más persiste. Todo lo que conocemos sobre la vida dejará de existir en algún momento.

Reconocer esto puede ayudarnos a cultivar una mayor gratitud hacia las cosas que tenemos ahora mismo: las personas que amamos, el cuerpo que aún está sano, la mente que aún está activa; todo esto desaparecerá. Así que, en lugar de analizar sus errores y encontrar decepciones, deberíamos, al menos, apreciarlos por lo que son cuando aún tenemos la oportunidad.

Cuando te das cuenta de que nada es permanente, de repente eres libre de estar plenamente presente. Libre para dejar de entrar en pánico ante futuros hipotéticos. Libre para dejar de intentar controlar una existencia que, francamente, es imposible controlar. Cada momento se nos escapa entre los dedos; saborea cada segundo mientras todavía estemos aquí.

3.- Anclémonos con rutinas y pequeños rituales.

Cuando la vida se siente inestable o un poco inestable, necesitas una fuerza de gravedad que te conecte con la tierra. Yo la llamo gravedad personal, y no tiene por qué ser grandiosa. Pueden ser simplemente pequeños rituales que te recuerden que estás aquí, viviendo un día que nunca se repetirá.

Quizás sea la pausada rutina de preparar café por la mañana. Quizás sean cinco minutos de escribir en tu diario antes de que el mundo irrumpa. Quizás sea encender una vela en tu mesita de noche y acurrucarte en la manta con tu libro favorito. Puede ser cualquier cosa que devuelva la paz a tu mundo.

Es probable que ya hagas algunas de estas cosas a diario. Pero el problema es que las hacemos con prisa y en piloto automático, mientras dejamos que nuestra mente viaje a otras partes: a las ansiedades, los "qué hubiera pasado si...", las hipótesis, las ambiciones incumplidas.

Y ahí es precisamente donde reside el reto: estar realmente presente en tu vida real en lugar de repetir escenas de un mundo imaginario.

Así que aprende a sumergirte genuinamente en estos pequeños rituales. Presta atención al aroma del café, al sonido del bolígrafo al rascarse, al suave resplandor de la vela. Deja que estos pequeños momentos te recuerden constantemente que estás viva o vivo y respirando.

No podrás hacer estas cosas para siempre. Pero hoy sí puedes. Así que deja que importen.

Encuentra consuelo en hacer lo que más te gusta, la jardinería, o el arte de escribir que limpia del alma el polvo de la vida cotidiana, etc.…

Cuando el mundo se siente demasiado duro, el arte puede ser tu escudo. Las canciones que parecen comprenderte mejor que tú mismo. La pintura que te relaja por un momento. El libro que sientes como si alguien te hubiera tocado el corazón y te hubiera abrazado con ternura.

El arte de escribir, es un registro de cada intento humano por encontrarle sentido a la vida, al amor, a nosotros mismos. Es la prueba de que, a lo largo de los siglos y los continentes, todos hemos experimentado y compartido las mismas emociones y confusiones.

¿Y la mejor parte? No necesitas "entenderlo" para conmoverte. El arte no requiere un análisis largo y detallado para comprenderlo; solo necesita ser sentido por el observador. El arte en sí mismo es una forma de traducción. Toma lo que no podemos expresar —el dolor, la maravilla, lo absurdo— y lo convierte en algo que podemos sostener.

Así que, cuando la vida se sienta pesada, busca un poema, una canción, una película, un libro que te ablande algo por dentro. O mejor aún, crea arte tú mismo. Escribe algo desde el fondo de tu corazón. Garabatea desordenadamente en tu cuaderno y deja que tus pensamientos se transformen en formas físicas. Canta notas desafinadas solo porque sí.

Deja que te consuele. Que sea un recordatorio de que los humanos han sobrevivido a sus propios pensamientos durante miles de años, y muchos de ellos convirtieron su supervivencia en belleza. Tienes derecho a apoyarte en esa belleza. Para eso está ahí.

4.- Al final, enamorarse de la vida es una elección. 

La vida no se vuelve hermosa por arte de magia. Sucede cuando elegimos apreciar su belleza. Cuando elegimos participar en ella. Cuando elegimos, una y otra vez, permanecer abiertos al mundo incluso cuando se siente ridículo, abrumador o completamente insoportable.

Nos enamoramos de la vida prestando atención a los milagros cotidianos que solemos pasar por alto; aceptando su absurdidad en lugar de luchar contra ella; enraizándonos en pequeños rituales que nos mantienen atados al presente; buscando consuelo en el arte y creando algo que podamos apreciar.

Nada de esto arregla la vida. Simplemente hace que valga la pena vivirla.

Y quizás ese sea el objetivo. No perfeccionar tu existencia, sino habitarla plenamente: coleccionar pequeñas alegrías, respirar un poco más profundo, encontrar significado en lugares inesperados, asombrarnos por lo extraño, temporal y maravilloso que todo es.

Así es como te enamoras de estar vivo. Una y otra vez.

Si en mis palabras hallaste consuelo o un instante de reflexión, guárdalas contigo y deja que te sostengan en tu camino.

¡Gracias por leer!

Patricio Varsariah.