La otra noche cuando me encontraba en el Hospital después de la cirugía soñé que estaba en una habitación que era minimalista, las cortinas blancas y largas, la mesa de madera, la cama grande y cálida, el baño amplio y cómodo para poder llegar a él con el suero y todos aquellos artilugios médicos. No podía quejarme. Las vistas eran asombrosas. Desde mi ventana podía contemplar un parque embellecido por el verdor descarado que algunos pinos relucían.

De repente ocurrió algo extraño en mí sueño y es que abriendo mis ojos tímidamente, me levante de la cama con gran esfuerzo y me acerqué al baño para lavar mi cara. De repente, mientras me miraba al espejo, escuche una voz. Parecía que este me estaba hablando. Sin embargo, era mi voz interior la que pretendía dialogar, mi corazón envejecido que deseaba decirme algo. Con mis ojos sal tones preste atención como quien mira algo realmente atónito y escuche:

“Cómo me gustaría volver a ser joven. Si pudiera volver a nacer cambiaría tantas cosas en las que creo que me equivoqué. Qué tonto fui en no vivir mi vida, en no haber sido lo que yo quería ser sino como los demás esperaban que fuera. ¿Por qué habré trabajado tanto? Desperdicié mi vida haciendo algo que no me hacía feliz, solo me daba dinero. Si hubiese sabido que la riqueza que acumulé no me la puedo llevar a otra vida, si me hubiese dado cuenta de que no me hacía más feliz, no me hubiese desesperado tanto por perseguirla. Si en vez de sufrir hubiese comprendido un poco más el destino. Si me hubiese importado menos lo que decían los demás. Ojalá hubiese pasado más tiempo con mi familia, con mis hijos. Fueron tantos años alejado de mi corazón, tantos años estresado persiguiendo todo tipo de cosas que ahora mismo no tengo conmigo.

De lo único que no me arrepiento es de haber amado. Guardo conmigo cada caricia, cada gesto, cada abrazo. Si tuviera cerca a mis hijos les contaría lo corta que es la vida. La terrible sensación de saber que te vas a morir sin haber cumplido tus sueños. A veces siento que mi pecho se cierra, que algo me está quemando por dentro. El enojo y la impotencia se apoderan de mí porque ya no puedo hacer lo que me gusta. Me equivoqué. Si tan solo pudiera volver a nacer, cómo me amaría, cómo me amaría….

Luego en mí sueño ocurrió algo extraño. Sonó el despertador.Mire mi móvil, lo desactivó y con gran esfuerzo me levantó de la cama y me acercó al baño para lavar mi cara. me miró al espejo, un poco dormido todavía y veo mi imagen borrosa, mi cara arrugada por los años, mi barba blanca de tres días. Humedecí mis ojos, los secó con la toalla y volví a observar mi reflejo. Un grito eufórico me sacudió. No era viejo. La imagen que el espejo me devolvía era de una persona joven y fuerte. Estaba completamente conmovido. Parecía que la vida me había dado la oportunidad de volver a nacer, de cumplir con todos los deseos que en mi vejez me oprimían el pecho. 

Había cierta magia en aquella habitación. Las cortinas blancas bailaban al compás de la suave brisa que sin permiso entraba por la ventana. Los delicados rayos del sol del amanecer, vergonzosos todavía, rozaban mi piel.Volví a mirarme al espejo. Sentía una especie de alivio, como si un manto de luz rosa me abrazara. Todo había sido un sueño. Había soñado que era anciano y me mire por primera vez con ojos de amor y me dije: “Hoy volví a nacer. Estoy muy entusiasmado por esta oportunidad. Seré libre y viviré la vida que siempre soñé. Hoy ya no me importa conformar a los demás, solo viviré para mí, para mi corazón. 

Patricio Varsariah.


He aprendido a no intentar convencer a nadie. 
El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro