A veces siento que soy..
Publicado por Patricio Varsariah el lunes, octubre 3, 2016

Estoy convencido que hay veces que hay que gritarlo a nuestro YO y le digo : Me falta tiempo para entenderlo y asimilarlo todo, hasta para deshacerme de la carga emocional que vibra a mi alrededor. Siempre me desdobla. No es tiempo el que me sobra para alargar la lengua y saborearlo todo. Su falta es lo que más añoro para poder seguir degustando de los colores del mundo, sus noches y sus días, las gotas de la lluvia, el olor a pan horneado, la risa de los niños y todo lo que se manifiesta a través de mis cinco sentidos.
Quisiera estar convencido de que dentro de mí queda suficiente espacio para amar hasta el infinito, pero creo que no. Día a día, el tenaz y persistente contacto con la indiferencia tatuada en la piel de aquellos que me tocan no lo permite y me voy consumiendo en ese espacio saturado de artificialidad y desconfianza.
A veces siento que soy mi peor enemigo, aplastado bajo el peso de mis propias contradicciones. Lo digo en voz alta como si no me importara, pero en verdad, me importa demasiado porque me causa un descarnado dolor en el alma.
La verdad es que no acierto a ubicarme en éste rompecabezas de contradicciones. Sospecho que me apesta la vida, porque no se asemeja a mis sueños. He apagado los oídos para prestar mejor atención a mis fantasías y así he descubierto que el placer de vivir de sueños es más agradable que la realidad que perciben mis sentidos.
Sé muy bien que estoy hablando así, porque en estos días he pasado del muy mal humor, adentro de mi, no lo exterioliso .
Una manera de ignorar la infelicidad es compartiendo tus desasosiegos con aquellos que te quieren. Cuando intercambiamos impresiones se alivia la tensión de sentirse aplastado por el peso de las preocupaciones que siempre amenazan nuestra estabilidad. Saber que otros en la distancia luchan con el mismo ahínco en situaciones semejante a las nuestras nos anima y entusiasma a cambiar de rumbo. Hasta podemos llegar a crecer alas para volar sobre la turbulencia de la crisis.
Nos hacemos más fuertes, más seguros de nuestra capacidad para sobrevivirlo todo y comenzamos a tomar decisiones difíciles. Decisiones para las que no estábamos preparados antes de comenzar a compartir retazos de la vida que nos toca. Continuaremos el camino a donde nos escolte el destino llevando nuestras cicatrices y nuestros logros con orgullo. No podemos dejar de amar, simplemente porque no permitiremos que nada ni nadie llegue tan profundo como para distorsionar nuestra capacidad para dar y recibir sin perder la fe.
Estamos juntos, y eso, ya lo hemos descubierto. Sí que podemos.
he dicho...