El día de ayer tuve la oportunidad de visitar a un amigo que esta pasando por una experiencia de muy mala salud. Su situación me obliga a pensar sobre la fragilidad de la vida y me estremece, me da miedo lo impredecible, los momentos duros de la vida que son inexcusables, de repente siento un dolor en el estómago con tan solo pensarlo.  

Con el pasar de los años, me queda claro que debo intentar aprovechar el tiempo e intentar adaptarme a lo que viene y va. Aunque no sea fácil, no hay más opción que seguir el camino. La vida sigue. Lo he mencionado muchas veces, si hablamos de miedos yo tengo muchos, pero un miedo que me mueve tanto es,  justamente ese, decir adiós para siempre. No solo por mí sino por aquellos que amo y por quienes tengo un aprecio. 

Hoy me invadió la tristeza porque no me lo esperaba lo que lo que le esta sucediendo a mi amigo, porque aparentemente todo estaba bien. A veces me dejo llevar por la inercia del día a día, creer que lo que hoy está, estará igual mañana. Dicen que la ley de la vida es nacer, crecer, reproducir y morir, pero esta última, todavía, me cuesta tanto aceptarla. Alguien me dijo una vez que la vida no esta para entenderla sino para vivirla tal y como es. 
Muchas ocasiones me olvido que dar por sentado todo en un futuro puede ser contraproducente porque todo cambia, tenemos un tiempo predestinado para estar aquí y nuestro propósito en esta tierra esta dentro de ese tiempo que nunca podremos cuantificar con anticipación. 

A veces hay días que la vida se pone brava y como mínimo tenemos dos alternativas: sucumbimos o seguimos andando. En la primera perderemos mucho tiempo estancados y quizás sea muy tarde cuando nos demos cuenta. En la segunda, aunque sea pesada la carga, seguiremos andando hasta que poco a poco podamos recuperar las fuerzas y otra vez nos devuelvan las sonrisas.

Me he dado cuenta de una cosa muy importante, y es de la fuerza que hay que recobrar para levantarse, que lo más peligroso no es caerse, no es equivocarse, o fallar… lo más peligroso es no volver a encontrar las fuerzas para continuar, para levantarse, para sobreponerse… Es esa falla que se origina por dentro, ese sentirse roto e inhabilitado lo que paraliza… Hay que sobreponerse, no importa lo que digan los demás, no importa lo inadecuado que podamos parecer…, hay que levantarse, dar la cara.. Hay un poder que se halla en lo profundo, que se pierde cuando perdemos toda esperanza de ver aquello que nuestro corazón tanto ansia y que más que ansiar, necesita… 

Lo más peligroso del fracaso reiterado es esa perdida, de las ganas, de la ilusión cuando se rompe, cuando te das cuenta que no será más un frío recorre el cuerpo y te sientes como muerto pero ya lo sabías, que todo es tan simple, para vivir, solo hace falta respirar y abrir los ojos y mirar y darte cuenta que aun estas aquí,  lo peor era perder esa fuerza vital que por dentro nos anima. 

¿Quién o qué puede quitarnos eso, la fuerza para sobreponernos esa fuerza original, llámese animo, llámese alegría, que no me refiero a la felicidad, sino a esa sonrisa que desde adentro se improvisa ?

Es esa sonrisa que en mi caso aflora cuando miro a un pequeño moverse con cierta torpeza sobre sus primeros pasos, cuando miro un amanecer que pareciera prometer tanto y tanto, la aurora que no se da por vencida con ese regalo de cada día. Esa sonrisa del alma sincera es lo que nunca se puede perder, a veces, en lo más profundo parece perderse pero siempre alrededor todo respira, y nos recuerda que adentro estamos hecho de lo mismo que las plantas, de lo mismo que la tierra, que vienes de allí y que eres en último caso de ella, y también del cielo que el agua refleja y que somos polvo al fin y al cabo o quizá un poco de niebla…

La lecciones de la vida siguen siendo muchas para aprender. Después de todo, espero que cuando me vaya pueda dejar un recuerdo indeleble en vuestras memorias.

Lo más difícil, creo, es vivir intensamente en el presente, sin dejar que lo mancille  o estropee el temor al futuro o los remordimientos por un pasado mal llevado.

Patricio Varsariah.
El arte de vivir implica saber cuándo aguantar y cuándo soltar.
*Agradezco tu visita si pasas por aquí.