Hoy quiero escribirle a la madre del tiempo para que mis palabras abrasen sus pupilas,
las tuyas y las mías, las de todos los otros que ciegos de envidia marcharon a otra vida.
Confesaré los miedos que manchan mis espejos y el pesar de saber que me arrastro en su aliento,
preguntaré por las horas perdidas en las sombras, las que trajeron luz; a vuelta de inocencias.
Será una comunión de largas moralejas,
es mi carta de amor a una madre ramera que a su paso despoja, desangra y desvalija,
sin prometer mañanas y sin menguar distancias.
Sólo me queda alma para surcar tu rumbo y entregar esta carta ya marchita la rabia.
En la espera final no me queda la duda que llegarás a tiempo,
para morir conmigo.
he dicho...