Estoy contigo. Déjame ayudarte. Dime qué necesitas y lo haremos juntos. Te quiero, te aprecio, estoy a tu lado... Hablar a una persona que se encuentra enferma exige no quedarnos solo en palabras fáciles y a menudo vacías. Seamos útiles y reconfortemos desde el afecto y la cercanía, no siempre es fácil; queremos valernos del diálogo para reconfortar, pero no encontramos las palabras, los tiempos, los silencios.

La intención no nos libra de caer en situaciones incómodas. En ocasiones, no deseamos precisamente hablar de nuestro estado o simplemente estamos cansados de ciertas palabras de ánimo un tanto vacías y poco útiles. El lenguaje demanda precisión, naturalidad y confianza.

Pensemos en ello durante un momento. Si hay una metáfora manida es la de referirnos a los enfermos especialmente a los con cáncer como luchadores. Son esos niños, esas mujeres y esos hombres que como valientes guerreros se enfrentan a la enfermedad. Sin embargo, tras estas palabras (como siempre bienintencionadas) podemos causar malestar o dolor.

A veces, hay recaídas. Hay casos en que el cáncer vence al tratamiento y ya no caben más estrategias… En estas situaciones, lo último que necesita una persona es verse a sí misma como alguien que no ha luchado lo suficiente o que no ha sabido ser valiente. A veces, el lenguaje proyecta una sobre exigencia poco útil, porque no siempre se puede ser fuerte. A veces, no se trata de ser valientes guerreros, se trata simplemente de encarar y aceptar una realidad muy concreta y sobre todo, muy particular.

La comunicación con personas enfermas, exige empatía. Cuidar de nuestro lenguaje y no recurrir a términos manidos y poco útiles, nos aportará siempre un mejor apoyo.

Hablar a una persona enferma o con cáncer exige, en primer lugar, conocerla. Cada enfermo tiene su lenguaje y, a menudo, lo que a uno le puede ser de gran ayuda a otro le puede minar el ánimo. No obstante, hay una serie de aspectos que por experiencia propia me gustaría compartir, para evitar determinadas expresiones que se usan en exceso y que son las siguientes.

¿Cómo estás? Tienes que ser fuerte.

Somos conscientes de que cuando alguien afronta una enfermedad, lo habitual es preguntarle cómo se encuentra. Podemos hacerlo, no hay duda, pero no insistiremos en profundizar más allá que la disposición que nos muestre el otro. Habrá momentos en los que la persona necesite hablar de la enfermedad, pero otros en los que sea precisamente el tema que no quiere tratar. Puede decírnoslo de manera abierta, pero también de manera indirecta. Una de estas señales indirectas es la de mostrarse parco en palabras cuando el diálogo tiende a centrarse en la enfermedad.

Asimismo, es recomendable no recurrir a la clásica expresión de «sé fuerte» o como he señalado con anterioridad, «no te rindas, esto es una batalla en la que hay que luchar». Evitemos este tipo de términos porque la persona enferma, especialmente con cáncer lidia con una realidad muy cambiante en el día a día y cada emoción, cada sentimiento, debe aceptarse tal y como viene.

Hay instantes en que el ánimo cae y uno tiene todo el derecho a asumir esos instantes más complejos y negativos. Habrá otros días en que nos sentiremos mejor. Cuando uno esta enfermo, especialmente las personas con cáncer, implica tener que centrarnos en el día a día, y no en todos se puede ser fuerte.

Otra Expresión : "Tienes que ser positivo, un familiar pasó por lo mismo y está bien"

A la hora de hablar a una persona enferma o con cáncer hay que tener en cuenta un detalle esencial: cada caso es único. No es adecuado comparar lo que vivió tal conocido, hacerlo no ayuda ni es útil. Cada paciente lidiamos con una realidad personal muy particular y delicada y por tanto, no hagamos referencias a otros casos ni nos obsesionaremos tampoco en darles constantes mensajes esperanzadores y positivos.

Ahora bien Tú te preguntaras y ¿Qué tipo de mensajes y soporte podemos facilitar a una persona enferma o con cáncer?

Bueno, gran parte de nosotros, a menudo, da por sentado que el mejor modo de llegar a una persona que sufre es mediante la palabra. Se nos olvida que, en cierto modo, lo que más se agradece es el soporte, es la presencia, es quitar pesos, es servir de ayuda mediante acciones y no tanto a través del lenguaje.

Por llamativo que nos parezca, en ocasiones, a la hora de hablar a una persona enferma o con una enfermedad terminal, sirve de mucho la sinceridad y la humildad. De hecho, recurrir a algo tan simple como «no sé qué decirte, siento por lo que estás pasando y voy a estar a tu lado para lo que necesites’, es tan válido como catártico.

La persona que atravesamos una enfermedad grave, no solo un cáncer, experimentamos toda una combinación de emociones. Nos sentimos enfadados, contrariados, a menudo desbordados y.o sencillamente, solos. Así, que alguien se acerque hasta mí para decirme que sea fuertes, no siempre ayuda. Así, que con mucho respeto y cariño,  permítete hacerte las siguientes recomendaciones.

- Si no sabemos qué decir o cómo hablar a una persona enferma, podemos optar por el  silencio y la cercanía. Estar a su lado o cogerles la mano es siempre muy positivo.
- Le haremos saber que nos tienen en su mente, que les queremos y que estamos disponibles para lo que  necesiten.
- Le preguntaremos en qué podemos ayudarle. La finalidad es ser útil, ser esa presencia siempre atenta y  disponible a la que podemos recurrir para cualquier cosa.
- Facilitaremos a su vez, que pueda desahogarse con nosotros cuando lo necesiten. Permitirse llorar, dejar ir su enfado, su desconcierto o su miedo con nosotros con autenticidad, es la mejor ayuda que podemos prestar.

Para concluir, como podemos ver, más que el lenguaje o la palabra, lo que realmente necesita la persona que esta enferma o con cáncer es nuestra cercanía y ser ese refugio cercano al que puede acudir cuando así lo quiera. Tengamos siempre presente.