Este escrito va dirigido a mi "alma" que se ha puesto mas fuerte y su fortaleza a surgido del sufrimiento que a pesar de las dificultades y los problemas, ha decidido no rendirse transformándose en una alma resistente, una alma resiliente.

Alma que han pasado por el valle de las dificultades y complicaciones, pero lo ha atravesado de tal manera, que han resurgido con nuevos aprendizajes. Alma que han navegado por las profundidades de la desidia y del sufrimiento, del océano de los miedos pero también de la superación y la valentía. Alma fuerte, alma dócil.

Mi alma que en algún momento se encontró perdida en el laberinto de los impedimentos, atrapada en telas de araña y encadena a la prisión de su miedo, pero que supo encontrar el camino de vuelta. Alma con coraje. Alma a su vez sensible, delicada e inspiradora. Porque parte de su fortaleza lo constituyen la sensibilidad de su mirada, la delicadeza de sus actos y la inspiración de su interior.

Mi "Alma" que han transformado mis heridas abiertas en cicatrices, las cuales son las marcas de todo lo que hemos vivido y superado, las muestras de nuestras  batallas que nos recuerdan que hemos seguido creciendo y caminando hacia adelante, que con fuerza y voluntad todo es posible. Pues el arte de vivir no consiste en eliminar los problemas, sino en crecer con ellos.Y esas heridas, hoy cicatrices lucen como testigos de la capacidad que pusimos en marcha para transformar las situaciones difíciles o dolorosas en éxitos y ganancias.

Por eso, no hay cicatriz que en cierta manera no contenga belleza. En ellas se encuentran inmersas  historias personales, dolores, miedos o tal vez, desilusiones que de alguna manera llegaron a su fin. Aunque las cicatrices son las costuras de la memoria, un remate imperfecto que sana dañándonos y que son la forma en que el tiempo nos recuerdan a que nunca nos olvidemos de las heridas. Por eso suelen ser la vestimenta de mi alma fuerte junto a la valentía y la resiliencia como escudo y el amor y la bondad como antídoto para sanar mis heridas.

Del sufrimiento han surgido mi alma más fuerte. Alma paciente, alma persistente que acabo buscando la sonrisa de cada lágrima, la alternativa de cada problema y la oportunidad de cada crisis. Es una alma gigante aunque casi ni se la ve. Porque su grandeza radica en la capacidad de reponerse y eso, ciertamente, es tan inmenso, tan grandioso y tan desmedido pero a su vez, tan invisible.

Mi alma heroica que supo ver la luz de las tinieblas y el arcoíris de las tormentas, que cuando detecto que no podían cambiar a la persona, a las circunstancias o las cosas, decidió cambiar su actitud para afrontar el sufrimiento, es mi alma perspicas, que por su trayectoria en algún momento se encontró con ella misma, decidido conocerse y a partir de ahí, ser su mejor compañía. 

Mi alma es una maestra de la que puedo aprender grandes lecciones y conversar sobre el abismo de las dificultades pero que también hace germinar en mi las ganas de superarme y continuar, porque ha transformado los recuerdos dolorosos en un don para ayudar a los otros.

Mi alma siempre ha sido una aprendiz, donde todo lo malo le sirve como soporte para crecer y avanzar, para evolucionar a pesar de las tormentas porque han descubierto la habilidad de reinterpretar y divisar las distintas perspectivas, por que esta repleta de belleza con sus matices especiales,    dispuesta a ayudarte cuando lo necesito porque nadie como ella mismas conoce en profundidad lo intenso que puede llegar a ser un sentimiento. 

Del sufrimiento han surgido mi alma más fuerte y por ello, quiero agradecerle su capacidad de reponerse a pesar de los crudos inviernos que hemos tenido que pasar, en definitiva mi querida "alma" es para mi el mayor ejemplo de supervivencia. 

¡Gracias!