El tiempo se desliza sin pausa por el tobogán de nuestra vida y otro año llega a su recta final. Sólo unos días sin tachar en el calendario, nos separan de esas doce campanadas que darán paso al sonido de los brindis, las risas, los besos y los abrazos por doquier. Es tiempo de abrir los cajones en los que quedaron guardados los propósitos que no se cumplieron. De desempolvar las metas que no alcanzamos, los proyectos que nunca emprendimos, los deseos que se olvidaron...y volver a soñar con un año mejor. 

Nos prometeremos ser mejores personas, cuidar más nuestra salud, dedicar más tiempo a la familia, cuidar de los amigos, sonreir más, enfadarnos menos, organizarnos mejor. Porque empieza un nuevo año y toca ser feliz. 

Realizaremos un sinfín de rituales para que la suerte nos sonría, conjuros para alejar las penas, hechizos para encontrar el amor. Todo vale con tal de que creer que el próximo año será mejor. Alzaremos nuestra copa convencidos de que el 2015 será especial, volcando nuestras esperanzas en que cambiará nuestra situación económica, laboral, personal o familiar. 

Arrancaremos la última página del calendario con la ilusión de dejar atrás una carrera de obstáculos, con la fe de que ya pasó lo peor, de que nuestra suerte cambiará. Se acaba el año y se nota en el ambiente, en el ánimo de quienes necesitan creer que se cierra una etapa, de que lo que está por venir, será mejor.