Vivo en constante pujanza como si cada día me estuviera naciendo o como traspasando al umbral de la muerte. No estoy inerte, no, nunca lo estoy, aunque mis ojos se cierren, sigo empeñado por volverlos a abrir en caminos nuevos. No se me nota el esfuerzo, es cierto, pero a quién quiero impresionar con ello, si mi idea no es ganarle a otros, sino tan sólo, ganar al día esta batalla. Nací en libertad, al menos así lo creí el día en que nací; Luego se adhirieron algunas ataduras, amarras, cadenas incluso, que colgaban de mis brazos; Y me pregunto ¿Si yo las puse ahí o si crecieron conmigo como un árbol? 

Reclamo mi camino, ¿acaso puedo hacerlo? ¿Me da el derecho la vida a tener mi propia calle? En dejar ir a mis pies, por el sendero que cruzan mis ojos. ¿Seré más rebelde o más temerario por querer surcar mis veredas? A punta de errores y fracasos que sé de ante mano serán mis forjadores. ¿Y que somos entonces sin las sumas y las restas que todo ello hace multiplicarnos? 

No soy perfecto, nací humano, no intento llegar a la muerte entre las divinidades; Me miro con la misma conciencia que tuve, cuando en mis primeros años con una caída, me di cuenta que sangraba roja sangre y mi piel se rasgaba. Reí y también lloré, de verme debilitado, tal como lo sigo haciendo hoy en día, cuando en libertad de mis pasos, sigo cayendo una y otra vez y sangra el alma roja, sangre desgarrada. Soy humano, dentro de un mundo de humanos, imperfectos como yo imperfecto, enlazados con las mismas amarras, cada uno pujando su propia libertad, la que todos creemos tener Cuando nacemos y seguimos naciendo.

Que no me pase la vida, que sin ella no tengo memoria que si pasa tan aprisa y no logro retenerla, me quedo detenido sin contar mi propia historia. Me detengo por un instante entre los siglos tan sólo para intentar mirar hacia atrás pero el libro de la memoria me recuerda que ya alguien fue convertido en cristal por dejar los ojos posarse en el pasado. 

Me canso de cargar hacia arriba tanto silencio de llevar un peso de viento sobre los hombros que duelen por las noches al hacer tanto esfuerzo por tirar con sogas de esperanza algunos sueños ya acabados. Un momento nada más, un segundo más extendido una alfombra que se desliza bajo mis pies las tantas posibilidades y los lugares no recorridos. 

Pienso ¿Qué dejo atrás? Y el silencio vuelve a penetrar mis oídos como queriendo luchar con el crujido del agua que agita en todas mis orillas. Rompo una pared que estorba la mirada lo hago a conciencia que no se levantará nunca más que queda como un monolito de lo que no fue y fue pero que se mantendrá en el tiempo como una no estatua dejando la memoria escondida dentro de su sal como refugio eterno de lo que dejo y no me llevo a este viaje que me espera entre más mundos hacia otros lugares donde espero encontrar los sonidos. Resumo las cargas pasadas, las felicidades y las desdichas en los segundos que me quedan entre los siglos.