El acto más propio de la fortaleza, el más cotidiano, el más necesario, y también el más difícil, es la resistencia. Resistir significa no abandonar la tarea, no rendirse, no dejarse arrebatar la serenidad ni la clarividencia.  Esa resistencia se llama "paciencia", palabra que ahora mismo puede gozar de cierta mala fama y evocar pusilanimidad, justo lo contrario de lo que en realidad significa.  Un día una persona me dijo : "Muchas veces te he admirado por tu carácter, pero mucho más te admiro ahora en medio de tu desgracia, viendo qué fácilmente y con qué ánimo la soportas"

La paciencia preserva al hombre del peligro de ser abrumado por la tristeza, y le mantiene dueño de sí, sin doblegarse ante las conveniencias, pues, como se dice , es indigno del hombre rendirse a otro hombre, a los temores o a los vaivenes de la vida.  De un hombre que resiste se ha dicho que puede ser destruido, pero no derrotado.  ¿Cuál es la fuente de esa valentía?  No puede ser otra que la esperanza en la victoria.

Antes de una batalla decisiva, cuentan que Alejandro Magno reunió a sus generales y les repartió todos sus bienes.  Cuando uno de ellos, extrañado, preguntó cómo es que regalaba todo y se quedaba sin nada, Alejandro respondió: "A mí me queda la esperanza".  Por eso, la mayor fortaleza es la que se nutre de la mayor esperanza.

He dicho...