... mi ruleta rusa emocional
Publicado por Patricio Varsariah el martes, noviembre 3, 2015

En la amistad me desagrada la falta de lealtad y la traición.No me llevo nada bien con quien no sabe elogiar o incentivar.Las exageraciones me aburren y tengo dificultad en aceptar a quien no gusta de los animales. Y encima de todo ya no tengo paciencia ninguna para quien no merece mi paciencia. Qué placer que me importen solo a los que yo les importo.
Ya no tengo paciencia para algunas cosas, no porque me haya vuelto arrogante, sino simplemente porque llegué a un punto de mi vida en que no me apetece perder más tiempo con aquello que me desagrada o hiere. No tengo paciencia para el cinismo, críticas en exceso y exigencias de cualquier naturaleza. Hace mucho tiempo que perdí la voluntad de agradar a quien no agrado, de amar a quien no me ama y de sonreír para quien no quiere sonreírme. Ya no dedico un minuto a quien miente o quiere manipular.
Decidí no convivir más con la pretensión, hipocresía, deshonestidad y elogios baratos. No consigo tolerar la erudición selectiva y la altivez académica. No soporto conflictos y comparaciones. Creo en un mundo de opuestos y por eso evito personas de carácter rígido e inflexible.
Decidí no convivir más con la pretensión, hipocresía, deshonestidad y elogios baratos. No consigo tolerar la erudición selectiva y la altivez académica. No soporto conflictos y comparaciones. Creo en un mundo de opuestos y por eso evito personas de carácter rígido e inflexible.
Cuando me importan unas personas y no otras, es porque he aprendido a ser hábil para detectar a farsantes o mentirosos. Mi tiempo gana en calidad y significado. No hay medias tintas, la comunicación fluye y mi corazón se llena de cosas buenas.
He aprendido a estar en la situación y a no esperar una llamada que tarda o un mensaje que no viene de vuelta. No estoy ansiosos por lo que pueda pasar, ni des-concentrado en todo lo que hago. No paso días enteros triste o resolviendo malentendidos, por discusiones que no terminaron resolviéndose, que además son “el pan de cada día”. No hay ya más lugar para la angustia.
Mi cuerpo y mi mente están cansados de los juegos, las adivinanzas y la tensión cuando están mis sentimientos de por medio ya no me resultan divertidos. Estoy exhausto de cómo me dejan esas personas, sin energías. Necesito esas energías para reír, para hacer cosas que me emocionen y para los que me quieren. La ruleta rusa emocional ha acabado con mi paciencia.
He aprendido a estar en la situación y a no esperar una llamada que tarda o un mensaje que no viene de vuelta. No estoy ansiosos por lo que pueda pasar, ni des-concentrado en todo lo que hago. No paso días enteros triste o resolviendo malentendidos, por discusiones que no terminaron resolviéndose, que además son “el pan de cada día”. No hay ya más lugar para la angustia.
Mi cuerpo y mi mente están cansados de los juegos, las adivinanzas y la tensión cuando están mis sentimientos de por medio ya no me resultan divertidos. Estoy exhausto de cómo me dejan esas personas, sin energías. Necesito esas energías para reír, para hacer cosas que me emocionen y para los que me quieren. La ruleta rusa emocional ha acabado con mi paciencia.
Cuando echo la vista atrás y me doy cuenta del tiempo que he perdido luchando por la aprobación, la amistad o el amor de otras personas descubro que el tiempo es oro, que la vida pasa muy rápido y que no quiero volver a malgastar ni un minuto más actuando de esa forma. En un principio estaba dolido o indignado por permitir que eso ocurra, pero también he ganado en madurez y progresivamente, lo que iba a ser un olvido amargo se convierte en un olvido indiferente que no tiene nada más que decirme sobre lo que acabo de pasar.
De verdad que voy conociendo a otras personas y cada vez mejoro más , respecto a mi puntería o el tiempo que necesito para saber si valen la pena o simplemente quieren aprovecharse de mi persona y de la situación. Los olvidos son cada vez más cortos, las etapas se cierran con portazo pero no con ira, la indiferencia vuelve otra vez a mi vida y cada vez se hace más placentero todo porque se ajusta a lo que quiero.
Si algo no me aporta risas, no es útil, no me da belleza o amor…¿para qué guardarle un lugar? Ese lugar debe estar reservado a otras personas que sí se lo merecen, porque les importo y el hacernos daño es lo último que harían. Es un verdadero placer quedar con alguien para hacer planes y no estar pensando en qué hacer o qué decir para agradar o para intentar que te preste más atención. Es un verdadero placer porque de repente te importa lo que sucede a tu alrededor y no lo que pasa por tu cabeza una y otra vez. Es un placer que te sonrían, que te pregunten cómo estás, que no quieran empezar a hablar antes de que tú no has terminado de contar aquello importante para ti. Es un placer que aunque estén cansados, puedan sonreírte y mirarte a los ojos aunque estén empañados por el cansancio, como si no pudieran despedirse de ti sabiendo que de verdad estás bien.
Es un verdadero placer hacer bromas y que las otras personas las sigan y no estén absortos todo el tiempo, como si pareciera que pudieran estar en otro sitio pasándolo mejor. Es un placer que te hagan cumplidos, que te digan que te han echado de menos y cuándo volveréis a veros. Que te abracen, que te digan que te quieren. Que te escriban sin importarles que solo hace unos minutos que os despedisteis. Que no midan el cariño que están dando y que no inventen una estrategia de cómo debe ser vuestra relación… Pero lo más importante es que hagan esto cuándo de verdad importa y no sólo cuándo se han dado cuenta de que deben cambiar cuando ya te han perdido. Eso es lo más importante. Dar y recibir en el ahora y siempre es el verdadero placer de que me importen solo a los que yo les importo.
Dedicado a todas esas personas que en estos momentos se sienten identificados con estas palabras, a todas esas personas que se encuentran invadidos por la desesperanza de un mundo que tiende a deshumanizarse.